Con casi un siglo de vida, el Partido Comunista Colombiano es una organización con una perspectiva de futuro. Las viejas y nuevas generaciones contribuyen con su acción política a la construcción de un país distinto
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Cabizbajos descienden por las escaleras principales de la Alcaldía de Apartadó, Antioquia, los dirigentes agrarios Bartolomé Cataño y Gustavo Arenas. La tristeza que embarga el momento en nada se parece al entusiasmo que minutos antes expresaron los dos campesinos a la hora de ingresar al recinto.
Días atrás, la comunidad del corregimiento de San José de Apartadó había organizado un convite para arreglar la carretera. Cerca de 80 campesinos, mujeres y niños se repartieron las tareas de la jornada; unos recogieron la arena del río, otros cocinaron, otros organizaron la música, otros parrandearon. En fin, una fiesta popular.
La comunidad había comprometido al alcalde militar de Apartadó, el capitán Efraín Ortegón, para que prestara las volquetas del municipio, pero para el día convenido nunca llegaron. “En últimas, ¡para los votos que pone San José!”, fue la cínica respuesta de Ortegón a don Bartolo y Gustavo Arenas frente al desplante, principal razón de la amargura.
Antes de salir del ayuntamiento, aparece en escena Bernardo Jaramillo Ossa, quien fue nombrado personero de la ciudad comenzando 1981. Cataño y Arenas comentaron la situación ocasionando la furia del joven funcionario, quien se dirigió de inmediato a la oficina del alcalde militar.
“Cómo así capitán, con la comunidad no se juega, usted se comprometió y tiene que cumplir. Cómo va a dejar a 80 personas trabajando tiradas en el río, si no hay otra alternativa pues que la Alcaldía dé la plata y se contraten volquetas particulares. De lo contrario, pues entonces hay que pagarle los costos de la comunidad”, fueron las enérgicas palabras de Bernardo Jaramillo ante la mirada atónita de Ortegón y sus colaboradores.
–Ahí entendí que ese era el dirigente que necesitábamos y me metí al Partido Comunista– recordaría tiempo después Gustavo Arenas.
Bernardo Jaramillo, asesinado en Bogotá el 22 de marzo de 1990 y Bartolomé Cataño, ultimado en Apartadó el 17 de agosto de 1996, serían tan solo dos de los muchos mártires populares del Urabá antioqueño que entregaron su vida por la causa del Partido Comunista Colombiano.
Herencia
Recordamos la anécdota porque se llega al 90 aniversario del Partido con una herencia. Al mirar hacia el pasado, la gente encontrará historias maravillosas en todo el territorio nacional como la narrada anteriormente, pero también desenlaces trágicos. La importancia está en el legado popular, nunca ajeno en este proceso histórico.
Con casi un siglo de vida, el Partido hoy es una organización política con identidad sobre su historia, con una carta de navegación en el presente y con una perspectiva clara hacía el futuro, donde el cambio político se acerca cada día más como alternativa realmente posible. Las distintas generaciones comunistas son conscientes de este horizonte, por eso honran con su acción política la construcción de un país distinto.
En otras palabras, arribamos a un nuevo aniversario con la plena convicción que la fuerza comunista en Colombia no solo se encuentra viva, sino que está plenamente vigente.
Batallando
Comenzando la década de los noventa, el Establecimiento anticomunista se frotó las manos con la liquidación del Partido, pues así lo vaticinaba la triple crisis que experimentaba el movimiento revolucionario en el país.
La caída del muro de Berlín y con él todo el experimento del “socialismo realmente existente”, se combinó con la crisis ideológica que provocó dolorosas divisiones y una imparable guerra sucia por parte del Estado y el paramilitarismo que asesinó a una generación excepcional de militantes y simpatizantes al servicio de la causa revolucionaria.
Desgraciadamente para el Establecimiento, pero por fortuna para el movimiento popular, este desplome no ocurrió. Es verdad que existió un inocultable reflujo de la fuerza política demostrada décadas atrás, con una alta cuota de sacrificio, pero la catástrofe anunciada y conjurada se esfumó tan rápido como se olvidó la publicitada tesis del fin de la historia. El Partido sobrevivió batallando.
Política
La clave fue mantener una política innovadora. La tesis de la «apertura democrática y la solución política al conflicto social y armado» que se impuso con determinación en el XIII Congreso del Partido en 1980, determinó como prioridad la construcción de la paz y la justicia social como único camino para salir de la crisis nacional y la tragedia de la guerra. La fuerza comunista desde muy temprano en la historia se la jugó por la paz.
Los procesos en La Uribe (1984), Tlaxcala y Caracas (1992), El Caguán (1998) y La Habana (2013) adelantados por distintos gobiernos con las FARC-EP contaron con la participación y apoyo de un Partido Comunista que nunca negó su pasado y hermandad con la guerrilla nacida en Marquetalia. En la actualidad, con el Acuerdo de Paz firmado la fuerza comunista lo interpreta como una oportunidad para avanzar, por lo cual exige su integral implementación.
Por otro lado, la influencia en el movimiento sindical, cívico, campesino, estudiantil, cultural, pero, sobre todo, su presencia territorial en regiones como Urabá, Meta, Magdalena Medio, Norte de Santander, la región del Tequendama, Sumapaz y otros tantos territorios, así como su actividad urbana en casi todas las ciudades, legaron un trabajo de masas que aún hoy se mantiene.
Las llamadas “nuevas subjetividades”, donde influyen las novedosas luchas que agitan renovados movimientos sociales, como el de mujeres, LGBTI, juveniles, ambientales, etc., tienen hoy iniciativas de masas y espacios de reflexión. Aunque el Partido no deja de ser rígido, avanza en estos temas.
Esta originalidad de la política también tiente impacto en lo electoral. Desde 1974 hasta hoy, el Partido Comunista ha participado en varios procesos unitarios. Las experiencias de la Unión Nacional de Oposición, UNO; el Frente Democrático; la Unión Patriótica; el Frente Social y Político; y el Polo Democrático Alternativo demuestran que no hay miedo de medirse en elecciones, que se tiene vocación de poder y que la pelea popular es con un pie en las instituciones y otro en la calle.
El sastre
El periodista italiano Lucio Magri narra cómo en medio de las asambleas que disolverían al Partido Comunista Italiano, PCI, el dirigente Pietro Ingrao defendió un camino distinto a la liquidación del principal partido comunista de occidente citando una famosa parábola del dramaturgo Bertolt Brecht: El sastre de Ulm.
“Ese artesano, empecinado en la idea de confeccionar un aparato que le permitiese al hombre volar, un día, convencido de haberlo logrado, se presentó ante el gobernador y le dijo: «Aquí lo tengo. Puedo volar». El gobernador lo condujo ante la ventana del alto edificio y lo desafió a demostrarlo. El sastre se lanzó y obviamente se espachurró sobre el adoquinado. Con todo, comenta Brecht, algunos siglos después los hombres consiguieron volar”, explica Magri con nostalgia porque el artesano muerto sería el PCI y el sueño de volar sería la vía italiana al socialismo.
Al extrapolar la reflexión, con parábola incluida, es inevitable pensar que en 90 años el Partido Comunista Colombiano no se ha lanzado una, ni dos, sino varias veces del campanario. Ha caído estrepitosamente, pero ha sobrevivido. Hoy vuelve a subir con el traje perfeccionado (renovado en su política con el impulso que genera el renacimiento de la Unión Patriótica y en alianza con Colombia Humana, fuerza dinámica del movimiento social), con un triple objetivo: volar, cambiar definitivamente la historia y construir el socialismo.
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