Editorial del Semanario VOZ
Suele suceder que siempre que se avanza en los diálogos de paz con la insurgencia, el militarismo y los guerreristas, acuden a todo tipo de maniobras y provocaciones para impedirlo. Son las lecciones de la historia. Así han actuado durante todos los intentos fallidos de construir la paz. Esas maniobras terminan por frustrarlos. Desde La Uribe hasta La Habana, aunque en este último caso aún sin éxito. Son los “enemigos agazapados de la paz” que denunciara en los años 80 el doctor Otto Morales Benítez, a la sazón principal vocero de paz del gobierno de Belisario Betancur. Son las aves de rapiña de la guerra.
Ocurrieron casos horribles como el collar bomba durante los diálogos del Caguán, cuando estaba por realizarse el foro sobre cultivos ilícitos con la participación de la comunidad internacional. Esta acción terrible y criminal, atribuida en principio por la Policía y los organismos de inteligencia a las FARC, casi da al traste con los diálogos del Caguán e impidió la realización del foro que hubiera significado un gran paso en el esfuerzo de paz durante el gobierno de Andrés Pastrana. La provocación, urdida desde dentro y fuera del Gobierno por agentes de la guerra, aprovechó la debilidad del mandatario para generar desconfianza en las filas guerrilleras.
Para no hacer más historia, a los dos días de anunciado el acuerdo parcial sobre el primer punto de la agenda: “Políticas de desarrollo agrario integral”, los organismos de inteligencia y el ministro de Defensa (guerra), Juan Carlos Pinzón, divulgaron un “siniestro y peligroso plan terrorista de las FARC”, que nunca ocurrió pero que disminuyó el efecto positivo y esperanzador del trascendental acuerdo.
Lo mismo acaba de ocurrir, después del acuerdo sobre el segundo punto, en momentos de reciente crisis de la mesa y hasta de amenazas gubernamentales de “patear” el diálogo. En medio del júbilo nacional e internacional, apareció el ministro Juan Carlos Pinzón para anunciar un “plan terrorista de la columna Teófilo Forero de las FARC para asesinar al ex presidente Álvaro Uribe Vélez, el ex vicepresidente Francisco Santos, el fiscal Eduardo Montealegre y varios congresistas”.
No se dieron mayores detalles, ni siquiera los nombres de los congresistas, aunque Pinzón dijo que era información recabada en la ocupación de un campamento de la Teófilo y de nuevos hallazgos en computadores e informaciones de la inteligencia militar.
Las repercusiones fueron implacables. Exigencias a las FARC de aclarar la denuncia del ministro de Santos y hasta amenazas de ruptura del principal vocero gubernamental, Humberto de la Calle Lombana, por lo regular ponderado en sus juicios y declaraciones públicas. A nadie se le ocurrió, distinto a voceros de la izquierda y derechos humanos, incluyendo este semanario, exigir las pruebas que tuviera la inteligencia militar. La “gran prensa”, siempre tan acuciosa, le dio veracidad a la “fuente militar” y le sirvió de caja de resonancia a lo que se demostró después que era un nuevo “falso positivo” mediático de la cúpula militar y del antipático y provocador ministro de la guerra.
A las 48 horas de haberse puesto en vilo el proceso de La Habana, altos mandos militares del sur del país reconocieron que no se había ocupado ningún campamento y que mucho menos se habían hallado computadores que dieran información al respecto. No hubo nunca aclaraciones posteriores desde el Ministerio de Defensa. Pinzón guarda silencio. Aunque se filtró que era un documento escrito que estaba en poder de la inteligencia militar hace tiempo,
Sin embargo, en la revista Semana que está en circulación, en la cual se insiste en la autenticidad de la información sin demostrarlo, la columnista María Jimena Dusán discrepa de la línea editorial y revela que el papelito de la información fue hallado antes de iniciarse el proceso de diálogo en La Habana. Al menos es un refrito aunque queda la duda de si fue fabricado por los organismos de inteligencia.
El más beneficiado con el escándalo fue Uribe Vélez quien durante dos días apareció en los noticieros con largas entrevistas y cuenta ahora con un ejército de escoltas de 300 unidades, con enorme costo para los contribuyentes. La noticia desapareció de las primeras planas informativas. Nadie habla sobre el peligroso plan. Pero los autores del falso positivo están ahí, atornillados, tranquilos, preparando la próxima provocación. Aunque ya desde distintas orillas se plantea la salida del ministro mentiroso. El presidente guarda silencio y apenas se dedica a polemizar con Uribe.