¡A tiro de bastón!

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El próximo 28 de octubre, Ricardo Rendón “se salió de la fiesta”, donde con su atuendo de poeta maldito del siglo XIX, no parecía satisfecho con el medio en que se movía, pero sí con lo que hacía: caricaturas para los diarios y revistas, que le pagaban muy bien: Ganaba hasta mil doscientos pesos, moneda de la época a la par del dólar

Imagen Caricatura de Rendon

Armando Orozco Tovar

¿Cómo serían hoy sus caricaturas después de 82 años de su suicidio a los 37 años? Seguramente con la misma calidad, recreando otras situaciones y personajes de la fauna política nacional, donde resaltaría con su síntesis precisa de líneas, el más caricaturizable actualmente de todos, que es aquel, que el Rendón de nuestros días, pero con palabras escritas, Antonio Caballero muestra en un perfecto retrato: “…Ojos compungidos de seminarista…su aparatoso carriel antioqueño… pernera semicorta… y la carita triste de sacristán, o bobo de pueblo…”

Rendón caricaturizó a más de 400 personajes, compilados por Jairo Tobón Villegas, en una obra auspiciada por la Universidad Central en 1994. En ellos, como dice Germán Arciniegas en el prólogo, el artista antioqueño de Rionegro, exagera los rasgos de las personas, poniéndole a unos las orejas más grandes de las normales, y a otros alargándoles la nariz, o los dientes.

Se sabe, que muchos se mueven como dice el autor de El estudiante de la mesa redonda, hacia la caricatura que serán, pero yo digo: mejor hacia el animal que señalan sus rasgos. Porque si nos fijamos bien, y esto sólo con exactitud lo logra el caricaturista, gráficamente representamos a un irracional.

¿A cuál se me asemeja este y ese otro? ¿A cuál desentraña?: A un pájaro, mono, pez, batracio, reptil, mamífero? que es en últimas su retrato interior. Todos, se podría decir, somos el animal que llevamos dentro. Hagamos el ejercicio de descubrirlo en nosotros, y en los demás, como él lo logró con algunos, porque es muy difícil conseguir esta clase de semejanza, pues a ello se oponen la vanidad y el ego, y todas las zarandajas, para que nos veamos diferentes en el espejo.

Sólo el caricaturista logra asemejarnos. Y es ahí cuando sale el can, el pato, el semoviente, la culebra, que somos. Con base en esto es que Rendón realiza su Jardín de los poetas, poniendo a los vates más prestigiosos del momento, como si fueran diversos animales del zoológico: Guillermo Valencia, es un pelícano, León de Greiff, un león, Víctor. M. Londoño, Pegaso, Antonio Gómez Restrepo, el elefante, y Luis Vidales, un sapo. Es con estas similitudes zoológicas, cuando Rendón se aproximó a sus apariencias animales.

Dicen que el caricaturista era burlón, irónico, humorístico, corrosivo, cáustico, y que cuando le propusieron ir a trabajar a Nueva York, por dos mil pesos (dos mil dólares, porque el peso nuestro estaba a la par), dijo, que el pagaba con gusto los otros mil, que se ganaría con tal de no ir a ese país. Hacía en resumidas cuentas, una crítica a la cumbre del capitalismo mundial.

Los que lo conocieron cuentan, que nunca hablaba de sus problemas íntimos, por eso no se supo la razón de su determinación última, a no ser que lo asesinaran, haciendo pasar por suicidio su muerte, que como dice Enrique Santos Molano, en El Corazón del poeta, ocurrió con José Asunción Silva, en 1896. Tampoco se quejó, cuando se incineraron por incendio en el periódico El Tiempo, dos volúmenes impresos de caricaturas, que no se vendieron de manera extraña a pesar de su bajo precio, teniendo en cuenta que el artista era muy apreciado y conocido en la fría aldea bogotana.

Hasta Luis Vidales, lo quería. Puesto que, cuando supo de su sorpresiva muerte en la trastienda de La gran Vía de Bogotá, en la celda de detenido político, por su labor comunista, contaba el poeta de Suenan Timbres, que al reclamarle por haberlo delineado como un batracio, le lanzó: Usted es un ignorante porque Walt Whitman, escribió que: El sapo es una obra maestra de Dios…”

Y Ricardo Rendón, que estaba ese día de malas pulgas, le soltó: “Poeta no me joda… No se me ponga a tiro de pistola… Respondiéndole de inmediato Vidales: Y usted no se me ponga a tiro de bastón…