La noche del capitalismo viviente

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La imagen que trasmite la serie de los muertos vivientes es apenas un reflejo de la realidad. Tras la muerte del Estado, del derecho, se generaliza hedor

Alberto Acevedo

El ciudadano de la posmodernidad, del posneoliberalismo, es un caminante hediondo, que supera la crisis del sistema. Este es uno de los conceptos que se consignan en el libro “Abecedario zombi. La noche del capitalismo viviente”, lanzado al mercado el pasado 24 de febrero, en la biblioteca auditorio de la organización no gubernamental Ecologistas en Acción Madrid, un texto de 250 páginas, editado por El Salmón Contracorriente.

Los autores son dos jóvenes filósofos españoles, Julio Díaz Galán y Carolina Meloni González, esta última, destacada feminista y doctora en estudios filosóficos. Por la similitud del tema con la serie de películas y versiones en televisión de The Walking Dead, traducida al español como Los muertos vivientes, el libro, desde luego, habla de cine, pero también de los problemas de la contemporaneidad, del hombre moderno.

Parten de un primer criterio: vivimos en la era de la putrefacción de la política, de los derechos de las personas, del medio ambiente. La imagen que transmite la serie de los muertos vivientes es apenas el reflejo de una realidad. Tras la muerte del Estado, del Derecho, se generaliza el hedor.

Vinieron para quedarse

A un planeta devastado por el enorme daño ecológico, el calentamiento global casi irreversible, se suma el poder depredador de la explotación de recursos materiales y humanos de las grandes empresas transnacionales. Y este sistema produce oleadas de inmigrantes, que arranca de su terruño, por la guerra y el hambre y los condena a vagar como zombis, hacia la nada, tras un sueño que nunca va a llegar, como muertos vivientes.
Los muertos vivientes, como la crisis, han venido para quedarse. No son solo aquellos muchachos, unidos en un cordón umbilical con el Smartphone, el celular, el whatsapp, que no hablan con nadie, que no levantan la mirada, que doblan la espalda. Es Haití y Grecia que se hunden en el hambre. Es Puerto Rico, avasallado, por el coloniaje. Es Colombia, corrompida por Odebrecht. Es el ciudadano corroído por el chancro de la ‘mermelada’, que en cada campaña electoral vota por su verdugo.

Dijeron los autores del texto en el acto de presentación: “Dado que el zombi es el retoño más vivo del capitalismo vigente, cabe preguntarse por la posibilidad de analizar la Historia de la humanidad a la sombra de esta antropológica figura”. El libro nace de los estertores de la crisis económica financiera. La idea era crear un glosario de conceptos económicos y culturales, desde una perspectiva zombi.

Se impone el silencio

El ciudadano posmoderno -agregan-, posneoliberal, es un caminante hediondo, que supura la crisis del sistema. “Puesto que tal como lo predijo Foucault, toda novela de terror es en el fondo una novela política, quizá la del zombi sea la más adecuada para describir nuestra época”.

Aquí el zombi no es solo el muchacho que no abandona el celular. Es el trabajador abrumado, que sale a las cinco de la mañana de su casa y regresa a las ocho de la noche, fundido, sin ganas de hablar con su mujer, que no mira a los hijos. Es el televidente sumido en la novela rosa, o en el culebrón de terror, de bandidos y mafiosos.

Que termina aceptando como normal ese estado de cosas anodino y se vuelve tolerante, en la vida real, frente a las casas de pique de los mafiosos y paramilitares, frente a las desapariciones, el terror político, la paliza de la policía; de la justicia que absuelve al poderoso y condena al humilde.

Hay esperanza

“Nos propusimos -dicen los autores-, crear una taxonomía que, a través de una serie aleatoria de conceptos, permitiese comprender, analizar y cuestionar un sistema cada vez más voraz, injusto y violento. Sistema que paradójicamente necesita para sobrevivir y reproducirse, generar la vida precaria, la vida vulnerable, despojada de derechos y zombificada”.

El que presentamos esta noche no es un libro, afirman. Es un cementerio. Y no de paz perpetua. La degradación reina por doquier, y los autores, en función de forenses, le efectuaron una disección para mostrar el horror de toda la sustancia pútrida que contiene.

Finalizan diciendo que el zombi, ese hombre idiotizado por la explotación del trabajo capitalista, es el nuevo Cristo viviente que clama por ser rehumanizado y escuchado. En esta afirmación hay una luz de esperanza, no todo está perdido. “La pregunta que hacemos es la siguiente: ¿puede el zombi tener algún tipo de potencia política? Nos han convertido en zombis asquerosos, sí, pero quizá podamos arrojar toda nuestra rabia intestinal a la cara. No saben todavía de lo que es capaz un cuerpo zombi”.