La emblemática Casa de Poesía Silva se encuentra cerrado en medio de un conflicto que no se resuelve. Mientras la junta directiva insiste en liquidar la Casa, trabajadoras y trabajadores de la poesía exigen la renuncia de las directivas corruptas
Jorge Andrés Garavito Cárdenas
“En Colombia a la gente no le interesa la poesía” dijo el pasado 25 de mayo Jean Claude Bessudo, miembro de la junta directiva de la Casa de Poesía Silva, en Caracol Radio. Lo dijo para justificar la decisión de liquidar la casa. Decisión dada como solución ante los problemas financieros que la casa ha venido presentando desde hace varios años. De esto me enteré por redes, ya que desde hace varias semanas los trabajadores han venido haciendo plantones y actividades para llamar la atención. Entusiasmado decidí ir a uno de sus plantones y preguntar directamente qué es lo que estaba pasando. Que uno de los directivos de una casa de poesía dijera que esta se debía cerrar porque a la gente no le interesaba la poesía me sonaba muy raro: ¿no es precisamente la tarea de esta casa fomentar el interés en la poesía?
En la calle 12 de la Candelaria, frente a una Casa de Poesía cerrada, un joven escribe en una máquina sentado en la acera. Al lado suyo exhibe un cartel que dice “Poemas por limosna”. Se llama Jesús García, y con acento venezolano, señala que siente preocupación por la situación. “Me preocupa que una casa de la poesía no pueda darle espacio a la poesía misma. Además, sus trabajadores llevan todo el año sin poder cobrar su sueldo”. Lo dice al lado de varios carteles colgados en la pared, mientras otros poetas, con micrófono y sonido, llaman con poemas la atención de la ciudadanía que pasa bastante extrañada. Pienso, riéndome solo, que tal vez estas escenas parecen bastante propias de una casa de Poesía. Decido acércame a hablar con algunos.

La casa de poesía Silva fue fundada por María Mercedes Carranza en 1986. Hernán Vargascarreño la recuerda como una poeta combativa que decidió convencer al gobierno de Belisario para inventarse una casa de poesía en Colombia. Tal vez buscando perdón por la poesía de su padre, o por la pésima administración de Betancur, pero María Mercedes inició un proceso sin precedentes no solo en el país, sino en el mundo. Democratizar la poesía en un país acostumbrado a hablar entre fusiles.
La casa de poesía, bajo su administración, hizo recitales y talleres a habitantes de calle, a todo tipo de trabajadores y barrios populares. Fue la primera en llevar poesía a las cárceles y burdeles. La casa de poesía estaba hecha para publicar libros muy económicos cuando no gratis, hacer muchos recitales gratuitos y grabar los poetas para la memoria de este país sin memoria. Con su ingenio, y el dinero de sus amigos, consiguió empezar un movimiento en la poesía nacional, llevando talleres, recitales y concursos a diferentes partes del país, buscando que la poesía se escapara de la cárcel de aburrimiento donde la había encerrado la necrófila élite académica nacional. Pero llegó el uribismo y todo se llenó de tristeza, de ruido de fusiles. No sé muy bien porqué, pero María Mercedes, como la rockstar que era, decidió una noche tomarse una cantidad caicediana de antidepresivos y dejarnos solos, aquí, recitando entre fusiles.
La casa, infortunadamente la mató don Pedro Alejo Gómez. Sigue diciendo Hernán Vargascarreño, Es un señor que se crio muy bien, se crio en Europa. Y realmente, yo me he dado cuenta, él se quería jubilar muy bien. Fue un infortunio que lo nombraran director de la casa, y que se haya quedado veinte años en el puesto, y que los últimos doce años él mismo se haya subido el salario de una manera alarmante, y que no le haya subido el salario en los últimos seis años a los empleados. Él por ejemplo se ganaba doce millones de pesos y si venía un día a la semana era mucho. Tal vez cuando había eventos venía tres días, pero el resto él no venía. ¿Para qué se subía ese salario? Para poderse jubilar muy bien. Se jubiló el año pasado con siete millones seiscientos, lo que es una jubilación asombrosa, extraordinaria. Sobre todo, para ser él un hombre de mucho dinero y que ha sido de familia adinerada. Y sus empleados desde el dos mil diez y seis, están aguantando sin que les paguen sus primas y cesantías, nada. Cinco sueldos del año pasado que les deben, de este año ningún sueldo, la casa está cerrada. Y yo me pregunto ¿por qué no renuncia? Si ya está jubilado ¿Por qué no renuncia? ¿será que está pensando en cobrar los doce millones por cada mes que lleva este año?
