Ricardo Arenales
Por iniciativa de diversas organizaciones no gubernamentales, después de una encuesta, en el año 2012, la capital de Israel, Tel Aviv, fue declarada como “la mejor ciudad gay del mundo”. La consulta fue financiada por el portal gaycities.com y la empresa American Airlines.
El paisaje, el clima y otros atractivos de Tel Aviv, han incrementado el turismo gay de manera significativa, en particular en el mes de junio de cada año, cuando en la ciudad se celebra el ‘gay pride’, una fiesta homosexual de grandes proporciones, que se ha convertido en la máxima expresión de las celebraciones de esta comunidad en el mundo. A tal punto, que la capital de Israel es considerada un paraíso para este sector social.
Las agencias de turismo especializadas han levantado la consigna “mar, sexo y sol”, que comienza a ser interpretada como signo de apertura y tolerancia por parte de las autoridades sionistas. Pero esto es un espejismo. Quienes conocen la política israelí, desde la fundación del estado judío en 1948, saben que los partidos que se han alternado en el poder en este país son profundamente racistas, xenófobos y homofóbicos. Estas tendencias responden al radicalismo ultranacionalista de los gobernantes israelíes.
Un remanso artificial
Sin embargo, lo que han encontrado las autoridades de Israel, pese a lo incómoda que les resulte la idea, es que con el turismo gay, los medios de comunicación han venido fabricando la imagen de un remanso de tolerancia. Y encuentran que esto les viene como anillo al dedo, en momentos en que desarrollan una agresiva política de despojo mayor de territorios y de viviendas del pueblo palestino, cuando incluso aspiran a que los presos políticos palestinos en cárceles israelíes, no tengan siquiera la posibilidad de recibir visitas, alimentos, medicinas, y este tratamiento infame se extienda a los familiares de los detenidos, en un acto de exterminio racial.
Cuando recrudecen las acciones de persecución y despojo al pueblo palestino, desconocen de manera reiterada las exhortaciones de las Naciones Unidos en torno a la solución pacífica de un conflicto ancestral, sobre la base del reconocimiento a la existencia de dos estados soberanos y cuando además, Israel se convierte en una amenaza para la paz de la región, especialmente por las agresiones y bombardeos a predios de sus vecinos, particularmente Irán, les llega muy bien una maquillada imagen de defensores de derechos humanos.
Para estimular este perfil, en 2012 el ejército subió a su cuenta de Facebook la foto de dos soldados, cariñosamente tomados de la mano. En la vida real, las cosas son diferentes. Según sondeo del diario Haaretz, en 2012, el 46 por ciento de los israelíes considera el homosexualismo como una perversión, mientras solamente el 10 por ciento de los franceses piensa de esa manera.
La marca Israel
Estimular una polémica en esta dirección, alivia la imagen internacional de las autoridades israelíes de ser una nación que reprime y coloniza a otro pueblo hermano. Por eso, en el año 2007, la ministra israelí de Asuntos Exteriores, Tzip Livni, constituyó lo que denominó su equipo de gestión de la marca Israel, la Israel Management Team, para borrar la imagen del muro que divide a los palestinos, los prisioneros en las cárceles, los asentamientos judíos ilegales, la destrucción de viviendas.
Un diplomático norteamericano dijo a propósito, que se trata de vender la idea de “la vida gay más que la vida de Jesús entre los liberales gay norteamericanos”. Un estudioso del tema, Jean Stern, dijo por su parte, que se trata de propagar el imaginario del gay árabe, exaltado en la película Lawrence de Arabia. En estas condiciones, no se muestra la realidad de la pobreza, el sojuzgamiento y la humillación del pueblo palestino. Es el reino del “homonacionalismo”, como ya empiezan a calificarlo algunos observadores.