‘Intensa’ es el nuevo ‘histérica’

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Fotograma de la película Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) dirigida por Pedro Almodóvar

Detrás de esa palabra hay un malestar difuso pero muy ligado a pedir, señalar, enfadarse, mostrar emociones: parece pertinente preguntarse si detrás de esa palabra escurridiza –no tiene a priori ninguna connotación negativa– se ha construido un relato que sirve para hacernos sentir mal

Ana Requena- Rebelión

Esta crónica empieza con una intuición: algo (malo) pasa cuando nos llaman intensas. Especialmente cuando nos lo dicen hombres, especialmente cuando tantas mujeres relatan malestar al ser interpeladas con esa palabra. Es un malestar difuso, pero al mismo tiempo muy ligado a varios conceptos que todas las mujeres consultadas mencionan: pedir, demandar algo, señalar, enfadarse, mostrar emociones.

Parece pertinente preguntarse si detrás de esa palabra algo escurridiza –no tiene a priori ninguna connotación negativa– se ha construido un relato que sirve para hacernos sentir mal, para cuestionarnos o para mostrarnos dónde están los límites.

Pregunto a más mujeres. «Me lo han dicho hombres cuando he hablado de cómo me siento en situaciones determinadas y no coincide con la suya. Cuando he expresado mi disconformidad con alguna situación que ha cambiado. No se trata de pedir explicaciones, que también se podría, sino de saber. Y claro, te sientes fuera de un juego donde parece que las normas válidas son las que a él le parecen en cada momento», cuenta Charo.

Amparo dice haber escuchado esa palabra cuando se ha lanzado a hablar de «sentimientos e impresiones», también en la cama, en relaciones heterosexuales. «Me lo llamaron al comienzo de una relación, creo que fue por mostrar mis sentimientos. Me sentí rara», agrega Y. «Por ser amable y no pasar de un hombre. Muestras interés y un mínimo de afecto y eres una intensa», se queja Carmen.

Significado escurridizo

Hablo con la escritora y periodista estadounidense Rebecca Traister, autora del ensayo Buenas y enfadadas. El poder revolucionario de la ira de las mujeres (Capitán Swing). Le cuento mis impresiones, asiente al otro lado de la videollamada. «Lo que ahora llamamos ‘intensa’ quiere decir difícil, quiere decir que esa mujer se comporta de alguna manera qué no se espera de ella. Puede ser alguien que muestre mucha personalidad, que haga demandas, que muestre opiniones fuertes, que sea vehemente… Las características tradicionalmente asignadas y apreciadas en la feminidad son otras: las mujeres tienen que ser fáciles de manejar, tienen que ser menos demandantes, menos opinadoras, menos habladoras», afirma. Como mujeres, recuerda, no estamos tan legitimadas como los hombres para pedir lo que queremos –más dinero, más autoridad, más poder de decisión, más respeto, mejor sexo, mejor trato en una relación–. Intensa gira, por tanto, sobre la idea de pedir, de mostrar, de reclamar.

«Se supone que las mujeres no deben estar motivadas por sus propios deseos, ideas o necesidades. Así que ‘intensa’ tiene que ver con pedir en cualquier contexto: profesional, personal, familiar, romántico, sexual… Es un ‘ella quiere demasiado de mí o demasiado de la situación’ cuando se supone que nuestro papel no es el de pedir ni exigir», reflexiona.

Efectivamente, las mujeres con las que hablo relatan haber escuchado esa palabra en contextos diversos aunque hay dos que se repiten constantemente: las relaciones afectivo-sexuales con hombres y el trabajo. No es de extrañar, me dice Traister, al fin y al cabo son dos de las esferas en las que más tiempo y energía consumimos.

«Es una estrategia hábil porque la palabra no es per se negativa, yo la uso mucho como algo bueno, para referirme al nivel de conexión, pasión, curiosidad, o compromiso de alguien. Pero es indudable que se ha convertido en una versión sexista menos evidente que otras palabras para decir que una mujer es ‘demasiado’. Histérica es una palabra muy ligada al cuerpo de las mujeres, tiene un componente de género ya muy marcado, es más fácil de entender como algo sexista. Intensa tiene un significado más escurridizo, puede aludir a lo emocional o a ser muy demandante profesionalmente, a ser ambiciosa, muy analítica, muy audaz…», reflexiona Traister.

