Yezid Arteta Dávila
@Yezid_Ar_D
Un espectáculo puedes verlo desde el asiento de un glamuroso teatro o desde un televisor. El boleto para asistir al concierto de tu banda favorita, por ejemplo, te puede costar igual o más de lo que gana el empleado de seguridad del banco en el que guardas tus ahorros. Tus ingresos te permiten comprar un boleto para tí y tu pareja. Ganas y vives bien. El empleado de seguridad, en cambio, gana una bicoca. Para este pobre hombre una lavadora es un lujo. El televisor es su única fuente de diversión. Los fines de semana arregla un poco su existencia con música y alcohol. Son dos vidas. Paralelas. La tuya y la del empleado. Tú vacacionas en Europa o te vas a ver ballenas al océano, sales a comer sushi y compras tus antojos por Amazon. Él se queda en casa viendo televisión, escuchando música y bebiendo cervezas.
El día sin IVA, el empleado de seguridad del banco no lo pensó dos veces. Madrugó. Era una linda oportunidad para deshacerse de la antigualla que tenía en casa. Con un televisor smart la vida será menos aburrida, piensa y sonríe. Es un hombre fuerte y ágil, virtudes que le permitieron abrirse paso entre la estampida que irrumpió en la tienda de electrodomésticos. Tú, cascarrabias, has visto la estampida humana desde el smartphone de última generación que compraste antes de que se viniera la pandemia. Ves al empleado que lleva una enorme caja sobre los hombros. Te irritan las imágenes. Estos hijosdelagranputa son unos salvajes, mascullas desde tu sofá estilo retro. Te sumas a la indignación de los analistas que han garrapateado alguna baratija en su pared de Facebook o Twiter. Haces click en un emoticono que tiene la jetica abierta. Otro click en “me gusta”. Retuiteas. Compartes imágenes. Somos un país incivilizado, le comentas a una colega por Zoom. Entre más pobres más brutos, prosigues. Colombia no tiene arreglo, concluyes.
Tu colega, cascarrabias, no ve las cosas así. Ella ha visto estampidas en Europa por conseguir papel higiénico horas antes de que los gobiernos ordenaran el confinamiento de la población. Ella ha visto amanecer en España a cientos de personas frente a los grandes almacenes en la víspera de las rebajas. Ella vio en Los Balcanes a hombres educados, políglotas y mundanos, participando en matanzas espeluznantes. Ella ha visto a millares de hinchas italianos partirse las jetas, apalearse y acuchillarse por un partido de futbol. El ser humano, le explica al cascarrabias, es de una sola naturaleza. El lugar en donde haya nacido es un mero accidente. Los hay capaces de llorar en el cine por una escena o de matar por una libra de arroz.
Ella, cascarrabias, no le echa la culpa al pueblo por las cosas que están pasando. Le echa la culpa a los que están piloteando al Estado. A los que están al mando. En Barranquilla, por ejemplo, al clan Char les importa un rábano el factor humano. El cemento y el ladrillo es la seña de su gobernanza. La obra pública es el lugar en que mejor se mueven los pillos. Centros comerciales a espuertas. Consumismo. Perrateo. Espantajopismo. Es lo que han sembrado. Están cosechando lo que han sembrado. La pandemia no contaba dentro de sus planes. ¿Cómo pedirle un comportamiento modélico a cientos de miles de personas sin horizonte y sin paradigmas morales? ¿Cómo pedirle cuentas a un remedo de clase media que le hicieron creer que la calidad de un plato de comida está en el precio o que mirar con desprecio a los pobres es un rasgo aristocrático? Esto pasa en toda Colombia. No hay ciudad o pueblo que pueda sacar la cara.
Colombia está viviendo un momento crítico y caótico. Un caos en el que puede hacer carrera una retórica aún más extrema que la que hoy gobierna. El apaleamiento de habitantes en las calles de Floridablanca como lo hacían los agentes de la Gestapo o el acomodamiento de los operadores políticos locales a las reglas impuestas por las redes criminales, son algunos indicios de hacia donde van los tiros. Un momento crítico y caótico también, Cascarrabias, puede también conducir a un cambio de rumbo si dejas de copiarle a los operadores del sistema y encuentras el modo de seducir a las mayorías. No es fácil seducir al pueblo. El pueblo no está en Twiter. A las mayorías no le interesan esas batallitas virtuales. El pueblo está aprovechando el día sin IVA para hacerse a un smart como el que tú tienes en casa. El problema no lo tiene el pueblo. Lo tienes tú, Cascarrabias.
VOZ
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