A un siglo de su nacimiento, se rinde homenaje a la vida del juglar, compositor y acordeonero más importante del vallenato en la historia
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
“Yo soy el hombre de las tres sedes. Magdalenense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón”, responde una voz profunda y despojada de sentimentalismo. El sonido emitido, gracias al poder de la grabación, es de Alejandro Durán Díaz, el juglar, compositor y acordeonero más importante de la música vallenata en el siglo XX.
El municipio de El Paso, Cesar, pueblito situado entre los ríos Cesar y Ariguaní, habitado por vaqueros y tocadores de tambor, fue el epicentro hace 100 años de aquel acontecimiento que dio vida a la leyenda musical y artística del “Negro grande del acordeón”. En su honor, el pueblo pasero lo celebró con actos culturales y académicos, que lo honran hoy en la memoria musical de la gente como de la región.
Origen campesino
Alejandro Durán, “campesino elemental, como el agua”, tal y como lo definió su biógrafo, Juan Manuel Vergara, nació el 9 de febrero de 1919 en el seno de una típica familia del Magdalena Grande. Su abuelo gaitero, su tío Octavio Mendoza, cantante de parrandas, su padre Nafer Donato Durán, intérprete de acordeón, su madre Juana Francisca Díaz, cantandora de chandés e intérprete de la tumbadora, y sus hermanos Luis Felipe y Nafer, prominentes músicos de la región, configuraron el destino del “Negro Alejo” con la música.
Como cualquier joven campesino del Caribe colombiano, su vida antes de la juglaría, estuvo marcada por los diferentes oficios en las fincas ganaderas.
A sus 20 años se convierte en alumno del músico Víctor Silva, desempolvaría el acordeón de su tío Octavio, para nunca más ser un vaquero y así convertirse en la leyenda del instrumento que lo acompañaría durante toda su carrera artística.
En 1948 compuso su primer tema titulado “Las cocas”, término que se le daba a las labores en las cocinas de las fincas ganaderas.
Con un estilo propio, cuyo énfasis estuvo pautado por los bajos, acompañado de aquella voz profunda e inigualable, y muletillas como “Oa”, “¡Apa!”, “¡Sabroso!” y “¡Ay!”, cautivaron con la potencia de la melodía y sabrosura que Alejo imprimiría con su inconfundible acordeón en cualquier parranda en el Caribe colombiano.
Barranquilla, Atlántico; Magangué, Bolívar; Montería, Sahagún y finalmente Planeta Rica, Córdoba; fueron los destinos donde Alejo encontraría aquel estilo de vida donde combinaría su sobresaliente carrera como músico elogiado, con la labor modesta de campesino agricultor y ganadero, condición terrenal que lo acompañaría hasta el último día de su vida.
Su juvenil paso por Barranquilla, donde entabló amistad con los artistas Luis Enrique Martínez “El Pollo Vallenato”, Abel Antonio Villa y José María Peñaranda, dieron inicio a largas correrías por el Bolívar Grande en las décadas de los 50 y 60. Sin embargo fueron las parrandas en la región de Sucre y Córdoba, donde el trabajo de Alejo Durán fue reconocido y valorado.
De juglar a Rey
Su primer disco “Entusiasmo a las mujeres” lo grabó en 1950. Fue el inicio de un rotundo éxito, que se extendió durante su existencia. Alejo logró grabar 120 discos de larga duración con sellos independientes como “Eva y popular” para después incursionar en la industria musical con trabajos para “Discos Fuentes”, “Sonolux”, “Phillips” y “CBS”.
Una carrera discográfica que lo hace portaestandarte del proceso de masificación de la cultura musical del Caribe hacia el interior en la segunda mitad del siglo XX.
Son sus años juveniles los que dibujarían la ejecución melancólica pero sabrosa del acordeón, la interpretación de aquellos gloriosos cantos y la composición de inolvidables piezas de música vallenata.
En el horizonte de esta amalgama artística estaría la crítica social, la mirada filosófica de la vida en los territorios y una percepción particular del amor. Alejo se consolida como época e historia del Caribe colombiano, gracias a las crónicas de sus cantos.
