Jesús Javier Ferrer Sarmiento y Sergio Leonardo Ríos Mena
En Barranquilla se fragua hace algunos años un fenómeno que toma lugar en sitios ignorados. Los andenes, calles, parques y aires son el epicentro de la disciplina deportiva artística del Parkour. En su mayoría es practicado por jóvenes, no obstante puede ser realizado por cualquier persona sin discriminación de edad o género, gracias a que la disciplina permite ser entrenada según la capacidad de rendimiento, cabe destacar como mencionan los practicantes del equipo local Jumper Family que el Parkour como actividad física rompe los paradigmas sociales fundados en un sistema de competencias y reglamentaciones. La disciplina se fundamenta en la sana competencia consigo mismo, en busca del mejoramiento y desarrollo de las habilidades motrices y mentales del atleta. Sin embargo también radica en la inexistencia de una competencia contra otro u otros individuos, por ende, como plantean los practicantes: “el Parkour es caracterizado por la libertad, fraternidad y las capacidades de desplazamiento”.
Las técnicas empleadas en los entrenamientos o muestras proporcionan un interrogante que hace parte de su misma esencia. ¿El Parkour es arte, disciplina o deporte? Se les preguntó directamente a los practicantes, los cuales dieron por respuesta que “lo que practicamos no se escapa de cualquiera de las definiciones, sin embargo, algunos lo toman como deporte e incluso se plantea que pueda abrirse espacio entre una de las ramas de la gimnasia, otros lo ven como disciplina debido al conjunto de costumbres que debemos adoptar en los momentos de práctica, en cambio muchos coincidimos en que es arte, por sus características urbanas, fluidas y vistosas, es por ello que nuestro entrenamiento establece dietas balanceadas y la renuncia al consumo de alcohol o drogas alucinógenas y no nos parece descabellado que se considere una disciplina deportiva artística dado que se recogen elementos de todas las áreas”.
Apoyo familiar
En la actualidad el equipo Jumper Family realiza dos eventos anuales, uno, que en primera instancia convoca a los practicantes de la costa aunque normalmente cuenta con la participación de practicantes internacionales y un entrenamiento masivo nacional que del mismo modo se acompaña de ellos. Se les indagó sobre ¿cómo se sustentan económicamente estos eventos? El panorama es desalentador porque mencionan que en múltiples ocasiones han solicitado el apoyo por parte del gobierno local, así como también de empresas privadas y han sido rechazadas o simplemente no han tenido respuesta sus solicitudes, por lo que han tenido que recurrir a gestiones financieras que giran alrededor del apoyo familiar, la venta de prendas de vestir con la marca del equipo (Jumper Family) y el popular semaforeo, que consiste según ellos en hacer muestras artísticas de acrobacias en frente de los carros que esperan la aprobación del cambio de colores en los semáforos, los que de manera voluntaria dejan de su aporte.
Nos preocupaba pensar que una alternativa sana para la juventud pueda desaparecer de nuestra ciudad a causa de un abandono injustificado, pero no es lo que piensa Jean Carlos Ortega (miembro de Jumper Family), él se niega a creer en la desaparición del Parkour, por eso sueña y trabaja para que en un futuro no muy lejano se puedan consolidar proyectos que permitan la apertura de espacios de entrenamiento adaptados a sus necesidades y una escuela que posibilite la formación libre en la ciudadanía interesada, además insiste constantemente en que la disciplina no adopta un estilo específico sino que estos surgen y desarrollan en la medida del entrenamiento individual, por eso plantea que “las escuelas de Parkour que nosotros queremos conformar no establecen un estilo único, sino que de la posibilidad de avanzar en los estilos preferidos por cada practicante, a quien le gusten las acrobacias será libre de hacerlo con las prevenciones necesarias para evitar algún tipo de lesiones o a quien le guste el desplazamiento pueda practicarlo con ayuda de los que tenemos algo más de experiencia. El Parkour en la escuela será libre, aunque tendrá una única regla que será no lastimarse”.
En el Santo Cachón
Además de los inconvenientes que propicia el abandono gubernamental ¿qué tipo de problemas han tenido que solucionar para poder practicar de manera normal? Mencionaron que “en primer lugar, la ciudad de Barranquilla no contaba con un espacio propio y acorde para practicar, por lo que tuvimos que iniciar hace ya algunos años la creación de un spot (espacio con obstáculos donde entrenar) en el parque Santo Cachón como en Barranquilla se le conoce al Sagrado Corazón, ahí enterramos llantas que usamos como obstáculos o trampolines para practicar el desplazamiento.
Al ser el Parkour un disciplina libre, a veces tenemos que salir del parque en busca de nuevos andenes, muros y retos, cosa que en muchas ocasiones ha traído mayores consecuencias, debido a que la policía con el argumento de la alteración del orden público nos persiguen y retienen en un CAI o en la UPJ (Unidad de Prevención y Justicia), tratándonos como delincuentes por practicar nuestro arte”. Continuando con el mismo orden de ideas, los miembros de Jumper Family en medio de sus actividades financieras se ven de otro modo reprimidos por la policía local, por ejemplo cuando semaforean. Con el alegato del cumplimiento del “nuevo código de policía” les intentan impedir mediante intimidaciones la realización de su actividad, que no solo tiene como objetivo el sustento propio y el financiamiento de los eventos que de otro modo no podrían realizarse.
Llegando a este punto, es asombroso ver que prácticas como el Parkour se abren espacios dentro de una sociedad que acuña grandes niveles de decadencia y más puntualmente en cúmulo de la juventud que es foco de las bandas criminales y objetivo de los carteles del micro tráfico. Sin duda alguna esta disciplina se expresa como una alternativa para el uso del tiempo libre al igual que combate con sus principios de fraternidad y no competencia a los esquemas deportivos que tienen como fundamento la rivalidad con el compañero que se reproduce en otros espacios de vida.
Sin embargo es desconcertante el darnos cuenta como los gobiernos de turno ignoran y abandonan este tipo de prácticas que incentivan los desarrollos individuales y colectivos, es palpable la interpretación en que se ve a algunas instituciones estatales como verdugos, ya que participan en la estigmatización de manera reglamentada, en conjunto de la reforma al código de policía que penaliza las actividades y las muestras artísticas en los semáforos que son el sustento de vida y económico para la realización de las actividades que germinan alrededor del Parkour. Es por ello que esta práctica se encuentra en una encrucijada, entre el abandono y la represión.