“El Moncada nos mostró / el camino a recorrer / y desde aquel alto ejemplo / para nosotros siempre es 26”: Carlos Puebla
Harold García-Pacanchique
La historia a la que a continuación usted se enfrentará, será la de una derrota que enseñó que cualquier altibajo en la lucha revolucionaria se puede convertir en una victoria de alto calibre político y militar.
Tal y como lo indicó Fidel Castro en el año de 1973 en la conmemoración del décimo segundo aniversario de 26 de julio: “El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo».
El golpe de Estado
La mayor de las Antillas, ubicada en el mar Caribe, era utilizada como el centro vacacional, de ocio y prostíbulo por los millonarios de los Estados Unidos, que no solo veían a esta pequeña isla como su lugar de esparcimiento, sino que tenía una política neocolonial de dominación.
El pueblo cubano, descontento por los malos tratos del vecino invasor y sus lacayos nacionales, esperaba con prontitud las elecciones de 1952, en las cuales guardaban las esperanzas de un cambio democrático que garantizara las reformas necesarias que pusieran un rumbo soberano y digno.
Las políticas imperiales y los malos gobiernos locales agudizaron las desigualdades sociales. En cifras de la época, el portal Cubadebate evoca que, “la mayoría de la población cubana vivía en la pobreza. De algo más de seis millones de habitantes, tres millones y medio vivían en cabañas y barracones, sin las menores condiciones de habitabilidad; más de 600 mil con aptitudes para el trabajo no tenían empleo; tres millones de personas no disfrutaban de luz eléctrica; el 37,5 % de la población era analfabeta; el 70% de los niños en las zonas rurales no tenía maestros y el 95% estaba afectado por parasitismo”.
A esta realidad se le sumaria el golpe de Estado liderado por el coronel Fulgencio Batista, quien siendo candidato para las elecciones de dicho año y ubicándose en el tercer lugar de las encuestas, detrás de Roberto Agramonte del Partido Ortodoxo y Carlos Hevia del Partido Auténtico, decidió asestar una acción militar anticonstitucional el 10 de marzo que acabara con el sueño que guardaban los cubanos en la posible elección del candidato del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxos).
La preparación del asalto
El 28 de enero de 1953, las calles de La Habana se colmaron de estudiantes, trabajadores y jóvenes que en repudio a la dictadura instaurada por los militares golpistas y en homenaje al centenario del nacimiento del apóstol de la independencia cubana, José Martí, llevaron un grito de rebeldía a cuestas que terminó con el acto simbólico de la incineración de la constitución política de 1940.
Estas movilizaciones populares alertaron al tirano y la represión no se hizo esperar, lo que produjo que muchos de estos jóvenes de manera clandestina se organizaran en células de combate, en especial los que pertenecían al sector juvenil del Partido Ortodoxo, entre los que se destacaban Fidel Castro, Abel Santamaría y René Miguel Guitart (Renato), quienes en palabras del primero eran los únicos conocedores del plan general del asalto a los cuarteles Moncada en la ciudad de Santiago, capital de la entonces provincia de Oriente, y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, ubicado en Bayamo en cercanías de Santiago.
Tras el planteamiento del operativo y la intención de asestar un golpe sorpresivo que produjera un levantamiento popular, los tres jóvenes se organizaron con la intención de encontrar armas, recursos móviles, lugares de entrenamiento y reclutamiento de militancia rebelde. Para ello, relata Fidel, que tanto Renato como Abel suplieron todos sus gastos económicos para lograr que Castro desempeñara todo su tiempo a la organización de la acción.
Las armas fueron conseguidas en campos de tiro y en armerías de La Habana, las cuales se compraron y adquirieron por medio de licencias falsas. Así mismo, los jóvenes se hicieron de uniformes militares que fueron facilitados por Florentino Fernández, un enfermero del hospital militar de Columbia, quien se los compraba a los soldados que asistían al centro médico y los cuales fueron determinantes para que la acción produjera el mayor tipo de sorpresa e impacto, atribuyéndole a esta condición que todos los asaltantes llevan presillas de sargento, haciéndole creer a quienes se encontraban en las fortalezas militares que se trataba de una insurrección liderada por las propias fuerzas militares.
En cuanto al traslado de las armas, el papel de Melba Hernández Rodríguez de 31 años y la ama de casa Haydée Santamaría Cuadrado de 25 años, ambas del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo) y primeras militantes de lo que sería la llamada Generación del Centenario (organización originaria del M-26-7), fue definitiva puesto que se encargaron de llevar las armas en tren de La Habana hasta Santiago.
El asalto
Ocupar las instalaciones del Cuartel Moncada e impedir el apoyo militar más próximo que se ubicaba en Bayamo donde reposaban las instalaciones del Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, significaba tener el control de la segunda ciudad de la isla y la cual se encontraba próxima a la zona montañosa más importante del país, la Sierra Maestra.
El asalto al Cuartel Moncada se produjo a las 5:15 de la mañana donde los primeros tiros se empezaron a sentir con mayor rigor cinco minutos más tarde; la fortaleza militar contaba en ese momento con 500 hombres en armas mientras los rebeldes tenían una fuerza de 120 hombres y dos mujeres; que, tras un fogueo inmediato y confusión total, darían la batalla permanente durante un par de horas, sin lograr el objetivo principal tras no poder ingresar como lo pensaban al Cuartel de manera inmediata.
La derrota era inminente, los jóvenes rebeldes no contaban con un armamento que les permitieran ingresar por la fuerza a las instalaciones militares, lo que hizo que estos en voz de mando de su comandante Fidel Castro Ruz emprendieran huida, en la cual van a ser capturados. El saldo de bajas en combate de los 162 rebeldes que incursionaron en la operación fue de ocho bajas en combate directo y 50 ejecuciones tras la captura perpetuada por las fuerzas batistianas.
La historia me absolverá
Tras el fallido asalto, el jefe de la operación, así como sus compañeros fueron juzgados. Fidel, abogado de 27 años, presidió su juicio ante el tribunal de Santiago de Cuba, en donde va a pasar a la historia por ser una de las defensas más prolijas que se conozcan en la historia de Cuba, convirtiéndose esta en el programa político que años más tarde constituirá el Movimiento 26 de Julio.
Uno de los elementos a resaltar de esta defensa política y jurídica, que el mismo titula como “La historia me absolverá”, tiene que ver con la autoría intelectual del asalto el cual el joven Fidel le atribuía a José Martí. Allí dice: “De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. ¿O será que yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?”
Este episodio dio así a un camino que, durante ocho largos años de lucha guerrillera, con cientos de flujos y reflujos, contribuyeron a sellar la independencia definitiva de Cuba el 1 de enero de 1959.