La tumba de Antígona
Renata Cabrales
La condición femenina dentro de una sociedad patriarcal, proporciona las condiciones para crear una idea negativa de las mujeres que las condena, en la mayoría de los casos, a vivir en situaciones desfavorables y a ser discriminadas en el campo laboral, lo que crea la inevitable feminización de la pobreza.
A principios del siglo XX, varios elementos fueron importantes para el crecimiento de la industria, como por ejemplo, la intrusión del capital financiero norteamericano que sienta las bases de un modelo económico capitalista.
Es así como las mujeres se ven en la obligación de vincularse al proceso productivo, principalmente a la industria textil, ayudando a incentivar la economía nacional. El floreciente sistema capital, utiliza, entonces, la mano de obra femenina para reducir los costos de la mano de obra, fenómeno que existe aún en pleno siglo XXI y que fue la causa de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres. A pesar de su aporte a la economía del país, eran pocos los derechos que las mujeres tenían, pues aún se les negaba el ingreso a la universidad y eran escasas las que habían tenido la oportunidad de recibir una educación básica.
Notamos que, tanto en Colombia como en América Latina, la feminización del trabajo y la pobreza, se hace evidente como forma de vida de un alto porcentaje de mujeres que llevan a cuestas la cruz de injustas jornadas de trabajo sin ningún tipo de condiciones dignas para realizarlas, y lo que es peor, por ser mujeres, aún siguen recibiendo menores sueldos que los hombres.
Estas mujeres en condición de pobreza deben asumir otras cargas, aparte de las desempeñadas en el injusto campo laboral, esto es, la responsabilidad en el hogar: el cuidado de niños, niñas y personas mayores. Asimismo, se hacen cargo, en la mayoría de los casos y sin ayuda, del trabajo doméstico.
Por otro lado, está el tema de la informalidad, lo cual constituye en este momento, una problemática social que afecta también, en su mayoría, a las mujeres, pues los ingresos que reciben son menores que los que se podrían recibir en el campo laboral formal. Esto incrementa las posibilidades de ser más pobres, constituyendo así una de las causas de la segregación del mercado laboral a la que están sometidas.
En Colombia y América Latina la pobreza aún es un asunto de mujeres, ya que según la Cepal, la tasa de pobreza de estas, entre los 20 y 59 años de edad es más alta que la de los hombres, excediéndose en un 30 por ciento. En Colombia hay 4.5 millones de mujeres cabeza de familia y sigue siendo menor su participación en el trabajo remunerado.
A propósito de la conmemoración del 1 de mayo, vale la pena recordar que estas condiciones de desigualdad laboral, por cuestiones de género, se traducen en menor crecimiento económico para los países de América Latina.
















