La paz, entre la oscuridad y la luz

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¿Son las “100 Propuestas Mínimas” la revolución por contrato o una necesidad indispensable, justa e indetenible, para mejorar la nación, las condiciones sociales y el buen manejo de la economía?

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Nelson Fajardo

El tiempo transcurrido entre los inicios de los diálogos, el 15 de octubre de 2012, que comparten el Gobierno Nacional y las FARC-EP, hasta el momento demuestra que la producción de las partes es amplia y fructífera, siempre y cuando la torpeza, la ordinariez y la prepotencia no inunden el ambiente.

La nutrida producción intelectual recogida en documentos, propuestas y reflexiones es de especial e invaluable riqueza tanto en cantidad como en calidad. En esa rica producción sobresalen documentos con alta fuerza, que inundan el ambiente de alegría y optimismo, ante la ambigüedad y el escepticismo, que a veces nos embarga.

Entre los documentos que aparecen alineados en la alegría y el optimismo, tenemos uno con el título “Participación política para la democratización real, la paz con justicia social y la reconciliación nacional: 100 Propuestas mínimas, Acuerdo parcial FARC-Gobierno y salvedades”. Es un documento compuesto de un preámbulo que contiene el acuerdo general, el discurso de instalación en Noruega, los lineamientos generales y 11 capítulos que contienen, a su vez, las cien propuestas mínimas. Y concluye con un acuerdo del segundo punto, las salvedades y algunas anotaciones sobre el segundo informe de la mesa de conversaciones “Participación Política”.

Con respecto a los lineamientos generales, hechos a manera de presentación, son enunciados y directrices puntuales sobre ciertos aspectos que se deben precisar a la hora de la firma de los acuerdos finales y tratan exigencias políticas sobre aspectos organizativos, política agraria, participación política, fin del conflicto, drogas ilícitas y víctimas.

Ahora bien las “100 Propuestas Mínimas” parten de considerar la necesidad de una reestructuración democrática del Estado, acompañada de una reforma política que desate una apertura favorable a la más amplia participación popular en los asuntos del Estado y la política en general. Dicha reestructuración exige dar las garantías suficientes y necesarias para el ejercicio de la oposición política y social, libre de la estigmatización, la violencia y la creación de falsas oposiciones para ocultar el carácter ultrarreaccionario del régimen político.

Igualmente, se requiere de garantías plenas a las organizaciones guerrilleras para el ejercicio de la política e impedir la repetición del cese de la guerra y, posteriormente, el asesinato selectivo de sus dirigentes y militantes en las grandes ciudades.

Las “100 Propuestas Mínimas” plantean que lograr lo anterior pasa por una democratización profunda del país, que involucra los aparatos ideológicos, con información y la comunicación, en manos de los monopolios de grandes capitales; la participación real de las regiones, los entes territoriales y los territorios en la política de sus espacios y de la nación; el estímulo a la participación política y social en las ciudades, altamente limitada por la represión y la manipulación del viejo Estado y sus beneficiarios.

Lo mismo es exigible para las comunidades y sectores sociales excluidos; participación política extensible al constituyente primario, el pueblo, y el conjunto de la sociedad, para defender la soberanía nacional e impulsar la integración nacional de Nuestra América con relaciones de igualdad, carácter horizontal, solidarias y fraternales.

Culminan las “100 Propuestas Mínimas” planteando la necesidad de elevar la cultura política democrática y participativa, para un sociedad domesticada en el clientelismo, la corrupción, las relaciones narcomafiosas, el terrorismo de Estado y el autoritarismo. Así, las propuestas que se aprueben deben servir para reformar a los dueños del poder y las costumbres políticas que practican, más de siglo y medio, que han impregnado al conjunto de la sociedad. Ellas deben refrendarse a través de la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.

Valga la pena preguntar, ¿Son las “100 Propuestas Mínimas” la revolución por contrato o una necesidad indispensable, justa e indetenible, para mejorar la nación, las condiciones sociales y el buen manejo de la economía? ¿Qué pensarán los enemigos, fanáticos y demás especímenes, enemigos de la solución política dialogada, para una paz estable y duradera?