Me daba largas y yo quería saber por qué

Alejandra cuenta que le han llamado intensa en un contexto sentimental, «en conflictos y al reclamar responsabilidad afectiva». Carmen recibió el ‘intensa’ cuando habló con un chico con el que estaba viéndose: «Me daba largas para quedar y yo quería saber qué le movía a hacerlo».

Entonces, ya no nos dicen histéricas, o al menos queda peor que antes, pero sí somos intensas. La psicóloga y autora de Feminismo Terapéutico, María Fornet, comparte que es un calificativo escuchado por muchas mujeres, especialmente en contextos afectivos. «Una vez que nosotras decimos cómo nos sentimos o somos asertivas nos encontramos con esa palabra, y la persona que la usa invalida así nuestra experiencia.

Ahí hay patriarcado, hay un machismo muy evidente. Creo que ocurre mucho en las relaciones de pareja heterosexuales, cuando los hombres no entienden, o quieren desvincularse, o quitarse la responsabilidad de sus actos», explica.

La psicóloga feminista Ianire Estébanez cree que las palabras van cambiando, pero lo que se cataloga con ellas no tanto: «En todos los casos lo que se está señalando es lo emocional, sobre todo en mujeres que ponen límites o que se quejan de un problema, mujeres que muestran enfado o que hacen explícito algo que está pasando. Es una manera de mermar nuestro criterio, es como si nos dijeran que lo que estamos diciendo es subjetivo, mientras que quien nos lo dice hablara desde una supuesta objetividad». El efecto es una sensación de invalidación, repite, una penalización de lo emocional, la idea de que lo que sentimos no tiene en realidad tanta importancia.

Así no vas a gustar a los hombres

La reacción, prosigue María Fornet, sea en entornos personales o laborales, es sentir que nuestra reacción es inapropiada. «La consecuencia es la vergüenza y la culpa y esas son dos grandes armas socializadoras. Tu reacción inmediata es venirte para dentro, hacerte pequeña, no seguir por ese camino. Es una manera fácil de callar a alguien, sobre todo cuando esa persona ha escuchado muchas otras veces ese discurso y es fácil interiorizarlo y asumirlo como verdadero», cuenta. Porque ‘intensa’ es una palabra que tiende a repetirse en nuestras vidas y que, si bien, a veces puede ser emitida y recibida con un sentido positivo, la mayoría de las veces percibimos con una clara connotación peyorativa.

Volviendo a la conversación con Rebecca Traister, la escritora subraya otra de las implicaciones, no tan explícita, sobre lo que suponen estas expresiones. «Implica no ser atractiva. De siempre la caracterización de las mujeres enfadadas ha estado ligada a la fealdad.

Se supone que las mujeres deben ser atractivas para los hombres, es una de las maneras en las que la sociedad sigue condicionando a las mujeres, y ser señalada como intensa es una manera de decirte que eres menos deseable, que tienes menos posibilidades de gustar en todos los ámbitos, por supuesto en un ámbito romántico y sexual, pero también en otros, como el trabajo». Es una amenaza que se cierne sobre nosotras: si eres intensa voy a dejar de encontrarte atractiva, no vas a gustar, no vas a molar tanto.

Si retamos los límites de esa ‘intensidad’ –que nadie sabe bien dónde están–, ponemos en peligro nuestro atractivo, pero también corremos el riesgo de conformarnos. En ese sentido, Ianire Estébanez recuerda que ese desincentivo permanente que las mujeres sentimos respecto a hablar, señalar, enfadarnos o poner límites tiene un efecto muy perverso: dejar de pedir. «Acabamos quedándonos con lo que hay. Estamos acostumbradas a adaptarnos a los que nos dejen».

La realidad, recuerda Catalina Ruiz Navarro en Las mujeres que luchan se encuentran, es que el feminismo nos da amigas, redes nuevas, afectos. Y yo añado: herramientas para comprender, para trascender lo personal, para liberarnos un poquito más y encontrarnos con la vida intensa que queramos vivir.