Es por ello que composiciones propias como “La perra”, “Fidelina”, “Altos del Rosario”, “039”, “La cachucha bacana”, “Sielva María”, “Joselina Daza”, “La recorrida”, “Evangelina” y “Pedazo de acordeón”, o interpretaciones legendarias como “Alicia adorada” de Juancho Polo Valencia, “Honda herida” del maestro Rafael Escalona, “El indio sinuano” de David Sánchez Juliao y Máximo Jiménez, o “Plegaria vallenata” de Gildardo Montoya, son y serán manifestaciones del noble encanto del vallenato en la gente, en los pueblos y sus cotidianidades.
Rey pobre y negro
Fue en aquel año de 1968 en Valledupar, Cesar, donde se organizó el Primer Festival Vallenato bajo el patrocinio de la matriarca Consuelo Araújo Noguera y el cacique liberal Alfonso López.
La improvisada tarima donde se llevó a cabo el Primer Concurso de Acordeoneros, recibió en sus tablas de madera a los participantes Luis Enrique Martínez, Ovidio Granados Durán, Alejandro Durán Díaz, y al ultrafavorito, Emiliano Zuleta Baquero, patriarca oriundo de La Jagua del Pilar, La Guajira, y aclamado juglar de piquerías y parrandas en la comarca del vallenato original.
Tanta seguridad tendrían los seguidores de Zuleta sobre su victoria, que lo llevarían a parrandear anticipadamente su triunfo como rey acordeonero. Esta acción le impediría presentarse a la competencia final con la consecuencia de su inminente derrota.
Por su parte, un humilde pero decisivo Alejo Durán, se subiría a la tarima con sombrero vueltiao para romper el silencio con las notas sentidas de su acordeón, interpretando el son “Alicia Adorada”, el merengue “Elvirita”, el paseo “Cachucha bacana” y la puya “Pedazo de Acordeón”. Campesino, pobre y negro, fue coronado un 29 de abril de 1968 como el primer rey vallenato de la historia.
También es conocida la anécdota, que el escritor Alonso Sánchez Baute, describe como “el mayor acto de integridad del país… de dignidad, de grandeza”.
Se refiere a los acontecimientos del 30 de abril de 1987 en Valledupar, cuando la organización del Festival Vallenato convocara por primera vez a la competencia de “Rey de reyes”. Los finalistas como era previsible fueron Nicolás Elías “Colacho” Mendoza y Alejandro Durán.
Al momento de ejecutar “Mi Pedazo de acordeón” y sin alcanzar los 30 segundos de presentación, la gente se vio sorprendida por la interrupción y la frase de Alejo: “Pueblo, me acabo de descalificar yo mismo”. Una aparente nota de más, que ni el jurado ni el público percibieron, era la “razón” de aquel acto inverosímil.
La realidad oculta es que el negro Alejo sabía del favoritismo de la élite valduparense por “Colacho”, llevando a la derrota propia como un episodio de grandeza. Lo siguiente fue un mar de botellazos, piedras y arena que recrearon el epilogo del certamen en la Plaza Alfonso López. Un pueblo enfadado y la élite estupefacta.
Mi pedazo de acordeón
Alejo Durán es considerado el mejor ejecutante de son en la historia, un ilustre vocalista cuyo acento evoca la profundidad de la nostalgia, y un compositor excepcional, de estilo narrativo y costumbrista. En su música, pintó paisajes, acontecimientos, hábitos y amores, convirtiendo sus canciones en símbolos de identidad. Vivió como nadie develando el secreto del amor que se encuentra en “Este pedazo de acordeón hay donde tengo el alma mía / Allí tengo mi acordeón y Parte de mi alegría”.
Bibliografía
Peláez, Ofelia; El juglar; en 32 canciones con las que Alejo Durán, enamoró a 32 mujeres; Discos Fuentes.
Sánchez Baute, Alonso; Alejo; en columna de opinión en El Heraldo, 27 de enero de 2019. URL https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/alonso-sanchez-baute/alejo-592621
Mestra Osorio, Aminio; Alejo Durán, su estilo y su toque en el acordeón; en LAUD Universidad Distrital Francisco José de Caldas. URL: http://laud.udistrital.edu.co/blog/alejo-dur%C3%A1n-su-estilo-y-su-toque-en-el-acorde%C3%B3n
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