
Aumenta por miles el número de familias que en la capital no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
Un aumento de 3,0 puntos porcentuales, de 4,1% en 2018 a 7,1% en 2019, tuvo Bogotá en el Índice de Pobreza Multidimensional, IPM, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, en un informe presentado el 14 de julio pasado.
No obstante, el documento intitulado Pobreza Multidimensional en Colombia dice que, en el país, en 2019 esta fue de 17,5%, 1,6 puntos porcentuales menos que en 2018, que fue de 19,1.
El IPM está compuesto por cinco dimensiones y quince indicadores: Condiciones educativas (analfabetismo, y bajo logro educativo); condiciones de la niñez y juventud (inasistencia escolar, rezago escolar, barreras de acceso a servicios de cuidado de primera infancia, y trabajo infantil); trabajo (trabajo informal, y desempleo de larga duración); salud (sin aseguramiento a salud, y barreras de acceso a salud dada una necesidad); y condiciones de la vivienda y servicios públicos (sin acceso a fuente de agua mejorada, inadecuada eliminación de excretas, material inadecuado de pisos, material inadecuado de paredes, y hacinamiento crítico).
La quiebra
Pero, cómo se traducen esas cifras en la vida real de millones de colombianos. VOZ conoció el caso de David Peña, quien para sobrevivir, a sus 60 años debe poner un puesto de arreglo de bicicletas en la entrada a la Universidad Nacional, en Bogotá. Explica por qué después de tener una famiempresa terminó en su actual oficio.
“Estoy en esto desde que inició el TLC que puso Uribe y que nos quebró las zapaterías. Empezó a llegar zapato chino y nos dañó todas las fábricas en el Restrepo. Últimamente trabajaba a pérdida. El TLC nos volvió nada, ya no hay fábricas, inclusive las confecciones de todas esas señoras que hacían brasieres, blusas, se quebraron, se fueron a pique”.
Desde hace ocho años aprendió lo necesario sobre la reparación de ciclas para vender sus servicios a cientos de estudiantes que muchas veces los requieren.
Lo contradictorio es que en el informe del DANE la pobreza multidimensional baja en el país, pero en Bogotá aumenta. Para el analista económico Mario Osorio, la explicación puede ser el abandono de programas sociales por parte de la administración de Enrique Peñalosa y la llegada de miles de venezolanos. A propósito, la encuesta encontró que, del total de hogares en condición de pobreza multidimensional, el 10,7% tienen al menos un migrante extranjero.
Por otra parte, la economista Carolina Castro comenta que en Bogotá de 2018 a 2019 se pasó de 375 mil familias a casi 600 mil con IPM o con indicadores negativos en aspectos como barreras en salud: “Esto responde a la falta de estrategias y políticas públicas sociales que atiendan la demanda”.
Acerca de los migrantes, la economista fue enfática en decir que, aunque inciden no se les puede culpar de la situación, no obstante, para diciembre de 2019 había en la ciudad 352 mil de ellos. “Hacerlo sería justificar la ineficiencia del Distrito en cuanto la atención de los mínimos vitales”.
De manera paradójica, mientras llegaban del vecino país en busca de oportunidades económicas, la esposa de David debió irse a España para buscarlas. Allá laboró en empresas de calzado, pero hace años perdieron contacto. Su familia también se destruyó.
“Estábamos ya en bancarrota, no había para materiales, se acabaron los créditos, todo el mundo se colgó. Un zapato chino entra en 20 mil pesos y aquí de la fábrica al almacén sale en 22 mil, en buen material. No se puede competir con los chinos en nada”, comenta David mientras cambia un neumático.
El diario sobrevivir
Aunque dice nunca haber necesitado ir al médico, David es beneficiario de salud gracias a la afiliación de su hija quien cotiza. Expresa que si se enfermara no iría a una clínica o a un hospital por miedo a contagiarse de covid-19.
En el informe de IPM en Bogotá en 2019, 10,3% de hogares tuvieron barreras en el acceso a los servicios de salud, lo que aumentó 9.1 en relación con 2018. El porcentaje de hogares pobres privados, con barreras para acceder a salud fue de 4,4 en 2018 y 52,8 en 2019, un considerable incremento.
De tener su propia empresa en la que laboraba y sostenía a su familia, compuesta por su esposa y cinco hijos, pasó a trabajar apenas para sostenerse. “Despincho, arreglo rines, pongo guayas, pongo tacos, zapatas para los frenos, pero no pasan sino unas 50 o máximo 100 ciclas. Antes me hacía unos 120 mil diarios, pero ahora como estudian por internet, unos 30 mil no más. Y de ahí hay que comprar cosas; un neumático chino lo compro en 10 mil y lo vendo en 15 mil, pero en el día solo vendo uno o dos máximo”, comenta David Peña al explicar la desmejora en su estilo y calidad de vida, agravado con la pandemia.
En ese mismo sentido, sobre la percepción de pobreza, el porcentaje de jefes de hogar o cónyuges que manifestaron sí considerarse pobres fue del 19,6 en 2019, según el informe citado.
David paga 220 mil pesos de arriendo mensual y 30 mil de agua y energía, por una habitación a la que va solo a descansar después de trabajar a la intemperie, aguantando sol, frío, lluvia y a la policía que lo molesta por instalar su puesto en zona peatonal. Su hogar está compuesto solo por él y hace parte del 33,1% de hogares que en 2019 debían pagar arriendo, cifra que se redujo en 7,4 puntos porcentuales en relación con 2018 cuando indicó el 40,5.
Crisis en pandemia
La entrada en cuarentena estricta obligó a Claudia López a que en mayo anunciara la entrega a familias de un auxilio de 350 mil pesos mensuales, en los próximos tres años para una reactivación social y económica. Además, de ayudas en mercados, que no llegaron a todas partes.
“Por lo de la pandemia no me han dado nada. Yo fui allá adonde ellos dijeron, que con el número de la cédula nos iban a dar 140 mil pesos, pero nunca me han dado nada, he ido como cinco veces. Yo no sé dónde están esos mercados que dice la alcaldesa, a mi no me han dado nada. Vivo en el barrio El Triunfo, arriba en Las Cruces. Allá, en las casas había trapos rojos pidiendo auxilio y nunca subieron a repartir nada, ha tocado salir a rebuscarse”, dice David Peña.
Para la economista Carolina, el Plan de Desarrollo de Bogotá no responderá de manera estricta a estas necesidades, más si se tienen en cuenta las consecuencias del coronavirus. “Hay planes de reactivación económica que buscan preservar empleos y garantizar el tejido empresarial. Se habla de formalización de empresas, lo cual representa pago de impuestos, que a su vez son los ingresos corrientes del distrito que se han visto afectados. Se habla de líneas de créditos para las empresas, pero eso sigue siendo muy limitado porque la gente se endeuda y no garantizan necesariamente un mejor nivel de vida. No hay una real estrategia de reactivación con sectores de la economía”.
Por su parte, a su edad, con su experiencia y conocimiento de los gobiernos David es escéptico. Su esperanza de que las cosas mejoren es poca. Por eso se adaptó con resignación a su nueva normalidad que se agravó con la crisis sanitaria. Concluye con indignación: “Estamos a ciegas, hay gente que quiere es matarse porque no tienen ni para comer. Cada día más ladrones, cada día más hambre, si a esto no le ponen freno vamos a terminar en guerra”.
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