De nuevo a la ética marxista

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Víctor Valdivieso

Hace rato que, al interior del partido se está debatiendo sobre la importancia de la ética marxista. De hecho, en la última conferencia ideológica salió un número de puntos de vista haciendo alusión a este aspecto, remarcando la importancia de pensar, aquí y ahora, nuestra identidad comunista. Aunado a esa contribución, y además de lo mucho o poco que se ha producido sobre el tema, el debate sigue y es probable que en nuestro próximo XXII Congreso la discusión se profundice. Muestra de ello es que en el documento de preparación, especialmente en el capítulo sexto1, se destacaron las tesis 139 a la 141 para reflexionar, de nuevo, sobre estos temas cruciales.

Con esta consideración, el objeto de este escrito es aportar un poco más a sedimentar o a contribuir con ese debate. Por eso se destacan algunos principios éticos, extraídos de algunos esquemas teóricos, que bien podrían ser considerados como parte integrante de nuestra identidad.

Sobre la identidad y la ética

En primer lugar, sobre la identidad y la cuestión ética se trae a colación un texto de Adam Schaff, titulado ¿qué significa ser comunista?, que utilizábamos hace unos años en la JUCO de Santander para hacer la premilitancia. Allí, el pensador marxista, además de diferenciar la tradición comunista, de la socialista –a secas-, del marxista o de los “marxianos”, del anarquista, etc., incluyó un componente individual que debe, según él, llevar todo aquel que utilice como carta de presentación el rótulo de ser-comunista.

Así las cosas, Schaff señaló que el comunista es, ante todo, internacionalista, humanista y altruista. De hecho, las tesis lo confirman. Pero, ¿qué significa eso? De repente, ser internacionalista es comprender que todo comunista apoya, siente y se solidariza con las luchas que libran los explotados del mundo, sin importar fronteras geográficas ni ficciones patrioteras que calaron en el seno de los comunistas por causa de la lamentable tesis del “socialismo en un solo país”. Por tanto, coherentes con nuestra filosofía, somos internacionalistas porque en el fondo los comunistas no tenemos patria, por la sencilla razón que nuestro enemigo –el sistema- se expande y oprime a los seres humanos por todo el mundo.

También, somos humanistas en el sentido proletario y plebeyo del término, diferenciándonos del “humanismo burgués”, como lo aclaró Aníbal Ponce, porque nuestro humanismo implica redimir lo humano, transformando las estructuras sociales que sustentan la explotación del hombre por el hombre, y no ejecutando los programas asistencialistas o los criterios de caridad empresarial, como el Teletón o Gotitas de amor,2 que aplican los “buenos y humanistas burgueses”.

Y, por último, el altruismo implica la virtud de procurar el bien del otro, incluso al precio del sacrificio personal, es decir, ser altruista conduce a oponernos sistemáticamente al individualismo. De otro modo, en tanto altruistas, somos solidarios porque sentimos como propios los padecimientos ajenos. Esto quiere decir que hay que habitar-en-el-otro, no como una prédica discursiva, sino a través de un ejercicio práctico. De hecho, hubo un sistema ético revolucionario, próximo a la teología de la liberación, que practicó una forma de altruismo a partir del ejercicio de la “encarnación”. Este principio consistió en “ponerse en los zapatos del otro” adoptando la vida de ellos. De esa manera, muchos revolucionarios se fueron a trabajar como voluntarios en las ladrilleras3, en los socavones4, en las fábricas, en los campos, etc., para comprender todos los infortunios que padecen los oprimidos. Ejercicio que, a propósito, debemos retomar en este nuevo momento político. Esto, por si es menester volver a popularizar5 el partido.

Principios o valores éticos

En segundo lugar, las mismas tesis del XXII Congreso ofrecen unos principios o valores éticos para la edificación de nuestra identidad. Aunque algunos que se leen, con todo respeto, son de Perogrullo, como por ejemplo, decir que dentro de los principios nuestros se cuentan los valores de ser “anticapitalistas” o “revolucionarios”, cuando por antonomasia sabemos que todo comunista es, por esencia, anticapitalista y revolucionario. Es tanto como decir que un principio ético del comunista es ser comunista. Pero más allá de esas tautologías, las tesis señalan otro valor inmanente a nuestra identidad: la unidad. Por eso, este principio, cuando es verdadero y se incorpora en nuestro accionar ético, es un ejercicio constante, y no solamente utilitarista –desatado en épocas electorales-, porque permite consolidar y aglutinar las distintas resistencias y fuerzas –en los distintos planos: locales, territoriales, nacionales y también internacionales- contra el sistema. Por tanto, la unidad es, además, un imperativo ético de los comunistas. Es más, decir que un comunista que potencia la desunión, el individualismo, el nacionalismo extremo, la competencia, etc., es una burda tergiversación “encarnada”.

Para resumir, los comunistas somos, o debemos aspirar a ser, unitarios, internacionalistas, humanistas, altruistas – o sea, solidarios- y, obviamente, anticapitalistas –antifascistas, también-. Y en tanto revolucionarios, nuestro objetivo debe apuntar a revolucionar, dinamitar si es posible, la moralidad actual. Por eso más que ganar una representatividad institucional, lo crucial para los comunistas debe ser “transvalorar” el horizonte de sentido capitalista y edificar nuevas formas éticas de sentir, de actuar, de vivir, de relacionarnos con los otros, de hacer política. En eso radica la necesidad de hablar, nuevamente, de la ética marxista. ¡Qué siga el debate!

1 Ver Tesis de discusión XXII Congreso. Capítulo sexto: Reforzar la identidad comunista… Pág. 83-110.

2 Gotitas de amor fue el programa de “solidaridad” con el que Almacenes Éxito agregaban en la cuenta de los consumidores un valor adicional, con el pretexto de: ¿quieres ayudar a los pobres?… mientras que sus empleados, como empacadores, no tenían derecho a acceder a prestaciones sociales ni a salarios dignos.

3 Así cuenta W. Broderick que lo hizo, en su juventud, el Cura Manuel Pérez.

4 Fernando Soto Aparicio, en una de las entrevistas que concedió en la última parte de su vida, dijo que para poder crear La Rebelión de las ratas tuvo que internarse en los socavones de carbón para ver la explotación a la que eran sometidos los campesinos por parte de las multinacionales.

5 Esto lo digo por la percepción que a veces tengo sobre la “elitización” de la política nuestra y el devenir “pequeñoburgués” de nuestro partido. Si esto incomoda y ofende, veamos, por ejemplo, cómo hacemos campañas– es decir, cuánto vale económicamente acceder a esos cócteles o comidas electorales- o cuánto vale ir a un evento “popular” nuestro. Esto abre una pregunta aplazada ¿Realmente nuestra acción política está dirigida o le dice algo a los sectores populares que aspiramos a representar?