Peregrino de la paz: El papa Francisco en Irak

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Foto Catholic News Service

Redacción Internacional

El sumo pontífice de la Iglesia católica, el papa Francisco, que se reclamó “peregrino de la paz” al iniciar una visita de tres días a Irak, calificada por la prensa occidental de ‘histórica’, exhortó al gobierno de ese país, a las autoridades religiosas y a la sociedad en general, a que callen las armas, que paren la violencia, las expresiones extremistas, la corrupción y que, en vez del conflicto y la confrontación, prefieran la paz y la unidad. Un mensaje que no solo se escuchó en ese martirizado país, sino en todo el Cercano Oriente.

Y a pesar de que voceros de las iglesias en el país anfitrión, como Martin Hormuz Dawood, director de medios, dijo que la visita del pontífice “tiene un significado religioso y espiritual y connotaciones profundas para el pueblo de Irak”, advirtiendo que se trataba de una jornada evangelizadora y de estímulo a las comunidades cristianas, lejos de cualquier matiz político, lo cierto es que el mensaje del líder católico sí tuvo hondas repercusiones políticas.

El periplo del pontífice estuvo lleno de simbologías. Porque no solo pudo hablar con el presidente de la nación, Barham Saleh, sino con el líder espiritual de la iglesia musulmana chiíta, que es mayoría en Irak, el gran ayatola Alí Al-Sistani. Una conversación que tiende puentes en el diálogo entre chiitas y católicos, continuando una política del papa Francisco de establecer un diálogo multilateral con otras religiones en el mundo, especialmente con las de la corriente monoteísta.

Mensaje de paz a un pueblo fraccionado

El mensaje del papa llegó además a los representantes de las iglesias de los primeros tiempos, inspiradas en el legado del profeta Abraham, que nació precisamente en tierras de lo que hoy es Irak. Se trata de comunidades milenarias, fundadas por descendientes de los apóstoles que acompañaron a Jesús, como los sabeos, los zoroastristas y los yazidíes, entre otros.

Para nadie es un secreto que la sociedad iraquí no solo soporta la intervención directa de tropas de los Estados Unidos, sino que se encuentra profundamente fraccionada. Algunos sectores tradicionales, los más radicales, están vinculados a facciones armadas que toman partido por una u otra orientación frente a la construcción de la nacionalidad, el papel que desempeña su vecino Irán y su propia soberanía. Alí-Sistani, líder espiritual de la facción chiíta, mayoritaria, afronta divisiones internas, pues no todos sus seguidores comparten sus orientaciones.

Por eso, en este sentido, la visita del papa tiene un hilo conductor, y es el llamado a la paz y a la conciliación, a detener el derramamiento de sangre y a construir una nación en paz. Un mensaje dirigido a todas las religiones vivas, sobrevivientes del cristianismo originario. Pero también dirigido a todos los pueblos y nacionalidades del Oriente Medio. Y desde luego, un mensaje de aliento a la comunidad católica, seguidora de Roma, víctima de las acciones de exterminio del Estado Islámico, EI, que en su mayoría permanecen en el exilio.

En la realización de una visita largamente acariciada por el Vaticano, y muchas veces aplazada, por razones de seguridad, Francisco apoyó una visión política, la de un Estado laico, de un país para toda su ciudadanía, independientemente de sus vocaciones confesionales. Y de paso fortaleció los diálogos entre las iglesias chiíta y católica. Gestión que lleva implícito un mensaje de reconciliación a una región azotada por la guerra.

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