En el 2016 don Pedro Alejo Gómez reunió a todos sus empleados, les dijo que la casa tenía que cerrar, le faltó llorar, les conmovió el corazón y les hizo sacar a todos sus cesantías. De 30 años de trabajo, son 36 millones de pesos de Doris Amaya, el papá de Mary Luz Piraquive 45 millones, Dora Bernal 23 millones. Además, los empleados tenían un fondo de ahorros para ellos, 10 millones tenía el fondo de ahorros y un amigo de don Eduardo, que es el tesorero de la casa Silva hace treinta años, también preocupado le dijo a un buen amigo de él que le prestara y así puso 45 millones de pesos. Eso fue en el 2016. Todos esos dineros no los ha devuelto. Les hizo una trampa, les firmó un cheque con una fecha de caducidad y se negó a hacerles otro cheque. Nunca han recibido ni un solo peso de esa deuda. Eso hizo el director de la fundación Casa de Poesía Silva. Ellos van a poner una demanda legal.
Luego del plantón bajamos a un recital de poesía en El establo de Pegaso. Hablé allí con Mary Luz Piraquive, que es la actual asistente de dirección de la casa. Me contó que no les han pagado lo del ultimo semestre del año pasado, ni lo que lleva este. Además, que no les consignan las cesantías ni las primas desde el 2017. En medio de la poesía que dominaba el lugar comencé a preguntar, entonces, por soluciones. ¿Qué se puede hacer? Y la respuesta de todos fue unánime. La renuncia del director. Algunos fueron más avezados y pidieron que toda la junta renunciara, otros incluso fueron más allá y pidieron que liquidaran la fundación, no la casa. Que tal vez lo mejor era que la administración de esa casa volviera al sector público, y que IDARTES, así como hizo con la Fundación Alzate Avendaño, tomara la dirección de la casa y le devolviera el valor cultural y educativo que nunca debió perder. Escuchando eso recordé una anécdota de hace más de cinco años, pero que tenía que ver con esa casa.
En el 2014 fueron expulsados de la casa de Poesía Silva dos poetas: Michael Benítez y Cesar Cano. Los expulsaron por estar tomando dentro del establecimiento. Ellos, juguetones, señalaron que si ese era el motivo debían sacar el cuadro “de ese basuquero” señalando a Raúl Gómez Jattin. Salieron divertidos, no solo por la escena. El evento del que los expulsaron era la premiación del “Concurso Internacional de Poesía “La memoria de nuestros pueblos -homenaje a los poetas de la calle”. Premiación que tuvo que excusarse porque sus dos primeros puestos “habían tenido que ausentarse”. La Casa de Poesía Silva tiene varios problemas, y uno de ellos es que ya la poesía no estaba teniendo espacio allí dentro.
Un 24 de mayo de 1896, (125 años antes de la terrible declaración de Bessudo) Silva se pegó un tiro en esta casa, acosado por las deudas y el desamor, ósea siendo un poeta cualquiera. Hoy la Casa de Poesía Silva, acosada por las deudas y el desamor (no ha podido superar el suicidio de María Mercedes) pasa por una situación parecida. Tal vez estamos en un buen momento de cambiar la historia, de romper ese hilo de suicidios en su memoria, y encontrar la manera de que la poesía comience a buscar la fuerza que necesitamos, y que esta Casa vuelva a ser el espacio para democratizar el uso del lenguaje creativo, y no un espacio de prestigio y negocio de unas falsas élites que no les interesa la poesía.