El viejito del megáfono

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Jairo Yáñez Rodríguez, empresario y actual Alcalde de Cúcuta.

Gabriel Becerra Y.
@Gabocolombia76

En las acostumbradas tertulias que realizamos durante los días de fin y comienzo de año por quienes visitamos la frontera, esta vez se sumó un tema de discusión: contra todos los pronósticos ganó la Alcaldía de Cúcuta el “viejito del Megáfono”, nombre coloquial con que se identifica al empresario Jairo Yáñez Rodríguez, que según la encuesta del Centro Nacional de Consultoría cinco días antes de las elecciones, alcanzaba la cuarta posición con un remoto 9% de la intención de voto, muy lejos del candidato que se daba como ganador, el continuista Jorge Acevedo, inscrito por los Partidos de la U y Cambio radical, respaldado por el tristemente célebre Ramiro Suárez, exalcalde aliado del paramilitarismo, condenado a 27 años de prisión por homicidio.

El nuevo alcalde, sin trayectoria política, proveniente del sector empresarial, de tradición conservadora con antecedentes en el Centro Democrático, aterrizó a última hora en Alianza Verde, supo aprovechar el momento de crisis, los errores y el desgaste de las maquinarias tradicionales, rodearse de nuevos liderazgos, y canalizar la mayoría del voto libre y alternativo que disperso ha venido creciendo en la ciudad.

En los gobiernos de Álvaro Uribe presidente, el departamento y la ciudad vivieron periodos dolorosos de control paramilitar en alianza con empresarios y políticos que conllevó a miles y cientos de amenazas y asesinatos de líderes populares y alternativos. Entre ellos nuestros compañeros Tirso Vélez, Luis Humberto Rolón, Zaratiel Martínez, Edwin López, Gerson Gallardo y Carlos Bernal.

Estos antecedentes y contextos hacen comprensible la importancia de la llegada del “Viejito del megáfono” al palacio municipal de Cúcuta como ruptura con el ramirismo y otras fracciones de la política tradicional; pues se espera su equipo represente un avance en términos de modernización política, especialmente en la lucha contra la corrupción, el fortalecimiento de la educación, algunas medidas para la reactivación económica, el respeto de la vida y las libertades, y el fortalecimiento de la participación ciudadana.

La ciudad que ha tenido que acoger a más de 200 mil venezolanos en los últimos años, vive una agudización de su crisis social con el 40% de su población en la pobreza; 20 de cada 100 niños sufren desnutrición aguda severa; la tasa de desempleo llega al 16% y la informalidad laboral es la más alta del país con un 72%. Así mismo, Cúcuta se ubica entre las cinco ciudades más violentas del país.

La anterior administración dejó endeudada la ciudad y según los informes que se conocen del empalme, con un desorden administrativo monumental. Más que un proyecto de ciudad con objetivos y metas claras, la politiquería tenía como en el resto del país, una distribución de cuotas de poder por entidades, dedicadas a garantizar la contratación a favor de sus amigos y clientelas. Huérfanos de poder ya la mayoría de concejales, donde Ramiro Suárez continuó teniendo gran influencia, eligieron mesa directiva, e impusieron una Contralora de bolsillo, acostumbrados al chantaje, esperarán con ello ablandar al nuevo gobierno.

Teniendo en cuenta sus orígenes, trayectoria y correlaciones de fuerza difícilmente el nuevo alcalde podrá generar rupturas trascendentales. Aun así, vale la pena pensar que será un avance democratizador para una región tan estratégica como lo es la frontera colombo – venezolana.

Saber interpretar el mensaje de cambio del pueblo cucuteño para organizarse, avanzar y no defraudar es la clave.