Aída habla con los jóvenes

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Aída Avella le habla a los jóvenes en la universidad Icesi, en Cali. Foto Carolina Tejada.

“A veces me preguntan, ah pero usted quiere decretar la revolución. Les digo no, quiero decretar la justicia, para todos por igual”: Aída Avella

Carolina Tejada
@carolltejada

Conmovidos por la realidad social en el país, esa que a diario en las noticias señala que uno u otro líder social ha sido amenazado o asesinado por pensarse una Colombia en paz, los jóvenes estudiantes de la universidad Icesi en Cali, una universidad privada, de elite, con alta calidad académica, realizaron un conversatorio sobre “los líderes sociales asesinados en el país”. Allí, por invitación del mismo grupo académico llegó Aída Avella, quien es sobreviviente del genocidio de la Unión Patriótica, y quien, siendo concejal de la ciudad de Bogotá, sufriera un atentado con un rocket en 1996.

Muchos años estuvo en el exilio, hasta el 2013 cuando, motivada por el proceso de paz y la devolución de la personería a la UP, volvió para hacer política. Pero como ella misma lo reafirma cada vez que le preguntan por sus años de exilio, “nunca nos fuimos, llevamos el país adentro”. Aída, ha venido recorriendo Colombia como candidata al senado de la república, por la lista decente.

Cuando le tocó dirigirse al auditorio, al que asistieron algunos docentes y varios jóvenes interesados en conocer su opinión, lo hizo con una reflexión histórica, de lo que significó para ella el exilio, pero sobre todo, lo que significa para ella como mujer, hacer política en medio de un país tan desigual como Colombia.

No podemos hablar del país sin señalar sus injusticias

En su larga intervención, mientras mantenía la atención del público con las historias de vida de varios líderes sociales, que a causa de su trabajo, habían sido víctimas de atroces hechos, entre esos el asesinato, recordaba a Temístocles, “un negro que defendió su territorio, reclamante de tierras al que le negaron su derecho a vivir bien, y también el derecho de vivir. Su justo reclamo le costó la vida. Quitaron una vida para obtener un pedazo de tierra para llenarla de contenedores”.

También se refirió a los medios, su trayectoria y su recorrido por los territorios más apartados del país, la llevaron a pensar que en este país hay “cómplices de la miseria” en la que vivimos. “Los medios masivos de comunicación han sido responsables de que este país no conozca la verdad sobre su realidad, su conflicto. Este país está sobrediagnosticado, lleno de estadísticas, pero las víctimas, es decir, quienes sufren este país, con ellos pretenden llenar los informes de las organizaciones de cooperación y del gobierno, pero ellos no han podido escribir su verdad, tampoco los medios la han contado”.

Asegura que en esas cifras están también los niños, los artistas y las mujeres. Recordando algún encuentro con Patricia Ariza, actriz y directora de teatro, quien también ha sido amenazada por su labor de hacer crítica social desde las tablas, decía: “Hay mujeres para las que todavía no han nacido los hombres, hay mujeres para las que todavía no ha nacido su pueblo”.

Una lección de dignidad

Después de varios minutos los jóvenes escucharon atentos los relatos de la mujer chiquita, que en medio de la tragedia contada, tenía la capacidad de hacer ironía sobre su historia, “no sé porque siendo tan chiquita me querían matar con una cosa tan grande”, decía en algún momento sacando una sonrisa a medias.  Varias manos se levantaban con el objetivo de continuar el diálogo con ella. Muchas preguntas sobre el qué hacer de los jóvenes, del país en medio de tanta maldad.

Con una sonrisa modesta, y con la calidez que la caracteriza, ella continuaba su reflexión, esta vez para extenderles una invitación. “Yo siento que la tierra llora, yo siento que la tierra dice, ¿por qué me devuelven a la naturaleza de esta manera? Yo sugiero que los estudiantes hagan un año rural, tenemos que conocer las venas de este país, sugiero que después de que los jóvenes regresen de su año rural, nos hablen de la Colombia profunda que conocieron. Tenemos que aprender a decir aquí en este país, que todos somos importantes”.

Continuaba su reflexión diciendo: “Yo sí creo que a este país hay que salvarlo. Llevarlo por el camino de la dignidad. ¿Qué es la dignidad? Lo mínimo de dignidad es tener una casita con unas piecitas y un techo donde la gente no se moje cuando llueva. Como en La Guajira, estuvimos en una ranchería y la señora de la casa mirando su rancho con techo de plástico nos decía, -¿será que podré cambiarlo por otro que no esté roto?, cuando llueve se nos moja todo y tenemos que arrinconarnos debajo del lado que esta bueno-. Yo me pregunto, ¿por qué tanta injusticia en este país? ¿Por qué no todos podemos vivir bien?”

Dentro de sus anhelos, no solo como candidata, sino como mujer que ha vivido y recorrido este país, les contaba a los jóvenes, que lo que más anhelaba era un país justo. “Queremos la justicia, una con propiedad privada. Es decir, que todos tengamos propiedad, una casa, un pedazo de tierra para trabajar, y no que la propiedad este concentrada en las mismas familias de siempre. A veces me dicen: “Ah, pero usted quiere decretar la revolución. Les digo no, quiero decretar la justicia, para todos por igual”. En su discurso siempre hace referencia a la corrupción, la necesidad de recuperar los dineros públicos que están en los bolsos privados, para garantizar derechos a la población.

Como una declaración frente al papel de la política, desde la condición humana, esa que ella misma afirma debe andar de la mano de quienes quieren gobernar este país para frenar las olas de violencia y la indiferencia social, reitera: “Lo que le hace falta a este país es que nos podamos entender, humanamente. Que podamos convivir y dialogar a pesar de las diferencias”.

Finalmente, alentó a la juventud no solo para que acompañe en las urnas a la lista de los decentes, sino también a que pongan su granito de arena para hacer que este mundo cambie. “Esta campaña no tiene plata, la hacemos con papeles y el discurso, pero tenemos algo más importante, la dignidad”. Cerró su intervención diciendo: “En una universidad, una chiquilla me dijo: los jóvenes tenemos que hacer lo que ustedes no pudieron hacer, pero este mundo cambia porque cambia.  Yo ya soy abuela, si me descuido bisabuela, y todavía quiero cambiar el mundo. ¿Y ustedes’”.