Tartarín Moreira, hijo del dios Pan

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Tartarín Moreira.

Su nombre de pila fue Libardo Parra Toro. Fue un hombre versátil: periodista, letrista, poeta y compositor musical.

Ricardo Arenales

Uno de los primeros autores de canciones de su tierra natal fue Tartarín Moreira, nacido en Valparaíso, Antioquia, en 1889, y muerto en Medellín, a causa de una tuberculosis, en noviembre de 1954.

Su nombre de pila fue Libardo Parra Toro. Adoptó el de Tartarín, tomado de una novela que influyó en su formación intelectual, para escribir poemas, a muchos de los cuales él mismo les hizo arreglos musicales, que se convirtieron en importantes éxitos en su momento. A tal punto, que célebres vocalistas latinoamericanos, incluido Agustín Magaldi, interpretaron sus canciones.

Parra no tuvo un seudónimo único. También utilizó el de ‘Doctor Barrabás’, para temas humorísticos. En realidad, Tartarín Moreira fue un hombre versátil. Escribió en los periódicos El Correo Liberal, El Diario, El Heraldo de Antioquia y otros de amplia aceptación en la Medellín que en ese momento despertaba a las nuevas corrientes del pensamiento liberal, que se respiraban en Europa y otras comarcas.

Como letrista y compositor musical, estuvo largo tiempo vinculado a un círculo musical del que hicieron parte, entre otros, Pelón Santamaría, Obdulio Sánchez y Julián Restrepo (Obdulio y Julián), Manuel Ruiz ‘Blumen’, Miguel Ángel Trespalacios, Leonel Calle, Camilo García, Antonio Ríos, Eusebio Ochoa y Samuel Martínez.

Profetas de las brisas al amanecer

Pero al mismo tiempo se vinculó a círculos literarios, el más importante de los cuales era ‘Los Panidas’, del que hicieron parte León de Greiff, Ricardo Rendón, Fernando González, José Manuel Mora, Teodomiro Isaza y otros.

Se llamaban Panidas, porque se reclamaban hijos del Dios Pan, una de las deidades griegas, padre de la fertilidad y de la sexualidad masculina y al mismo tiempo una especie de semidiós de los pastores y de los rebaños, dios de las brisas al amanecer y al atardecer.

En ‘Los Panidas éramos trece’, uno de sus más hermosos poemas, dice León de Greiff: “Músicos, rapsodas, prosistas,/poetas, poetas, poetas,/ pintores, caricaturistas,/eruditos, nimios estetas;/románticos o clasicistas/y decadentes si os parece;/pero, eso sí, locos y artistas,/los Panidas éramos trece”.

Dentro de las obras musicales de Tartarín Moreira se destacan el pasillo Rosario de perlas, Son de campanas, En la calle, y Amor y dolor, considerada por él como una de sus mejores páginas musicales. Colaboró además en libretos para obras de teatro, con la compañía de Marina Ugueti, y encontró en el dúo de Obdulio y Julián a unos de los mejores intérpretes de sus canciones.

Contra las buenas costumbres

A lo largo de las dos o tres primeras décadas del siglo pasado, Medellín vivió una intensa vida literaria, que como en el caso de Bogotá, con círculos literarios similares, giraban alrededor de cafés como El globo, situado en el Parque de Berrío, el Café Bastilla, la tertulia del Negro Cano, el Chantecler, el Blumen y otros.

Cada que aparecía una nueva edición de la revista Los Panidas (en realidad no fueron sino diez números en un lapso de cinco meses, suficientes para irradiar un formidable esplendor literario), músicos y prosistas se reunían para celebrar, en verdaderos aquelarres que se prolongaban hasta el amanecer.

Dicen las malas lenguas que en esas reuniones literarias se practicaban alguna suerte de ensayos espiritistas y hasta pactos suicidas que, ciertamente, algunos de sus miembros llevaron a cabo. Pero para las familias religiosas de la época, para algunos rectores de colegio y para los representantes de la santa madre iglesia, se trataba de conciliábulos que desafiaban las buenas costumbres y perdían la decencia de las mujeres.

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