José Ramón Llanos
Desde 1942 cuando la Unión Soviética preparaba su embate para defender su territorio y derrotar a Hitler, Emil Klaus Fuchs iniciaba su labor de espionaje para transferir a la URSS toda la información sobre el proceso que conduciría a la fabricación de la bomba Atómica británica-estadounidense. Este espionaje evitó que Winston Churchill y Harry Truman desataran una guerra nuclear y propiciaran la devastación de Europa y Asia con todas las inimaginables consecuencias para la humanidad que hubieran causado.
En esa época los científicos desconocían los efectos mortíferos de las radiaciones. Por esa razón, es útil escribir sobre “el espía atómico” como suelen llamarle sus biógrafos.
Cuando Klaus Fuchs decepcionado por el estalinismo decidió confesar y trascendió todo lo que había hecho David Lilienthal exclamó: “Es una catástrofe universal”, “un día triste para la humanidad”[1]. Pero en realidad el espionaje de Klaus Fuchs y su equipo de espías le evitó al mundo una dolorosa hecatombe. Los hechos que se leerán lo comprueban.
Los gobernantes británicos-estadounidenses hacían fiestas con los efectos letales y la potencia desconocida de la bomba atómica como arma utilizada en la posguerra para chantajear a Stalin con la finalidad que desmontara el audaz proyecto socialista que se construía en Rusia.
Las propuestas de Churchill y Truman
Lo sorprendente es que la pesadilla que planeaban ni siquiera era posible realizarla porque no tenían la cantidad de bombas necesarias para intimidar a Stalin ni los aviones para lanzarlas contra Moscú y retornar a occidente. Se pensó entonces en pilotos suicidas, como se ve hasta estas prácticas brutales se incubaron en los cerebros malsanos de los magnates capitalistas de occidente y oriente.[2]
Esa locura genocida tenía otro problema, en ese momento insoluble, en la época de esos delirios crueles, en 1947 Estados Unidos solo contaban con una docena de bombas. Ante esta realidad los generales y algunos políticos hablaban de “planes extremadamente agresivos y sanguinarios -uno hablaba de cien objetivos, algunos más allá del alcance de los bombarderos-…Así mismo estaba el hecho de que, como los diplomáticos comprobaron en sucesivas conferencias internacionales, los rusos no se asustaban tan fácilmente”.[3]
Sin embargo, tanto Winston Churchill como Harry Truman después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en lugar de tomar conciencia de que esa era un arma que, utilizada masivamente, ponía en peligro la especie humana y cambiaba todo el panorama geopolítico de la guerra. Embriagados malévolamente por esa capacidad de destrucción estimularon en la alta oficialidad de sus fuerzas armadas planear el uso de bombas atómicas para chantajear a Stalin. Según Watson, Churchill propuso “…bombardear Rusia hasta su sumisión”[4]. Los nombres claves de esos planes de guerra atómica contra la URSS tuvieron nombres curiosos: Pellizco, Ladrón, Intermezzo, etc.
Un problema insoluble en ese momento para llevar a cabo planes tan alucinantes era que los Estados Unidos carecían de los medios de transporte para llegar al corazón de Moscú. Sin embargo, Churchill proponía para jolgorio del General norteamericano Leslie Groves, lanzar dos bombas atómicas contra Moscú para eliminar a los principales lideres soviéticos.
Con la lógica diabólica de Truman en esos momentos, después era fácil someter a los sobrevivientes para que cambiaran el sistema y, por su puesto, tendrían que someterse a las exigencias de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Desconocimiento de Rusia
Con tal de lograr ese objetivo imposible no les importaba ni los millones de muertos que pudieran causar, ni la destrucción material. Claro que ellos ignoraban los largos padecimientos de los afectados por la radioactividad antes de morir, meses y aún años después. Solo con el tiempo hasta el hombre común se enteró de este verdadero tormento que sufrieron los japoneses afectados por las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki.
Eran tan irracionales y tan fantasiosos estos planes ya que Churchill, Truman y el General Groves no tenían información cierta de lo que ocurría en Rusia. Ni si quiera conocían la efectiva, sólida defensa antiaérea de los soviéticos. Apenas sabían que el ejército ruso era el más grande, combativo y con alto nivel de eficacia y valentía demostrado en la forma como derrotaron a los ejércitos nazis que hasta ese momento se habían desplazados victoriosos por el continente europeo.
Peter Watson para demostrar que el desconocimiento de lo que acontecía en Rusia era de tal naturaleza que afirma que en ese momento ni el M15, ni y el M16 británico, ni la CIA tenían ningún agente dentro de Rusia. Frente a esta ineficacia de los servicios de inteligencia y espionaje de occidente estaba la eficacia del espionaje soviético que tenían penetrado a la inteligencia británica en su más alto nivel y al equipo que fabricaba la bomba atómica, a través del espionaje de Emil Julio Klaus Fuchs y Harry Gold y otros científicos más, que con su labor contribuyeron a que Rusia fabricara la bomba atómica muy rápidamente.
Otra muestra de la ineficacia y la ignorancia que tenían el M15, el M16 y los servicios de inteligencia estadounidense es que ni siquiera pudieron determinar en cuanto tiempo los científicos rusos podrían fabricar la bomba atómica. Después de la primera explosión de la bomba atómica de Rusia el 3 de junio de 1949, fue objeto de burla de los científicos y los comentaristas especializados el costoso servicio de inteligencia dirigido por el General Leslie Groves, ya que sus informes sobre el tiempo que tardarían los rusos en fabricar la bomba atómica iban desde los 15 hasta los 60 años y “quizás nunca podrían hacerlo”.
Otro benefactor de la humanidad
Aparte de Klaus Fuchs con su espionaje otro científico procuró reiteradamente evitar que tanto Churchill como Truman utilizaran las armas nucleares para chantajear a los rusos y poner en riesgo la paz y la existencia misma de la humanidad, fue Niel Bohr. Este físico solicitó incansablemente un encuentro con Winston Churchill para darle a conocer sus reflexiones sobre como evitar que en la postguerra el monopolio de la bomba atómico por parte de occidente llevara a Stalin a orientar a sus científicos para que fabricaran armas nucleares y así se pondría en peligro no solo la paz conquistada con altos sacrificios de recursos y de vidas humanas sino también se pondría en peligro la existencia misma del hombre.
Winston Churchill después de muchas reiteraciones de Bohr y algunos científicos británicos y aún de sus más apreciados funcionarios le concedió la entrevista a Bohr de media hora. Lo trató con tal indiferencia que Bohr salió decepcionado de ese encuentro. Esta percepción negativa de su encuentro con el primer ministro británico fue corroborada por la forma en que Churchill registró el encuentro en sus memorias.
Cómo y qué le proporciona la red de espionaje de Klaus Fuchs y Harry Gold a los soviéticos lo veremos en el próximo artículo.
[1] Robert Ch. Williams Klaus Fuchs el espía atómico. Editorial Labor. 1990. P. 131
[2] Peter Watson. Historia secreta de la Bomba Atómica. Cómo se llegó a construir un arma que no se necesitaba. Editorial Planeta Colombiana. Primera edición (Colombia): noviembre 2020. P.396.