Ángela María Correa Areiza*
La escuela colombiana ha pasado de ser un simple aparato ideológico del Estado, que responde a los intereses de burguesías nacionales, a ser un espacio de amoldamiento del conocimiento para fines trazados por el capital transnacional. En ésta el aprendizaje es guiado por un modelo de instrucción casi mecánico que prepara a los estudiantes para la presentación de pruebas internacionales que validan la capacidad de enseñanza de cada institución educativa sólo en relación al lugar que Colombia ocupa en el modelo de mercado y de competencia.
A la par que la sociedad y el mundo se transforman y permiten nuevas formas de interacción y comunicación que traspasan los Estados, el estudiante se cuestiona y la educación debe permitir la comprensión crítica de la realidad en contravía del aprendizaje mecánico y de manual, donde el alumno comprenda que las capacidades intelectuales del estudiante de China, Estados Unidos, Alemania o Japón -por mencionar algunos-, no son mayores a las suyas, sino que ellos están ubicados en un lugar privilegiado por el sistema económico y que su modelo educativo corresponde a esto.
Un “orden natural” refutado
Por ello, durante décadas, maestros y alumnos han levantado la bandera de la libertad de cátedra como pilar para el pensamiento crítico, que dentro del círculo de docentes y estudiantes se presentan como pequeños puntos de fuga y desde cada área cuestionan la realidad, saben que la enseñanza promulgada por el establecimiento es la ideología de las clases dominantes cuya pretensión es que la sociedad siga sus orientaciones sin preguntas y se subordine a un “orden natural”, que hace más de dos siglos fue refutado.
En medio de los esfuerzos de sectores progresistas por generar cambios en el modelo económico, la regulación del proyecto autoritario neoliberal, validado por acciones autoritarias dirige esfuerzos para cerrar espacios al pensamiento crítico en función de reafirmarse con un modelo de enseñanza y aprendizaje único que desestima la conflictividad social y deposita en la educación un papel de reproducción del mercado.
Es así que, el proyecto de Ley 312 “Por medio de la cual se establecen prohibiciones al ejercicio de la docencia y a directivos de planteles educativos” presentado por el congresista del Centro Democrático Edward Rodríguez, al igual que la cartilla “educativa” de la editorial Santillana, e incluso, los cambios discursivos en el Centro de Memoria Histórico, hacen parte de la arremetida ideológica de un fascismo en ascenso que bajo cualquier medida pretende acabar con la posibilidad de cuestionamiento al statu quo de la sociedad colombiana.
Contra la autonomía escolar
Este proyecto fue presentado luego de la fuerte movilización que lideró el magisterio en cabeza de Fecode, en la que presentó un nuevo pliego de exigencias, donde, entre otras cosas, exige el reconocimiento y garantía de la educación como derecho fundamental, la dignificación de la labor docente, el bienestar del magisterio, salud, prestaciones sociales y garantías para el ejercicio de la profesión docente, la actividad sindical y la escuela como territorio de paz.
Por ello, el magisterio no esperó para pronunciarse y rechazar la forma como el partido de gobierno, Centro Democrático, ataca la labor docente a la par que atenta contra la autonomía escolar y la libertad de cátedra.
Al sumario de ataques contra el magisterio y la educación, el proyecto de Ley también atenta contra el derecho al trabajo en tanto sanciona e inhabilita para ejercer su función docente a quien llame a la discusión política en cualquier área fuera de las ciencias sociales.
Nuevo proyecto pedagógico
El proyecto de Ley 312, va en contravía a la libertad de expresión y la libertad de cátedra y es la máxima manifestación de adoctrinamiento fascista que oculta bajo el manto de la defensa a los estudiantes, la firme intención de fortalecer una masa de individuos adiestrados para sostener el modelo económico, porque el fascismo actual que recupera etiquetas morales de un viejo conservadurismo no es más que la fachada del neoliberalismo de guerra que luego del periodo del discurso de la paz, ha regresado con más fuerza para eliminar a cualquiera que ponga en cuestión o en peligro el modelo económico en el país poniendo sobre la mesa una visión de educación “única y universal” en contra de un modelo de educación crítica.
Es preciso que el magisterio y los estudiantes puedan establecer criterios para crear un nuevo proyecto pedagógico que tenga como piedra angular el pensamiento crítico, y se movilicen con el objetivo pleno de educar y aprender para generar las transformaciones que el país requiere y sus gobernantes quieren impedir.
* Responsable Nacional de Secundaria, Juventud Comunista Colombiana.