Hace 87 años las españolas pueden votar

0
7148
Clara Campoamor.

En 1931, Clara Campoamor luchó por el sufragio femenino en el Congreso de los diputados por el cual fue elegida, pero a ella se le negaba votar

Renata Cabrales
@RENATARELATA

El 1 de octubre de 1931, hace 87 años, las mujeres españolas obtuvieron el derecho al voto. Un gran logro que se le atribuye a la perseverante lucha de la entonces diputada Clara Campoamor, quien defendió este derecho frente a los demás miembros del congreso, entre quienes se encontraban, Victoria Kent y Margarita Nelken.

En su discurso, Campoamor mencionó el hecho de que las mujeres, al pagar impuestos y al haber defendido a la república cuando había sido necesario, demostraban suficientes capacidades para ejercer el derecho al voto igual que los hombres:

“¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?”

Elegidas sin derecho a elegir

Clara Campoamor era una de las tres únicas diputadas que había en ese momento en el Congreso, pero la única que tomó la decisión de luchar por los derechos de todas. Luego de proclamarse la Segunda República, la mujer fue elegida diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931. En ese entonces, las mujeres podían ser elegidas, pero no tenían derecho a elegir.

Las tres, Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken fueron elegidas por votos masculinos para que hicieran parte del Congreso y podía hacer parte de las decisiones políticas que se tomaban, pues se habían formado en derecho y fueron propuestas como elegibles en las listas de sus partidos.

Parte del discurso

Estas fueron algunas de sus palabras en el Congreso durante el debate en el cual solo treinta votos certificaron a las mujeres como capacitadas para ejercer el derecho al sufragio.

“Un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros”.

Sin el apoyo de sus colegas

Contrario a lo que se esperaba, Campoamor tuvo que afrontar los argumentos de las otras dos diputadas mujeres, Victoria Kent y Margarita Nelken para poder tener la aprobación femenina en el Congreso, pues según estas las mujeres españolas estaban condicionadas por la iglesia y por esta razón no podían ejercer plenamente su derecho. “Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer”, dijo la mujer refiriéndose a las afirmaciones de sus colegas.

Así mismo, apelando a la Revolución Francesa para justificar las capacidades de la mujer como sujeto político, dijo: “Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político  dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino”.