El cine latinoamericano, en pie de lucha

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Fotograma de la reciente película cubana Agosto (2020) dirigida por Armando Capó

Las producciones cinematográficas del continente se caracterizan por denunciar y exponer no solo la desigualdad social que sufren los pueblos, sino especialmente las luchas y movilizaciones de estos contra la opresión

Andrés Enrique Alarcón*

A principios de los años sesenta, en América Latina un grupo de cineastas rompió fronteras y propuso unificar las ideas de renovación cinematográfica conscientes de que el desarrollo del cine dependía de actuar conjuntamente. Así emergió un proyecto cuya idea central era la descolonización cultural a través de estrategias de producción y distribución de películas que contribuyeran a modificar las relaciones de poder impuestas por la industria cinematográfica de los Estados Unidos.

En 1967 el llamado Nuevo Cine Latinoamericano, NCL, incluyó algunas de sus películas en el V Festival de Cine Latinoamericano de Viña del Mar. Allí se promovió un encuentro con sabor latino y caribeño, porque hasta entonces se veían esporádicamente en Festivales como el de Venecia, Pesaro o el Festival de Cannes.

En Chile se proyectaron 55 cortos y mediometrajes y estuvieron 46 cineastas de América Latina y el Caribe; 15 argentinos, entre ellos Fernando Birri y Octavio Getino; nueve brasileños, destacándose Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos; 11 chilenos, entre ellos Miguel Littín; dos cubanos, Alfredo Guevara y Saúl Yélin; cuatro peruanos, cuatro uruguayos y Margot Benacerraf, venezolana y la única mujer en la ocasión.

Cuba despertaba admiración no solo por la Revolución y el antiimperialismo, que se extendía rápidamente y se reflejaba en áreas aparentemente distantes de los escenarios de la política como en el cine, sino porque desarrollaba un emprendimiento cinematográfico en el marco de la propuesta de construcción del socialismo.

La adversidad

Luego, en la década del setenta, marcada por la militarización a golpes de bayonetas, las violaciones a los derechos humanos y la censura constituyeron un escenario difícil para el NCL. Sin embargo, este denunció los atropellos y algunos de sus participantes arriesgaron sus vidas en la lucha directa y armada contra crueles dictaduras, arriesgándose a ser asesinados, encarcelados o torturados. Fue en medio de la adversidad que se volvieron a producir festivales de cine como una forma de resistir y proponer un nuevo tiempo de justicia y libertad.

Alfredo Guevara, fundador del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, ICAIC, organizó un encuentro que generó el primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en 1979, retomando la tradición cinematográfica con la propuesta de responder a un cinema de versiones justificadoras del imperialismo, el individualismo y el consumo.

Actualidad

En verdad muchas cosas han cambiado en estos años, incluyendo la forma como se produce y se aprecia el cine. La producción latinoamericana y caribeña de hoy no es resultado exclusivo de las ideas del NCL. Es un tiempo en que el cine y el audiovisual tienen enorme influencia comunicacional y en la cultura en general, vinculado a la política, a la economía y al desarrollo, pero donde el capitalismo transformó el cine en negocio.

Las nuevas experiencias y transformaciones tecnológicas, como la creación de cámaras de vídeo VHS, el cine digital y el internet, que facilitaron el proceso de producción, se incorporaron a su lógica. Las grandes salas funcionan estratégicamente dentro de centros comerciales, vinculando la imagen del cine a la del consumo.

A pesar de todo, el cine de este lado del mundo elevó su calidad. Por eso la pregunta: ¿por qué es tan difícil ver en la gran pantalla una película realizada en nuestros países? En abril de 2016 este fue el tema del panel “¿Cómo romper las barreras de distribución en el mercado de América Latina?” en la 5ª edición del Festival de Cine de Panamá, mediado por la directora Pituka Ortega.

Se concluyó que las mayores causas son el acceso difícil a salas de cines comerciales, la ausencia de estímulos para los lanzamientos, publicidad y distribución y el hecho de seguir en medio de una contradicción desigual e histórica con las producciones especialmente de Hollywood. Es necesario exigir políticas públicas comunes de apoyo a los realizadores y productores. Las similitudes entre esta discusión y aquella de los miembros del NCL en los sesenta, no son mera coincidencia.

Hay que persistir para incluir las producciones latinas en las salas de cine -principalmente las hechas sin patrocinios- aunque estas no dejen de viajar presentándose en festivales independientes, especialmente en Estados Unidos, Alemania, Países Bajos y Turquía.

En el año de la pandemia

El 2020 fue un año atípico. Los rodajes debieron adaptarse a la realidad impuesta por la pandemia. Igual pasó con los festivales, que buscaron alternativas online para la exhibición de películas y la realización de talleres y debates. Destacaremos dos películas cubanas de las muestras y competiciones recientes: Agosto, de Armando Capó y A Media Voz, de Patricia Pérez y Heidi Hassan.

Agosto nos cuenta las experiencias de Carlos, un joven de vacaciones en el verano cubano de 1994, en medio del periodo especial y de la llamada “Crisis de los Balseros”, cuando Estados Unidos redujo las visas temporales a ciudadanos cubanos. Muchas amistades se perdieron y familias se fragmentaron con la salida ilegal en botes improvisados. La película se estrenó a finales de 2019, en el Festival de Cine de Toronto. Después, fue lanzada oficialmente en el Festival de San Sebastián, en España. Llegó al Chicago Film Festival en Estados Unidos, al Latinoamerikanische Film Festival de Suiza y al Athen International en Grecia. Pero su gran conquista es, sin duda, su premiación como mejor ópera prima en el Festival del Nuevo Cine de La Habana.

Por otro lado, el documental A media voz es autobiográfico y retrata la historia de las dos directoras amigas de infancia que estudiaron juntas en la Academia de Cine de La Habana. A través de su correspondencia, los episodios entrecruzan identidad, maternidad y creación. Las dos mujeres, con fuerza y vitalidad, inician una descubierta personal y artística, marcada por la amistad y el perdón.

La película fue premiada en Brasil y en Estados Unidos, además fue premiada como el Mejor Largometraje en la XXII edición del Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam, IDFA, en Holanda y ganadora del premio Coral al Mejor Largometraje Documental en Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en el 2019.

En el mapa

A pesar de los logros actuales, que merecen ser celebrados, sabemos que la lucha por una mayor visibilidad para el cine latinoamericano y caribeño debe proseguir. Los frutos que cosechamos hoy son el resultado de una batalla que lleva décadas.

Comenzó como una alianza entre cineastas decididos, teniendo punto de partida en Viña del Mar, y después se reafirmó en Cuba, iniciándose una ola de festivales importantes que colocan nuestro cine en el mapa. Estos festivales son aliados del cine de guerrilla, independiente, el que se hace con pocos recursos y que por herencia viene a contar historias de nuestro pueblo latino. Sus alegrías, sus dolores, miedos y frustraciones.

Nuestro cine de denuncia, que expone en la pantalla la desigualdad social que aún existe. Nuestras luchas, huelgas, nuestras pérdidas y conquistas. Nuestra historia como pueblo latinoamericano y caribeño.

* Director de Arte Audiovisual.

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