El agua, un recurso insuficiente

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La falta de servicios de acueducto y alcantarillado hace que millones de personas en el mundo no cumplan las recomendaciones de aseo para enfrentar el coronavirus.

Con instalaciones deficientes para la eliminación de heces, millones de personas se concentran en los ‘cinturones de miseria’ de las grandes ciudades, donde el suministro de agua potable es en extremo deficiente y en no pocos casos inexistente

Redacción internacional

Como ya en el mundo se empieza a discutir en torno a cómo será la vida después del coronavirus, una de las lecciones que debería dejar la pandemia es la definición sobre qué es lo esencial y qué lo secundario en el manejo de la crisis. ¿Qué es lo que realmente importa para la humanidad? El asunto no se resuelve tan fácil cuando el bien común choca con el privado.

Frente a las medidas de retorno a la ‘normalidad’ se discute si es más importante la vida o los negocios, Y en esa discusión, ¿en qué queda un bien esencial para el ser humano como es el acceso al agua potable?

En una resolución aprobada el 28 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas plasmó el principio de que “se reconoce que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”.

Presa fácil de la pandemia

Asegura la ONU que este postulado debe entenderse como un derecho vinculante para los estados miembros del foro internacional. Es claro que de esta manera se configura un nuevo paradigma de los servicios de abastecimiento para atender la calidad de vida de las personas, ligado a otro no menos importante: el concepto de control ciudadano y democrático de su gestión. El ciudadano es titular de derechos. A raíz de la campaña, no solo en Colombia sino en el mundo, de “lávate las manos, al menos cada tres horas”, vale la pena examinar en que anda el derecho al agua potable, indispensable para cumplir la premisa de protección planteada.

Según el último Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, 2.200 millones de personas, es decir, el 30 por ciento de la población mundial, no tiene acceso a agua potable. Esta enorme franja de población vive por tanto en condiciones de salubridad que representan un peligro social, y en las actuales condiciones son presa fácil del contagio de la pandemia.

Si desglosamos las cifras, este cuadro tiene otras implicaciones dramáticas. Dos de cada tres personas en el mundo sufren escases de agua potable. Alrededor de 750 niños menores de cinco años mueren cada día, por no tener acceso a saneamiento básico o por enfermedades causadas por beber agua insalubre. En el año 2030, es decir, en una década, 700 millones de personas en el mundo se verán forzadas a desplazarse de sus lugares de origen por falta de agua para sobrevivir.

Modelos de consumo

En materia de género, en cuatro de cada cinco hogares son las mujeres las encargadas de recoger el agua, y a menudo ellas deben recorrer varios kilómetros para trasportarla a casa. El drama tiende a crecer si se tiene en cuenta que diversas agencias gubernamentales coinciden en señalar que el uso del agua potable crece a una tasa anual del uno por ciento, especialmente a partir de la década de los años 80 del siglo pasado, debido a factores como el crecimiento de la población, el desarrollo social y económico y el cambio de los modelos de consumo.

Esto debería obligar a los Estados a permitir a la población el acceso al agua potable y al saneamiento, sin discriminación, dando prioridad a los sectores más necesitados. Pero esto no ocurre en la realidad. Lo que se impone es una fuerte tendencia a privatizar los servicios de suministro de agua, lo que viene asociado a la imposición de altas tarifas, el corte del servicio cuando la gente no puede pagar. Esto golpea especialmente a los barrios pobres, donde la gente invierte la mayor parte de su salario en pago de servicios públicos, desatendiendo la alimentación y el pago de médicos.

En lo que respecta a América Latina, en el informe de la ONU se dice que la mayoría de la población carece de fuentes adecuadas de agua potable. Con instalaciones deficientes para la eliminación de heces. Millones de personas se concentran en los ‘cinturones de miseria’ de las grandes ciudades, donde el suministro de agua potable es en extremo deficiente o en no pocos casos inexistente. La población entonces debe acudir a carro tanques, aljibes, letrinas, pozos sépticos.

Vivir para ver

Sandra Regina Cesariana es desempleada e hipertensa. Vive con su esposo, de 54 años y cuatro hijos, en la favela Paraisópolis, un rancho de pocos metros, al sur de Sao Paulo. Su marido, duerme en un cuarto con apenas una cama. En el otro cuarto duermen sus hijos, y ella en un sillón, en la sala. Ella sufrió un derrame cerebral y sale poco a la calle, apenas cuando busca algunos alimentos. Para ella, eso de lávate las manos, no tiene sentido. Tampoco lo del distanciamiento social. Los seis viven hacinados, tienen un solo baño para toda la familia, comen juntos y ni siquiera tienen una mesa de comedor. Decirles que adopten medidas sanitarias frente al coronavirus es, si no un insulto, sí un despropósito.

Los habitantes de la municipalidad de Tláhuac, en México, ni siquiera pueden quedarse en casa, pues además de ser desempleados en su mayoría y tener que salir al rebusque, cada día deben salir a buscar agua, porque no tienen el servicio. Por eso tampoco pueden lavarse las manos con frecuencia, ni desinfectar sus pertenencias.

Camino de solución

Lavarse las manos siquiera una vez al día, es un lujo para quienes viven en los campos de refugiados de Nigeria. Lo usual es que deban madrugar para conseguir algo de líquido en unos bidones, que llenan de agua no potable, y a menudo contaminada. Son un millón quinientas mil personas arrancadas de sus tierras por conflictos armados en Borno. Las luchas intestinas con el Estado Islámico y Boko Haram, hacen que el drama se extienda por Camerún, el Chad, Níger y Nigeria.

En Colombia, de acuerdo a cifras recientes del DANE, la cobertura del servicio de acueducto es del 92.3 por ciento, y la de alcantarillado es del 88.2 por ciento. Esto quiere decir que más de 3.6 millones de personas no tienen acceso a acueducto y 5.6 millones no cuentan con alcantarillado.

Como asegura la ONU, la disponibilidad de agua es fundamental para la vida, la higiene personal y doméstica y, en consecuencia, para la salud humana. Por eso es incompatible conciliar un derecho humano con el lucro y el negocio. Promover la remunicipalización de los servicios esenciales, que regresen a verdaderos servicios públicos, es el camino de la solución.

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