Mientras Alexis Tsipras firmaba en Madrid, junto a Mariano Rajoy, Hollande y otros cinco mandatarios europeos, una declaración expresando que el bombardeo de los Estados Unidos contra la base militar Siria “era comprensible”, en Mallorca ante 70 mil personas, Jean Luc Melechon pronunciaba un vibrante discurso que inundó las redes sociales, pero que, muy especialmente, fue una recarga de ilusiones para millones de personas de unas izquierdas atribuladas con demasiadas desmotivaciones y temerosas de ilusionarse nuevamente y de volver otra vez a ser traicionada. Desde Ecuador se recibió la buena nueva de la victoria de Alianza País; en Chile el Partido Comunista ha sido el más firmado en el proceso de reafiliaciones, mientras que Venezuela logró sobrevivir a una “semana santa sangrienta”. Y cuando veíamos con temor e impotencia el peligro del estallido de una nueva guerra en las costas coreanas y el mundo de la racionalidad y la prudencia mira con pavor que el botón nuclear está en manos de un personaje endemoniado.
Así como hace pocos días estábamos pendientes de los resultados electorales en Ecuador, claves en los desenvolvimientos del ajedrez político latinoamericano, esta semana estuvimos a la expectativa de las elecciones en Francia, importantes para el futuro de la izquierda europea. La derecha fascista y la neoliberal han pasado a la segunda vuelta. No sienten ninguna responsabilidad por el desastre social causado que ha abierto las puertas al fascismo. Afortunadamente en esta campaña ha aparecido Melechòn con uno de los resultados electorales más importantes de la izquierda en mucho tiempo en Francia.
Preocupan los desenlaces que puedan darse en Venezuela aunque pese a todo el bolivarismo resiste. Es desesperante que los procesos de unidad y convergencia de las izquierdas en España no terminen de arrancar y que la calle no sea aún el escenario fuerte de la unidad del que todo el mundo pontificaba y anunciaba. Melechòn trae de nuevo la esperanza, con un discurso cargado de utopía y de sueños, de valores y de principios, los que reclama la Europa que se resiste al reinado de las derechas xenófobas, racistas y neoliberales. No se trata de ilusiones cortoplacistas o asaltar el cielo ahora o nunca. Se trata de soñar en grande y con largo aliento, por caminos similares, y también distintos, por los que en América Latina se fue alimentando el discurso de la resistencia en tiempos del V Centenario y terminó adecuadamente inserto en la idea de la alternativa bolivariana, emancipadora, en los tiempos del bicentenario.
Y en ese camino largo, ilusionante y renovador, se inscribe la batalla por la paz democrática en Colombia, que se levanta como ejemplo ante un mundo donde por todas partes suenan los tambores de la guerra.