
Un nuevo escándalo sacude al mandatario Iván Duque por el fraude y la financiación del narcotráfico en la compra de votos en La Guajira y la Costa Caribe, para su campaña presidencial de 2018. Los 25.000 registros de audios del “Ñeñe” Hernández son claros y evidencian la estrategia tramposa que desarrolló el uribismo para ganar las elecciones. Es importante tener en cuenta que los audios son legales, pues hacen parte de procesos de investigaciones, que buscan esclarecer el crimen de Óscar Rodríguez y de los vínculos del “Ñeñe” con el narcotraficante Marcos Figueroa, “Marquitos”, al cual se le ejecutó extinción de dominio por parte de la Fiscalía en junio de 2019. Es decir, el “Ñeñe” no era un prestigioso empresario ganadero, exportador de carne y comerciante de hidrocarburos, como lo intentaron presentar, evidentemente, era un socio de los narcotraficantes de la región.
Una vez más observamos en conjunto, el relacionamiento de Uribe no deja de ser sospechoso. Se ha evidenciado que una parte de sus amigos están involucrados en problemas con la justicia y existe un constante manto de corrupción que cubre todo su entorno, que demuestra el real talante y naturaleza del expresidente. En el inventario de vínculos y agendas sociales, se deben sumar las cercanías con el “Ñeñe”, que refieren los audios, los cuales hablan de ser “muy amigo” del senador Uribe, del nivel de hermandad con el presidente Duque y, también, habla de sus cercanías con Germán Vargas Lleras, Néstor Humberto Martínez, entre otros. Todos ahora niegan sus nexos, pero las redes sociales dicen otra cosa, recrean gran cantidad de mensajes y fotos en las que aparece con dichos personajes. ¿O acaso el autorizar que el “Ñeñe” fuese transportado en aeronaves de las Fuerzas Militares en esta administración, no evidencia que efectivamente existía un estrecho vínculo e incluso influencia sobre la alta oficialidad?
Al parecer la estrategia del uribismo, en cabeza del presidente, es negar todo y colocar en la agenda política cortinas de humo, que oculten la responsabilidad política del fraude electoral. Es claro que, por medio del fraude, la compra de votos con dineros de los narcotraficantes, se robaron las elecciones presidenciales. Una vez más los corruptos impidieron el tránsito del país hacia un gobierno diferente, honesto, humano y democrático.
La muerte del “Ñeñe” favorece el silencio que consolida la criminalidad del régimen y oculta la ilegitimidad del presidente. A pesar del embrollo uribista, hace tres semanas Aída Merlano con sus denuncias rompió el tinglado que cubría la inmoral compra masiva de votos del uribismo a nivel nacional. Al parecer fueron muchos los actores y muchas las trampas que contribuyeron a la victoria de Duque. Otra vez los poderosos se mantienen en el poder, por medio de la trampa y la ineficacia cómplice de la fiscalía, por lo cual permanecieron ocultas dos años grabaciones que prueban los delitos cometidos para poder llegar Duque a la Presidencia. Ahora que aparecieron, nada con este Fiscal garantiza que tengan éxitos estas investigaciones.
El escándalo de la compra de votos llega en un mal momento del presidente, los resultados de la última encuesta de Invamer Gallup revelan que, al tránsito de año y medio de su gestión, tiene el 71% de desaprobación, el más alto en su período, especialmente, en temas como: seguridad, desempleo, corrupción y el costo de vida. La caída de su imagen y autoridad política implica que, para la gente, el país está empeorando y no existe credibilidad en su gestión.
La estrategia de cooptación de sectores del partido de la U y Cambio Radical, junto con el CD y el partido conservador, está destinada a obtener una mayor capacidad de maniobra para llevar el tránsito de su agenda de reformas retrógradas: pensional, laboral, judicial y política, que le permitirían favorecer su gobernabilidad, implicando una recomposición de la gobernabilidad a la defensiva. En cuanto al reacomodo de su gabinete, no está en función de buscar salidas a los grandes problemas del país, al contrario, aspira a llevar a cabo las reformas, que van a precarizar aún más las condiciones de vida y aumentar la brecha de desigualdad y desempleo.
Mientras Duque se desploma en el marco de su estrategia corrupta y narcopolítica, la tarea de la izquierda, de los sectores democráticos y decentes del país, estará enfocada en avanzar hacia la cimentación de un programa de reconstrucción de nación, contenida en una narrativa que dé fuerza y esperanza a las nuevas generaciones de un país nuevo, lo que implicaría avanzar en acuerdos amplios, que impulsen, entre otros, la defensa de la paz, el cumplimiento de los Acuerdos, la defensa de la vida y los derechos humanos, entre otros puntos comunes, que converjan hacia una ruta de mayores alcances en la superación de las desigualdades, la exclusión y la injusticia social.