Un debate desenfocado

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Angela Ponce. Foto instagram.

Roberto Amorebieta
@amorebieta7 

En los medios de comunicación y en las redes sociales se ha armado un alboroto porque la candidata por España al concurso de Miss Universo de este año es una persona transexual, es decir, nació hombre pero como se siente mujer, se ha transformado en una. Por supuesto, una noticia como esta ha sido la comidilla de la prensa de farándula e incluso de la prensa “seria”. Más aún, ha sido tema de interés para personas con pensamiento feminista quienes en todo este episodio ven, seguramente de buena fe, una oportunidad para reivindicar los derechos de las personas transexuales.

Lo preocupante de todo esto es que no se debata sobre la existencia misma de los concursos de belleza. Es cierto e inquietante que estos concursos –a pesar de ser el símbolo de una cultura patriarcal y machista– siguen siendo muy populares y todavía definen el referente estético de la belleza femenina en Occidente. En Colombia han sido casi una institución pero en los últimos años su importancia ha disminuido. Si bien las reinas aún son celebridades de la farándula, es evidente también que el país ya no se paraliza con la “elección y coronación” y que, por ejemplo, algunas alcaldías han prohibido los reinados infantiles.

Lo que sí es cierto es que a pesar de que los reinados son anacrónicos, el escándalo de Miss España devela que algo está cambiando. Hace unos años era impensable que una persona trans siquiera fuese aceptada a participar. A pesar de lo aparentemente trivial de la polémica, al final, este episodio es una buena noticia para los derechos humanos. El solo hecho de que exista un debate al respecto pone en evidencia una creciente corriente de opinión favorable al reconocimiento de los derechos de las personas Lgbti.

No obstante, también es cierto que este debate ha dado fuerza a lo que Nancy Frasser ha llamado el “feminismo neoliberal”. Este consiste en la reivindicación de las mujeres –y por extensión de las personas Lgbti– como individuos capaces de competir y ganar en el mundo masculino. Hay que advertir que si bien lo anterior es verdad –sí son capaces–, también hay que reconocer que las luchas por la liberación femenina y de género han sido históricamente luchas colectivas con reivindicaciones colectivas. Aquí estamos ante un típico caso de “techo de cristal” donde una persona transexual logra triunfar en un reinado exclusivo para mujeres. Pero no se trata de que algunas personas logren demostrar que “sí se puede”, se trata de transformar las condiciones socioeconómicas y culturales para que todos y todas puedan.