Provida: una descarada contradicción

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Foto Sophia Martínez.

La despenalización del aborto hace parte de procesos sociales que demandan acciones políticas persistentes que propenden por la construcción de un mundo mejor. Para ello es necesario reconocer que el derecho al aborto es el derecho a la vida humana en condiciones dignas

Renata Cabrales
@RenataRelata

Según la denuncia de Juan Pablo Barrientos en su obra Dejad que los niños vengan a mi, Monseñor Ricardo Tobón, arzobispo de Medellín y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, habría protegido a curas pederastas. Uno de esos supuestos criminales protegido es el padre Roberto Antonio Cadavid Arroyave, quien ha sido denunciado por abuso sexual de menores, mientras se desempeñaba como sacerdote, capellán y rector de colegios parroquiales en Antioquia. Uno de los demandantes es un joven que afirma que, a cambio de 80 millones de pesos, le hicieron firmar un documento en el cual se comprometía a no denunciar al señalado como victimario y en el que debía negara haber padecido cualquier clase de daño moral o físico por parte de Roberto Antonio Cadavid.

Así mismo, hace poco se hizo viral en redes sociales el caso de un sacerdote, también colombiano, que embarazó a una niña y tiene el descaro de decir que eran novios formales y que la familia lo consentía. El acusado por pederastia, 30 años después de los hechos, afirmó que la menor lo aceptó y que no la presionó, sino que estaban enamorados. Nada más aberrante que argumentar un caso de violencia sexual con el hecho de un supuesto amorío, cuando es evidente que una niña de 10 años no tiene idea de lo que es una relación de pareja.

Esto no es todo, no hay esperanza para los niños y las niñas abusadas por miembros de la iglesia católica cuando estos se arrogan el derecho de hacer afirmaciones tipo: “La pedofilia no mata a nadie, pero el aborto sí”, tal y como manifestó con descaro un cura estadounidense, pues la iglesia católica, señalada de cometer actos de violencia sexual contra las y los niños, alrededor del mundo, se cree con el derecho moral de decidir sobre los cuerpos de las mujeres en el caso del derecho al aborto y condenar como asesinas a quienes acceden a este derecho.

Pero no, no es la pedofilia per se la que mata, es la violencia sexual la que hace que jóvenes abusados como el hijo de Patricia Osorio quien contó a los medios hace un par de años, que su hijo se había suicidado y que en sus últimas cartas, manifestó que había sido víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote en el colegio San Viator. Como el joven protagonista de esta historia, son muchos los y las jóvenes que han tomado esta iniciativa, al sentir el completo abandono de la justicia ante los casos de abuso de los que han sido víctimas.

Ultraderecha contra la paz, pero provida

No solo la iglesia católica, que históricamente ha pretendido decidir sobre los cuerpos de las mujeres, ha puesto todo tipo de obstáculos para obligar a la Corte a volver atrás en cuanto al derecho a la interrupción del embarazo y los derechos sexuales y reproductivos de las colombianas, sino que además, están ahí al pie de las luchas del movimiento de mujeres, actuando como rémoras, miembros del partido Centro Democrático, colectividad que ha hecho trizas la paz, en cabeza del senador Álvaro Uribe Vélez, quien es acusado de ser responsable bajo su presidencia, de miles de ejecuciones extrajudiciales, estrategia militar de la cual fueron víctimas, incluso, niños en situación de vulnerabilidad.

El senador, que posa de provida, ahora sale con el vil acto de hipocresía de exigir un referendo contra el aborto, porque “hay que defender el derecho a la vida”, esto con el fin de ir contra de la propuesta del magistrado Alejandro Linares, que propone la despenalización total del aborto antes de las 16 semanas de gestación, proposición que, por el contrario, sí busca proteger la vida de miles de mujeres empobrecidas, que se exponen debido a las precarias condiciones a las que se someten para practicarse un aborto.

La última ponencia de la Corte

La ponencia del magistrado Linares es parte de los logros para reconocer el aborto como un derecho humano que surge del reconocimiento del derecho a la vida de las mujeres.

En conversación con VOZ, Juanita Barreto Gama, activista del movimiento social de mujeres y quien se denomina como: “ciudadana gracias a las feministas que me antecedieron”, habla sobre el derecho de las mujeres al aborto y a decidir sobre sus cuerpos. “Pienso que se falsea la realidad de las mujeres y se constriñe la libertad y autonomía de estas, mediante información que identifica el aborto con el asesinato, apoyándose en mentiras y engaños sobre el proceso que va desde la concepción hasta el nacimiento. Quienes siguen considerando que el aborto es un delito, desconocen los avances logrados por la humanidad en la comprensión del horizonte de sentido ético que reconoce a los seres humanos como personas”, reflexiona Barreto.

El derecho al aborto y su legalización hacen parte integral de la Constitución Política de Colombia y de los avances logrados por los movimientos sociales de mujeres en la construcción de un Estado Laico y Social de Derecho.

A este respecto, Juanita Barreto nos recuerda que: “El Código Civil Colombiano es muy claro al determinar en su artículo 90 que «La existencia legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente de su madre. La criatura que muere en el vientre materno, o que perece antes de estar completamente separada de su madre, o que no haya sobrevivido a la separación un momento siquiera, se reputará no haber existido jamás». Esta norma avanza en el reconocimiento del derecho de las mujeres a la vida, a la autonomía sobre sus cuerpos y sobre sus decisiones”.

Así pues, “desconocer esta norma es revivir las hogueras de la Edad Media para las mujeres libertarias. Confundir aborto con asesinato es reproducir la ignorancia y la culpabilización de las mujeres”, resalta la activista.

El derecho al aborto como derecho a la vida

Según Barreto, ejercer el derecho al aborto es ejercer el derecho a la vida humana gestada en condiciones de justicia, verdad, reparación y no repetición. Para eso es necesario, según la activista feminista, formularse cuatro preguntas para seguir abriendo caminos transformadores en los cuales la sumisión no sea nuestra misión:

  1. ¿De cuál justicia hablamos cuando reconocemos el aborto como un derecho y exigimos condiciones para ejercerla?; 2. ¿Cuál es la verdad que demandamos cuando deseamos decidir sobre la gestación contando con lo que dicen nuestros cuerpos que hablan y son hablados?; 3. ¿Qué reparación esperamos en el mundo que habitamos para trastocar en vida el dolor de quienes murieron y siguen muriendo por una preñez no deseada?; y 4. ¿Qué forma toma el sueño de la no repetición cuando los poderes establecidos pretenden imponerse legitimando el asesinato de quienes defienden los derechos conquistados y aún no realizados plenamente?