Bajarse del burro hasta que el arroyo merme

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Yezid Arteta Dávila*
@Yezid_Ar_D

En las grandes revoluciones la izquierda vivió a plenitud. Cuando el control pasó a manos del neoliberalismo la situación trucó. Cientos de miles de militantes esparcidos por el planeta quedaron como náufragos sobre un mar agitado. Aferrados a la nostalgia. Otros, en cambio, pudieron nadar hasta la playa más próxima y desde allí buscaron la manera de sobrevivir. Desde entonces la izquierda tiene, al menos, tres caras. Una está representada por el militante hormonal, litúrgico, encallado en su dogma. Otra es la del activista que ha encontrado en las redes sociales un cómodo sillón y una razón para seguir con vida. La tercera cara está representada por un híbrido: el compromiso del militante con la innovación del activista. Una fusión que no es fácil de conseguir y sobrellevar.

La pandemia de coronavirus nos retrata a cada uno. Ante el sufrimiento humano resulta insensato anteponer el interés partidista. El partido o la nación es uno de los dilemas que la izquierda a veces no sabe cómo resolver en situaciones como la actual. Los médicos cubanos que, atienden la emergencia sanitaria en lugares diferentes a su isla, no hacen disquisiciones ideológicas a la hora de actuar. Es repugnante que un médico en Santa Marta anuncie en twitter su deseo de dejar morir a los pacientes infectados de Covid-19 que identifique como seguidores del expresidente Álvaro Uribe. El humanismo no es una mera formulación teórica. La solidaridad no puede entenderse como una acción que sólo deben recibir los que están en mi bando. La maldad y el odio son conductas que llevan a la devaluación ideológica de una organización, como a la ruina moral del individuo.

Colombia está en Latinoamérica. Observo a ciberactivistas colombianos radicados en Europa pidiendo para el país la ejecución de medidas contra la pandemia que sólo son aplicables en ciertos lugares del Viejo Continente. Colombia, como toda Latinoamérica, está bajo amenaza. Un miedo y una tristeza indescriptible domina a la población. El mundo post pandemia es una incógnita. Las consecuencias políticas son imprevisibles. Por ahora, Viejo Topo, hay que vivir el presente. El presente es la pandemia. Una emergencia sanitaria a la que hay que arrimar el hombro. El deseo no es ninguna cura.

“Desensillar hasta que aclare” es una expresión muy argentina. Gaucha. La empleó Perón durante la dictadura de Juan Carlos Onganía. Mejor detenerse cuando se está a oscuras y no se ve el camino. Puede haber enemigos emboscados. Es conveniente quitar la silla al caballo y esperar hasta el día siguiente para continuar cabalgando. Recuerdo que cuando yo era niño iba a horcajadas en el anca del burro. Mi abuelo Héctor iba sobre la silla llevando las riendas. Íbamos del pueblo hasta el rancho. Había que vadear un arroyo manso. Cuando el arroyo estaba crecido, mi abuelo esperaba a que mermara para atravesarlo. Mi abuelo era tuerto, pero no tonto.

* Escritor y analista político

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