Un militante de la paz

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Bernardo Jaramillo Ossa.

Ómer Calderón
@omer_calderon

Enfático fue el planteamiento de Bernardo Jaramillo en el Congreso por la Paz, realizado en Ibagué en febrero de 1989: “la única alternativa y la única salida es la salida política al conflicto armado”. Expresó así la esencia de la fuerza política surgida de los acuerdos de paz, suscritos cuatro años antes entre el gobierno y las FARC-EP, en aquel aciago año de guerra contra la Unión Patriótica y demás agrupaciones políticas de izquierda.

Habiendo tomado el testigo de la presidencia de la UP, luego del asesinato de Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo interpreta la situación política como el resultado de la creciente movilización por la apertura democrática para transformaciones sociales y económicas en procura de mejores condiciones de vida para la población. Circunstancias de auge de protestas sociales y procesos unitarios de trabajadores, estudiantes y movimientos cívicos que se anudaban en el conflicto político, social y armado que se acercaba a su tercer decenio.

Dada la centralidad estratégica de la confrontación armada y de la conflictividad social, recalcó en aquel encuentro por la Paz que “la salida política al conflicto armado pasa por el diálogo entre el Gobierno y la insurgencia, toda ella en su conjunto, y la interlocución también válida de la sociedad civil para encontrar caminos de reconciliación”.

Diálogo entre las partes, exigido por el clamor popular por cimentar una paz sólida, como se había expresado en el salto en los resultados de las elecciones presidenciales de 1986, en elección de alcaldes en regiones estratégicas de la geografía nacional y en el auge de las luchas unitarias de un amplio espectro del movimiento popular. Así, la lucha por la solución política era la forma de avanzar hacia transformaciones de signo democrático y progresista.

La lucha política, una prioridad

Bernardo fue así consecuente con su militancia comunista, de la que destacaba los lineamientos trazados por sus congresos fundamentados en la perspectiva de incentivar la lucha política de masas. Con ello, tomó distancia ante las lecturas de la situación nacional de “asomos de una situación revolucionaria”, convocando a la insurgencia a priorizar el arma de la lucha política de manera tal que el escenario de la confrontación fuese aquel de mejores condiciones para las fuerzas democráticas y revolucionaria, que no era otro que el terreno del diálogo para una apertura democrática.

Por ello denunció la estrategia guerrerista del establecimiento, señalando que “no se puede ser consecuente con la paz y reclamarla, mientras se mantienen los operativos militares a lo largo y ancho de la patria, de que no se puede ser consecuente con la paz y hablar de paz mientras no se combate efectivamente a los grupos paramilitares, de que no se puede ser consecuente con la paz y hablar de paz cuando no se castiga ejemplarmente a los miembros del estado comprometidos en la violencia contra la población civil”. De ese modo ponía el acento en la necesidad de movilizar todas las fuerzas sociales hacia la apertura del escenario de la solución política.

Persistía en esa estrategia de lucha política, destacando que “la necesidad y la convicción de que ese diálogo debe ser directo y de las dos fuerzas en contienda”. Negociaciones de paz con el objetivo de llegar a acuerdos dirigidos a que ambas partes cejasen sus acciones militares. “Tienen que sentarse a la mesa de conversaciones dispuestos a hacer concesiones a la contraparte” remarcó.

Sobre la combinación

Lucha por el diálogo que afrontó la ofensiva ideológica del militarismo de encapsular el conflicto interno como efecto de la “combinación de las formas de lucha”, ante lo que Bernardo tenía claro que esa tesis reflejaba el rasgo excluyente y violento del régimen político, por lo que el campesinado hacia uso de las reglas impuestas por los gobernantes, desplegando acciones reactivas de defensa de sus reivindicaciones.

De allí que diferenciara entre “la combinación” como un hecho social y “la utilización” de las formas luchas como práctica política, de la que la presencia, el accionar y los resultados políticos de la Unión Patriótica ponía de presente que demostraban eran distante de su foco estratégico: la solución política al conflicto interno.

La mirada política al accionar insurgente, fue el foco de su postura política en procura de avanzar hacia la paz. Observaba que el momento político, al carecer de todas las condiciones insurreccionales, hacía que las operaciones guerrilleras contra la infraestructura económica, así como el secuestro indiscriminado, quedaran fuera de contexto y tuviesen consecuencias políticas adversas a los objetivos de poder del movimiento popular. De nuevo, su llamado de atención se dirigió hacia el carácter político de la insurgencia armada.

Contra el dogmatismo

Debate que estuvo cruzado por la polémica en el plano internacional sobre la perestrioka, o la crisis del poder comunista en el territorio federal soviético, del que tomaba a crítica al modo de gobierno y el estilo de dirección partidario, poniendo el acento contra el dogmatismo y el sectarismo que, señalaba, adolecía la izquierda, junto a todos los aciertos en la lucha por los derechos de los pueblos. Sin embargo, esta discusión tenía el trasfondo del fortalecimiento de la estrategia de potenciar la lucha política de masas, teniendo como táctica la conquista de una solución política al conflicto interno, para lo cual los cambios en la URSS servían de argumento para concitar a la renovación del programa de lucha junto con el despliegue de la iniciativa política por una profunda apertura democrática.

Con el horizonte puesto en el avance hacia un nuevo gobierno de convergencia por la paz, fue claro al sostener que “hoy en Ibagué también tenemos que precisar la convicción de la Unión Patriótica de qué en la otra ala del conflicto en la insurgencia armada colombiana no se puede quedar en sus reiterativas cartas y llamamientos a la paz, de que el movimiento insurgente tiene que dar pasos precisos y serios para aclimatar un ambiente de diálogo”.

Tres décadas después las banderas que levantó hasta su ultimo día, fueron sostenidas de manera ininterrumpida por el Partido Comunista y la Unión Patriótica, conquistando la anhelada solución política al conflicto en los Acuerdos de la Habana, que hoy, como en su momento Bernardo, concitan a meterle pueblo a la conquista de la paz.