Fabiola Calvo Ocampo
Hay quienes consideran que las mujeres tenemos muchos derechos; cada vez más prebendas, y los damnificados son los hombres. Siento decirlo, pero es mucha pobreza para el análisis y mucha mezquindad en la comprensión de la equidad, la igualdad y la democracia.
Los cambios en el mundo son vertiginosos y hay procesos que parecen hibernar hasta que algún hecho sirve de detonante para que un proceso avance y el de las mujeres no ha sido ajeno a esta dinámica de la historia.
¿Cuántos años recluidas en la vida privada? Reducidas a las tareas domésticas y al cuidado de la familia. Muchas ingresaron a un convento por la posibilidad de aprender a leer y escribir, como Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Cuántos años cargando la marca de propiedad privada del varón, con el “de”, sin poder decidir para viajar sola, sin derecho a la propiedad…
Totalmente desprotegidas frente a la autoridad, los gobernantes o quienes fueran sus dueños. ¿Acaso olvidamos el derecho a pernada que tenía el señor feudal? ¿Y las guerras? ¿A cuántas quemaron por su sabiduría durante el Tribunal de la Santa Inquisición?
Sin embargo, han sido las ausentes en la historia y no porque dejaron de escribir páginas gloriosas o no fuesen partícipes en la vida cotidiana en los momentos decisivos de los pueblos frente al poder o en la construcción de un territorio o país. Nuestras ancestras abrieron caminos que otras continuamos.
Participaron en la revolución industrial y salieron masivamente en busca de trabajo. ¿Cuánta violencia contra ellas? ¿Cuánta violencia sexual? ¿Cuántos maridos, que para castigar sus salidas les quitaron sus hijos e hijas porque no tenían derecho a la patria potestad? No tenían a quien acudir. ¡A quién!
Miles de mujeres de toda Europa participaron en la Revolución Francesa, revolución que proclamó la libertad, igualdad y fraternidad. ¿Para quién? Una vez logrado el triunfo ellas quedaron por fuera, les cerraron los círculos y salones literarios en los cuales debatían sobre política, desde luego, lo podían hacer mujeres burguesas, pero trabajaban por los derechos de todas.
Condorcet fue un gran aliado; luchó por la ciudadanía de las mujeres y publicó, en 1790, “Sobre la admisión de las mujeres al derecho de la ciudadanía” y lo reivindicaba desde el derecho a la igualdad.
Pero, fue Olympia de Gouge quien revolucionó la misma Revolución Francesa al escribir la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, puesto que en la “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano” las invisibilizaron. Aunque no los excluyó, le costó la guillotina: “Artículo I. La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos…”
Miles de mujeres han participado en los cambios, y en Colombia, este 8M destacamos los 100 años de la primera huelga dirigida por una mujer. Carlos Uribe Restrepo con su libro “Betsabé Espinal: liderazgo fugaz trascendental”, contribuyó a sacarla del anonimato.
En la fábrica de Tejidos de Bello, la joven de 24 años, Betsabé Espinal, sobre un taburete llama a sus compañeras a declararse en huelga “porque nos oponemos a que siga existiendo acoso sexual… no estamos de acuerdo con seguir trabajando descalzas, necesitamos que nos permitan llegar calzadas…”
Hoy somos parte de la agenda, pero faltan muchas conquistas para una real igualdad en derechos. Nadie nos ha regalado nada, todo es fruto de largas luchas.