Casi dos billones de dólares en gasto militar

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El gasto militar el año pasado es el más grande registrado desde los años de la Guerra Fría. Foto Israel Palacio

Los conflictos bélicos son una de las causas del hambre en el mundo

Alberto Acevedo

Como un crimen de lesa humanidad podría catalogarse el brutal y vertiginoso incremento del gasto militar en el mundo, que el año pasado llegó a la descomunal cifra de 1.98 billones de dólares, después de un crecimiento consecutivo en los últimos cinco años y que representa la más alta cifra desde la Guerra Fría. Un crimen si se tiene en cuenta que el escandaloso gasto en armas y en guerras se produce en el primer año de la pandemia del coronavirus.

La cifra fue revelada el pasado 27 de abril por el Stockolm International Peace Institute, que hace seguimiento a este fenómeno, e hizo notar que la cifra global anotada supera en 64 mil millones de dólares la de año anterior a la medición, un aumento del 2.4 por ciento en términos reales.

De acuerdo al estudio, los cinco países que lideran el ranking de mayores gastos militares en el mundo fueron Estados Unidos, China, India, Rusia y el Reino Unido, que juntos representan el 62 por ciento del gasto global. El rubro lo encabeza Estados Unidos con una inversión en guerra de 778.000 millones de dólares. Casi todos los países miembros de la OTAN aumentaron sus presupuestos en el 2020, 12 de los cuales han destinado un dos por ciento o más de su Producto Interno Bruto, PIB, en gasto militar.

Crisis sanitaria

Si se suman los gastos de los Estados miembros de la Unión Europea, estos ascienden a 233.000 millones, el 12 por ciento, que equivalen al tercer gasto militar en el planeta, después de Estados Unidos y China.

La publicación del estudio coincidió con el debate que adelanta el Parlamento Europeo de un proyecto que da vía libre a la creación de un Fondo Europeo de Defensa que destinará 8.000 millones de euros a la industria militar y la seguridad, entre 2021 y 2027, y que se suman los crecientes gastos de Defensa de cada país miembro de la comunidad europea.

Este crecimiento desbordado del gasto militar se da en un mundo que vive una emergencia sanitaria, de crisis social y económica y climática. Por esta circunstancia, más de 260 organizaciones de la sociedad civil y entidades no gubernamentales, hicieron público, el 20 de abril, un llamamiento a los gobiernos del mundo para que reduzcan sus gastos militares y los destinen a enfrentar la crisis sanitaria y la crisis ecosocial.

Solucionar el hambre

Si se lograra, por ejemplo, una reducción de 10 por ciento en el gasto militar global, se podría financiar la educación universal, una de las metas que persiguen los Objetivos del Desarrollo Sostenible que postulan las Naciones Unidas. Con una reducción del 9 por ciento se podría financiar durante diez años la adaptación al cambio climático.

Solo con 26 horas sin nada de gasto militar en el mundo se podría solucionar el hambre de 34 millones de personas. Lo más grave en este sentido es que muchos países desarrollados, con el elevado gasto militar, han reducido la inversión para la cooperación internacional.

Los que padecen hoy hambre -dice la carta a los gobiernos del mundo- son “personas capaces de producir o ganar lo suficiente para alimentarse a sí mismos y sus familias”, pero no lo logran debido a situaciones de conflictos y violencia, desigualdad, impactos del cambio climático, pérdida de tierras y empleo o las consecuencias directas de la pandemia que los han golpeado de manera trágica. “No están muriendo de hambre, los están matando de hambre”, dice la carta, publicada en la tercera semana de abril pasado.

Ayuda pírrica

Y es que las cifras del hambre crecen en paralelo al gasto militar. Un total de 174 millones de personas en 58 países corren el riesgo de morir por desnutrición o por falta de alimentos, “y esta cifra aumentará en los próximos meses si no se hace nada”, precisan las ONG firmantes de la carta a los gobiernos. “Los conflictos bélicos son el principal motor del hambre en el mundo, seguidos del cambio climático y la pandemia del coronavirus”, puntualizan.

Para confirmar esta tendencia, Oxfam Quebec (Canadá) recuerda que un año después de que las Naciones Unidas advirtieron sobre “hambrunas de proporciones bíblicas”, los fondos aportados por los países ricos para superar el problema, apenas llegan al 5 por ciento de lo solicitado por la ONU para este año, unos 415 millones de dólares.

La ayuda para contrarrestar el hambre debería centrarse en África. Pero en América Latina también hay riesgos. El Salvador, Honduras y Guatemala sufren penurias extremas por el doble impacto de los huracanes Eta e Iota, y de los efectos de la pandemia. Y desde luego, también los gobiernos de la región privilegian el gasto militar antes que la atención a la salud pública.

La inversión en gasto militar en América Latina ascendió a 43.500 millones de dólares. Después de Brasil, Colombia es el segundo país con la inversión más alta en gastos de defensa, a pesar de la coyuntura causada por el coronavirus. De acuerdo a cifras del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Sipri por sus siglas en inglés, la inversión en gasto militar en Brasil fue de 19.000 millones de dólares, y la de Colombia en 2020, de 9.216 millones.

Crece el contraste

En Colombia, como en el resto del mundo, hay un movimiento contra el gasto militar que se fortalece y hace más notorio. Hace pocos días, un grupo de parlamentarios dirigió una carta al gobierno central pidiéndole que redestinara una parte del rubro en gasto militar y lo trasladara a salud pública para el control de la pandemia. El gobierno de Duque, ni siquiera respondió la petición de los congresistas.

“El llamado es a contrarrestar la expansión del gasto militar, del comercio de armas y la proliferación de armamentos en el mundo. Es un llamado de alerta frente a lo que está ocurriendo en el país. Aumenta el gasto militar y se concreta en hechos como la compra de 24 aviones de guerra”, dijo para contextualizar la situación el senador Iván Cepeda.

El contraste entre pobreza y gasto militar es tan evidente, que el propio Fondo Monetario Internacional reconoce el desajuste. De acuerdo a cifras comparadas de la entidad crediticia, por primera vez desde la Gran Depresión, el covid-19 ha provocado una recesión sin precedentes en el último siglo y medio, pero no se destaca tanto que la crisis perjudica en mayor medida a la población más vulnerable de los países en desarrollo. Por primera vez en décadas, dice el FMI, la pobreza extrema aumentará en 100 millones de personas.