Mientras el Alcalde de la ciudad insiste en que el problema de la contaminación del aire es el polvo, estudios revelan que la emisión de gases de los buses de Transmilenio son los principales causantes de este fenómeno
Carolina Tejada Sánchez
@carolltejada
Estudios revelan que uno de los principales problemas ambientales en el mundo es el de la contaminación del aire, y que a su vez son muchas las enfermedades que debido a esta, afectan a un alto porcentaje de la población. Pero desde el establecimiento, siguen sin existir medidas paliativas para superarlas.
La contaminación mata
Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo el 87% de la población convive en lugares donde los niveles de contaminación del aire perjudican sustancialmente la salud. En el caso colombiano, según Luis Fernando Mejía, director del DNP, en una encuesta y estudio realizados sobre el tema en el país, Colombia no es ajena a esta crítica situación, pues en el 76 % de los municipios que realizan vigilancia de la calidad del aire se registran niveles de contaminación por encima de los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, es decir afectan la salud de sus pobladores. Ese mismo estudio también reveló, que la capital del país engrosa las cifras de las ciudades con más altos niveles de contaminación.
Sin embargo, mientras el estudio de los niveles de contaminación de la ciudad que según Mejía, están por el 45 % de la afectación ambiental y, por lo cual también se entró en alerta amarilla, son derivadas del combustible de los vehículos que circulan por la capital, el alcalde Enrique Peñalosa, asegura que dicha contaminación no es fatal y que las causas en todo caso, se deben al polvo.
Estas afirmaciones no solo generaron rechazo en los ambientalistas, sino que además, generaron mayores preocupaciones en la ciudadanía, pues el no reconocimiento del fenómeno contaminante reduce las posibilidades de que la administración asuma su responsabilidad con este índice creciente en la capital.
¿Nos debemos preocupar o no por la contaminación?
Una alerta amarilla no es un mal menor. Según estudios, existe una estrecha relación entre la exposición que tienen los seres humanos con el aire contaminado y enfermedades tales como infecciones respiratorias agudas, cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, accidentes cerebrovasculares y enfermedades coronarías, entre otras. Por ello el afán de que la administración y los diferentes entes de la salud, cumplan con el cuidado y la protección del medio ambiente. Pero, además, a que controlen las empresas que generan amplias esferas de contaminación.
El Departamento Nacional de Planeación habló de que, anualmente, se estiman cerca 10.500 muertes prematuras causadas por la exposición de las personas al aire contaminado. Particularmente en Bogotá, la contaminación en el aire varía de acuerdo a las localidades. Entre las más contaminadas se encuentran las del sur occidente, las cuales superan casi a diario el tope que establece la Organización Mundial de la Salud, OMS.
Transmilenio: carbono negro
El sistema de transporte público es señalado por la misma ciudadanía como de los más contaminantes de Bogotá, pues el grupo de vehículos que debieron renovarse en el 2011, no se hizo, lo cual confirma a que el 25 por ciento de los buses troncales de Transmilenio que entraron en operación inicialmente en el año 2001, más los que entraron en funcionamiento después de estas fechas, no han sido renovados. En este sentido, se estaría hablando de un promedio de 700 vehículos con una antigüedad de 17 años, y con un recorrido de más de un millón de kilómetros y en algunos de los casos hasta 1,5 millones, los que hoy alteran el aire que se respira. No en vano se les denomina como los buses chimenea de la capital. Los diseñadores y fabricantes de estos buses son de Europa, pero de acuerdo al tiempo y kilometraje de uso, estos por ley no podrían operar allí.
Según el análisis presentado por el mismo DNP, el cual parte del monitoreo al aire en el interior de 180 buses en todas las troncales y en 32 estaciones, incluyendo todos los portales, sería el más lamentable en relación a otras áreas. En el informe sobre esta crisis se expresa, “la concentración de partículas finas, (las más peligrosas para la salud debido a la penetración que tienen en el sistema respiratorio) dentro de los buses es de 180 g/m3, niveles nueve veces más altos que los que indican las estaciones de calidad del aire utilizadas por la Secretaría de Ambiente dedicadas a determinar la calidad del aire en la ciudad”. Además se menciona que el 50 por ciento del material particulado y que está presente en los buses y estaciones es hollín, más conocido científicamente como carbono negro.
De acuerdo a este mismo nivel de contaminación que propulsan los motores Diésel, la Organización Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, los ha clasificado como una mezcla carcinogénica para los humanos. Ejemplo de ello, explica Fernando Mejía, “la estación subterránea del Museo Nacional presenta concentraciones promedio de 340 g/m3. Para poner estas cantidades en perspectiva, la OMS propone un límite de 25 g/m3 de material particulado promedio durante un periodo de 24 horas. Nuestras mediciones implican entonces que la dosis recibida en un viaje de ida y regreso típico (70 minutos) en los buses de la Fase I y Fase II es superior a la dosis que se tendría estando expuesto a los lineamientos de la OMS durante 24 horas”.
Soluciones sin acogida gubernamental
Eduardo Behrentz, un experto en temas de movilidad, sostenibilidad, calidad del aire y urbanismo, junto a otro grupo de expertos han respaldado estudios y seguimientos que se han realizado desde hace diez años en la capital precisamente sobre estos temas. Según Behrentz, se deben implementar soluciones inmediatas que tengan implicaciones en la salud pública de la ciudad. “Es que los vehículos de carga pesada que utilizan diésel como combustible –eso significa volquetas, camiones, pero sobre todo el transporte público, los buses de TransMilenio, los del SITP, los del SITP provisional– tienen que estar equipados con lo que se llama tecnología de control de emisiones. Eso, en castellano, significa un filtro. Llevamos diez años diciendo eso, y no se ha podido lograr”.
Precisamente ese mismo plan había sido considerado por el anterior alcalde de la capital, Gustavo Petro, quien ante medios de comunicación expresaba su preocupación por los altos niveles de contaminación y expresaba para el año 2012 que “el 40 por ciento de la contaminación se debe al transporte público masivo, a pesar de que representa un número menor que los vehículos particulares. Esta contaminación por parte de los buses se debe a que usan una tecnología vieja, constituyendo un gran deterioro en la contaminación del aire en Bogotá”. Al tiempo, su secretaria de Medio Ambiente, Susana Muhamad, también exponía que una de las salidas a la problemática, estaba relacionada con una nueva normatividad que se aplicaría en esa administración, y que tenía que ver con “los tipos de filtros y catalizadores que deben tener los vehículos antiguos para disminuir las emisiones de gases” y así garantizar de manera prolongada el cuidado del aire que respira la ciudadanía bogotana.
Estos planes quedaron truncados con la llegada de la nueva administración, y hoy la proliferación de gases contaminantes provenientes de buses viejos, sumado a las troncales nuevas, con nuevos buses articulados sin el mantenimiento adecuado, ha aumentado, como lo dijimos al inicio, en altos porcentajes de contaminación ambiental que han coadyuvado a la proliferación de enfermedades que se habían podido superar.
Mientras tanto el alcalde mayor de la capital, pese al llamado de la alerta amarilla, y de los constantes llamados de la ciudadanía para que se promuevan soluciones a los índices de contaminación, ha expresado públicamente que, contrario a los estudios que indican los orígenes y efectos de la contaminación, “el problema de la calidad del aire es el polvo, no la combustión de los buses”.