
Que no volverán al seno de la OEA dice Nicolás Maduro al anunciar el retiro de esa organización al servicio de los intereses del imperialismo de Estados Unidos
Redacción VOZ
El pasado viernes 28 de abril, Carmen Luisa Velásquez, embajadora interina de la República Bolivariana de Venezuela, hizo entrega en Washington al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, la carta del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, en la que anuncia la decisión de retiro de su país a esta organización, que califica sin ambages de estar secuestrada desde su fundación “por intereses contrarios al espíritu de integración y unión”.
Se inició así el “proceso de retiro definitivo de Venezuela de esta organización”, según el texto de la carta, pero advirtió la canciller Delcy Rodríguez que su gobierno no participará en ninguna reunión convocada para el intervencionismo y el cuestionamiento a Venezuela u otro país en el ejercicio soberano de sus actos políticos y administrativos. Con la firmeza y la franqueza que la caracteriza, declaró: “Ahora somos más libres y soberanos”.
Razones de peso
En la carta se argumentan de forma concreta las razones que motivaron la histórica decisión: “Esta decisión se ajusta de manera soberana a los postulados históricos y doctrinarios de nuestro proceso independentista bolivariano. Cabe también señalar que la historia de la organización, tanto de otrora como de ahora, expresan de manera lastimosa a una corporación secuestrada desde su nacimiento por intereses contrarios al espíritu de integración y unión, enseñanza luminosa de nuestro Libertador Simón Bolívar, el más grande hombre que haya parido este Continente, quien siempre soñó con la Patria Grande, libre e independiente. La OEA se gestó y consolidó como instrumento infame al servicio de intereses hegemónicos imperiales muy claramente definidos, privándole de la misión posible y correspondiente al de una organizacción internacional que haga respetar, y respete, los principios de Derecho Internacional, principalmente de igualdad soberana, independencia y autodeterminación”.
Y a renglón seguido dice: “La OEA se ha convertido en vehículo de intervenciones abiertamente lesivas de los principios y del Estado de Derecho Internacional. Resulta profundamente vergozoso que esta institución no hiciera mutis, ni tan solo una denuncia, al menos una declaración, frente a acciones injerencistas, ni siquiera frente a un caso tan absurdo como arrogante que aconteció con la Orden Ejecutiva de Barack Hussein Obama del 9 de marzo de 2015, y que hoy revitalizan una facción minoritaria de Estados miembros de la OEA, al pretender proyectar a Venezuela y su Revolución como una amenaza regional”,
No deja ninguna duda que para el gobierno bolivariano la OEA nunca jugó un papel a favor de los países de América Latina y del Caribe sino que estuvo plegada a los intereses imperiales de Estados Unidos. Ello fue posible por la mayoría de los países lacayos de Washington. Cuando Cuba fue expulsada de la OEA fue una triste señal del servilismo de las oligarquías del continente con la política exterior de Estados Unidos. La calificó el comandante Fidel Castro de “Ministerio de Colonias Yanqui”. Expresión bastante afortunada.
La OEA al servicio del monroísmo
La OEA fue el soporte de la política gringa para que los gobiernos de Estados Unidos consideraran a América Latina el “patio trasero” en favor de sus intereses geopolíticos y económicos. Así surgieron el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que sirvió para “legalizar” invasiones militares, intervenciones y golpes de estado, y la “Carta Democrática” que quieren aplicar por primera vez con Venezuela, aprobada a toda marcha, en septiembre de 2001, en Lima, cuando el ataque de las torres gemelas en Nueva York. Nunca antes aplicada en situaciones graves y de destabilización democrática, como en Honduras, por ejemplo, cuando el golpe militar a Manuel Zelaya, en 2009. O para impedir las destituciones ilegales y golpistas a Fernando Lugo en Paraguay, en 2012 y a Dilma Rousseff en Brasil, en 2016.
En el fondo lo que vuelve a quedar planteado es la antigua contradicción con la política imperialista del monroismo panamericano de Estados Unidos o la soberanía y la autodeterminación que sustentan los gobiernos y fuerzas democráticas del continente. Lo dice de manera clara la declaración del Buró Político del Partido Comunista de Venezuela (PCV) al apoyar la decisión del presidente Maduro: “El PCV, desde su fundación, en correspondencia con su esencia socialista y antiimperialista, ha luchado contra el monroísmo y enarbolado las banderas históricas de la independencia, la unidad e integración latinoamericana y caribeña, contenidas en el pensamiento bolivariano”. Al tiempo que recuerda que fue la X Conferencia Interamericana, en 1954, en Venezuela, la que adoptó el monroísmo como práctica intervencionista en contraposición al bolivarismo.
Almagro un cipayo
Nicolás Maduro le dice en la carta a la OEA unas cuantas verdades a Luis Almagro que asumió la posición de un cipayo del imperio. “Ha ejercido usted, Sr. Luis Almagro, la peor de las actuaciones jamás conocida en la historia de esta Organización. Los tiempos por venir lo destacarán como el más infame y triste funcionario que haya deambulado por ese organismo y vaya que debió aplicarse para hacer méritos en ese sentido”.
Con toda razón el presidente Maduro califica a Almagro como “grosero agresor de mi patria”, porque es lo que ha hecho, desde cuando cumpliendo las órdenes del Departamento de Estado se puso al lado de la oposición golpista, negando los crímenes y atentados terroristas que comete para derrocar al gobierno legítimo bolivariano. Ni una palabra de este individuo sobre los asesinatos de miembros de la fuerza pública o funcionarios gubernamentales, ni de los actos terroristas contra bienes públicos, el incendio de centros de salud atendidos por los médicos cubanos o de las dependencias de los organismos judiciales. Mientras que repite las mentiras de la oposición y de los grandes medios de comunicación que hicieron causa común para frenar a la revolución bolivariana.
Las razones del gobierno venezolano son de peso. No hay, no existe, ninguna disposición que autorice a la OEA a intervenir en los asuntos internos de cualquiera de sus países miembros. Lo que están haciendo es violar la soberanía nacional de Venezuela; Estados Unidos ha venido ejerciendo presiones y amenazas contra otros países miembros de la OEA para que actúen contra Venezuela; fue adoptada una resolución sin contar con los votos necesarios que eran 18 y obtuvieron apenas 17. “Hicieron un fraude de su propio sistema”, dijo el embajador Moncada en la OEA; Almagro, Secretario General, que no puede actuar de forma parcializada, se convirtió en agente de la oposición y ha hecho llamados a la conspiración y al golpe contra el gobierno bolivariano.
Con todo lo expuesto se llenó la copa de los atropellos. Venezuela respondió con dignidad. Igual lo hubiera hecho el comandante Hugo Chávez, quien seguramente con la franqueza y el lenguaje caribe, hubiera dicho: “¡La OEA p´al carajo! La canciller Delcy Rodríguez lo deja planteado con claridad meridiana: “La historia se encargará de juzgar de forma implacable, no tenemos duda, y condenará con fuerza a los cipayos -serviles- genuflexos que hoy sirven a los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica”.