1917: Planos secuencias para estar al ras de la tierra

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1917 también está nominada a las categorías de mejor guion original, banda sonora original, dirección cinematográfica, sonido, edición de sonido, diseño de producción, maquillaje y efectos especiales.

La película inglesa está nominada a diez premios Óscar, incluyendo mejor película y mejor director. La historia se desarrolla en la Primera Guerra Mundial y cuenta la epopeya de dos jóvenes soldados en el cumplimiento de una sola misión

John Harol Giraldo Herrera*

Inaugurar un relato de la Primera Guerra Mundial y hacerlo sin pretensiones políticas de fondo, ni posicionar un debate sobre bandos, sino proporcionar una movilidad de humanidades y de situaciones alrededor de dos sujetos que sólo deben cumplir una misión, es el reto plasmado en 1917, la nueva película de Sam Mendes, director de cine aclamado por la crítica por Belleza americana (1999) y El mejor lugar del mundo (2009).

Al usar una serie de técnicas cinematográficas de lujo, la mayor parte con planos secuencias, Mendes nos cuenta una historia de estremecimientos continuos al seguir los pasos de esos dos sujetos. Esa metodología nos ubica en un recorrido angustioso, frenético, repleto de mortandad y bondades, con el que no sólo se ve una película, sino que se asiste a una experiencia: la de combinar una especie de videojuego con estar a ras de tierras siguiendo los pasos de esos dos jóvenes. Cuando el receptor se levanta, son las llamas o las balas o una situación angustiosa la que lo sacude; cuando no, los mantiene sumergidos en la llama de la esperanza de intentar salir con vida de las trincheras.

Una marejada imparable

1917 es una de las películas con más nominaciones para ganar varias estatuillas en la próxima edición de los premios Óscar. Su poderío recuerda que la capacidad del cine no es sólo la historia, sino contarla, utilizar estrategias narrativas, como el manejo de cámaras, el saber que todo pasa en un día, tras una exploración que casi no deja parpadear.

Una mención nos hace pensar: “Más que la belleza, la edad”, pronuncia alguien. Como espectadores vamos por esos recovecos como una balsa en medio del océano, remando con dos simples combatientes de la guerra. Al estilo de Hollywood, se trata de salvar la vida de un pelotón que caerá en una trampa, y contra el viento, contra un territorio hostil (al estilo de Zona de miedo, o The Hurt Locker, de 2010, ya ganadora de Óscar), presenciar las calamidades, las vicisitudes, los obstáculos de un camino hacia la muerte segura.

Como lo prevalente es la vida y el asistir con honor a la misión, lo que sentimos es una marejada imparable, impostergable, invivible, y todo el tiempo nos revuelca una contienda donde las ratas no son ingenuas, ser obstinado permite asaltar el camino, y la compañía causa lazos imborrables.

Volver a casa no tiene sentido

La trama ya fue contada. El modo y lo que nos causa no. Las novedades son muchas. No hay héroes, no hay ganadores, no hay pretensiones de polémicas, no hay una gran historia. Se explora un ejercicio riguroso al instalarnos no tanto como espectadores, sino en un road trip (una emotiva sensación de agilidades por trincheras y unas mínimas pausas por campo abierto), en unos laberínticos silencios de extenuantes sinsalidas. Un medio avance es poder respirar y atender una perspectiva.

El viaje es sin sentido, todos se devuelven y ellos dos adelantan. Odiamos la guerra, nos invade un dejo por las desventuras de los jóvenes en ese cementerio de la muerte y nos impulsa la capacidad de sobrevivencia y fortaleza para cumplir. Es tan punzante el relato que uno de los dos jóvenes sabe que volver a casa no tiene sentido, luego deberá volver a ese estallido del horror.

Inverosímil ejercicio narrativo

La estrategia de Sam Mendes es la de descentrar. Cuando una historia depende de un solo elemento, lo sobrenatural puede volver inverosímil el ejercicio narrativo. Acá lo que va sucediendo nos comunica que no hay exclusividades, que cualquier cosa pudo haber sucedido y que las grandes tramas o desenlaces no tienen lugar en esta película.

Nos envuelve, nos lleva, nos atrapa y deja al borde de la asfixia, menos mal sobrevivimos y en dos horas nos apresan; los cazadores tienden emboscadas, nos rodean y de ahí ya no hay cómo encontrar el escape, salvo porque huimos, saltamos, nos agachamos, hay lugar a un encuentro con una joven y una niña, un par de sentencias de vida: no mortificarse es una, ser solidarios es otra.

Nos habían acostumbrado a las historias de la Segunda Guerra Mundial donde lo extraordinario era poner bandos y pese a cualquier imperativo romperlo, posicionar la ideología del vencedor y dejar por debajo al vencido y sus causas fallidas de guerra. Acá no, no importa en qué lugar estamos, ni mucho quién combate con quién. La mayor alternativa es el recorrido, continuar. Quedarse anclado es el no retorno.

La angustia del plano secuencia

Un plano secuencia largo, una tortura más desarrollada, los cortes son menos, las angustias son más y versátiles. Sam Mendes trabajó con Roger Deakins (el mismo de Blade Runner) y con un arsenal y potencial con la cámara nos recuerda que el cine es técnica, donde la forma de conectarnos y aproximarnos a la imagen es sabiendo posicionarla.

Muchas escenas son ya emblemáticas, las de serpentear por las trincheras es una, la de correr en medio del fuego, la de los túneles, la de la avioneta; cada una de ellas es muestra de lo contundente y de lo vibrante al ver la película.

Humanismo sin vencedor

El cine ha premiado la combinación de experimentaciones. Los planos secuencias como el de Birdman (2014), ya ganaron Óscar, y cuando Hitchcock exhibió La soga (1948) se pensó que fue de un solo tramo. Esos artificios de creernos detrás con dos personajes, de acompañarlos en el límite de sus aventuras y dramas y reventarnos los sentidos, es lo que impacta en 1917.

Por supuesto, que sea uno de los pocos filmes sobre la primera barbarie del reparto del mundo una vez colonizado el capitalismo. Con dos valientes, y sobre todo humanistas personajes, 1917 nos situó en ese periodo de la historia, en esos eslabones del arte de relatarnos y de generar emociones, que podría ser esa, esta u otro periodo histórico.

* Docente universitario y periodista cultural colombiano. Magister en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP). En la actualidad dirige el grupo de investigación en periodismo investigativo Enfokados.