Alexandra Kollontai, bella y clandestina

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Mujeres en la Revolución Rusa

Libardo Muñoz

Es dueña de una presencia estudiantil que la ayudaría a transitar la larga y oscura noche de la conspiración contra el poder imperial sin despertar sospechas.

Hija única de familia acomodada, su padre, un general del ejército zarista estaba muy lejos de poder imaginar que la pequeña Alexandra, sería designada por Lenin Ministra de Bienestar Social, y que además escribiría una docena de libros y ensayos duros contra lo que ella llamó “la vieja hipocresía burguesa de los valores morales”.

Faltaba mucho tiempo todavía para que esta impactante mezcla de belleza física y de inteligencia tuviera en sus manos los textos de Marx, y para “evitarle malas compañías” el viejo y severo militar y su madre, una mujer de origen campesino y finlandés, deciden no enviar a la estudiosa Alexandra a la escuela y contratan clases particulares, bajo la dirección de Víctor Ostrogorsky, historiador de literatura rusa, quien la animaría a escribir para periódicos de la época. Es el primer aldabonazo del destino.

Geografía, novelas y cuentos, reposan casi a escondidas bajo la almohada de Alexandra quien devora libros con verdadera pasión, en los ratos de privacidad que logra crearse a sí misma, casi siempre cuando los demás duermen y su padre ronca como un trombón.

Alexandra Kollontai nació en San Petersburgo el 31 de marzo de 1872 con el apellido de soltera de Domontovitch, perteneciente a la nobleza terrateniente, toda su infancia y su juventud transcurriría entre Petrogrado y Finlandia, que era parte del imperio zarista.

Para zafarse de las limitaciones de un padre autoritario, Alexandra, muy joven, se casa con un primo suyo, el ingeniero, Kollontai, de quien tomó su apellido. Su matrimonio duró tres años y le queda un hijo.

De ahí en adelante, sus camaradas obreros y el mundo oirían hablar de Alexandra Kollontai, la revolucionaria que entra decidida al ejército de sombras sigilosas, de pasos apenas perceptibles en las noches heladas de San Petersburgo, en la más grande conspiración que haría temblar las columnas del palacio de los zares y las bases mismas del Vaticano.

Los actores del complot

La sublevación late en cada callejón, hojas volantes, periódicos clandestinos pasan de mano en mano con pasmosa habilidad, los actores del complot visten gruesos gabanes donde esconden raciones de pan, algunas endurecidas pero que en las jornadas de guardia tienen el sabor indescriptible de un manjar, también circulan escritas, las últimas órdenes de Lenin, quien todavía está en Zurich, haciéndose reparar las suelas de sus botines.

La Revolución palpita en medio de la aparente calma, cualquier hora puede ser la antesala del asalto final, Alexandra ya aprendió a escurrirse fría y serena entre los gritos de los guardias que hacen encabritar sus caballos. Los revolucionarios saben ya de sobra que esa es una maniobra para amedrentarlos.

Alexandra es la que más parece dominar sus nervios en las redadas, tiene la mirada apacible que más de una vez la ayuda a enfrentar a la temible Ojrana, la policía del zar, lleva documentación falsa y la muestra sin pestañear.

La conspiración no se detiene un segundo. En San Petersburgo sin embargo, todo parece quieto, como si el reloj de la historia dependiera de al menos, un cañonazo. Las imprentas en los sótanos vomitan miles de octavillas,

La misma Alexandra no sólo redacta, y a su regreso de Inglaterra en 1899 donde conoce el movimiento obrero inglés y entra en contacto con las organizaciones marxistas, aprende las técnicas de impresión, distribuye la prensa ilegal sabiendo que un sólo manojo de periódicos la enviaría a los calabozos del zar.

En 1890 comienza Alejandra a colaborar con asociaciones culturales que eran en realidad conexiones para mantener la clandestinidad revolucionaria, se convierte en maestra, organiza obreros y va a debates de corte liberal.

De esos días data la gran relación de Alexandra con 12.000 obreras textileras de la fábrica Kremgolskaia en Neva, aprende pero al mismo tiempo enseña.

Las ideas políticas de Alexandra Kollontai se consolidan en 1896, con la huelga de 36.000 obreros textileros de Petrogrado, organiza colectas, para ayudar a los huelguistas cuando aún no conocía el marxismo. Solo después de su experiencia en la fábrica Kremgolskaia comienza a leer a Marx.

Un desgarrador relato

De 1898 es el primer estudio de Alexandra Kollontai sobre sicología de la educación y escribe “Bases de la educación según Dobrolivbov”, es definitivo en este momento su primer encuentro con Clara Zetkin.

Alexandra también dejaría escrito en sus memorias que sus ideas se decantaron aún con más precisión al conocer a Rosa Luxemburgo. Ayuda a redactar a los obreros en Finlandia y de esta experiencia surge su libro “Vida de los obreros finlandeses”.

Kollontai simpatiza con los bolcheviques pero su relación con Plejanov le impide romper con los mencheviques, se ofrece a ambos como agitadora.

Para la historia Alexandra Kollontai dejaría un desgarrador relato de la masacre de 1905 contra una marcha de obreros, por la policía zarista, que la sorprende en la calle: “me dirigía con los manifestantes hacia el Palacio de Invierno.

“Y la imagen de la masacre cruel de los obreros desarmados se grabó para siempre en mi memoria, un día de enero extraordinariamente soleado, los rostros confiados en la espera, la señal fatídica de las tropas desplegadas en torno al palacio, mares de sangre sobre la blancura de la nieve, los látigos de cuero, los gritos, los gendarmes, los muertos, los heridos, los niños tiroteados”.

Cuando los bolcheviques comenzaron a editar su diario clandestino, Alexandra no sólo era periodista sino que colaboraba con la impresión en las tareas técnicas, la veían con el rostro ennegrecido por la tinta entre las bromas de sus camaradas.

Dirigente bolchevique

Por su dedicación de trabajo, Lenin también pone al frente de la asistencia pública a Alexandra donde sucede a una condesa absolutamente incapaz.

Alexandra Kollontai rompe en 1915 con los mencheviques, se incorpora a los bolcheviques y es cuando Lenin la encarga de agrupar las corrientes anti imperialistas de la social democracia internacional en países escandinavos y en Estados Unidos. Más adelante Lenin designa a Alejandra Kollontai Ministra de Bienestar Social donde crea el primer concepto conocido de guarderías infantiles, organiza comedores y lavanderías públicas. Así se convierte en la primera mujer en el mundo en tener un cargo de gobierno, y no de cualquier gobierno sino en el de la recién nacida Unión Soviética.

En octubre de 1917 Alexandra Kollontai fue elegida integrante del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, sector femenino del Partido Bolchevique, desde donde promueve sus ideas sobre el amor libre. Fue integrante de la Assmblea Constituyente rusa.

Entre 1926 y 1927 estuvo en México como embajadora de la URSS, en una de las más agitadas épocas de la historia del siglo XX. Es ella quien hace conocer el cine soviético entre los intelectuales, artistas y público en general en México.

El gobierno mexicano le otorga “El Águila Azteca” la más alta condecoración de ese país a quienes le sirven.

La obra escrita de Alejandra Kollontai es tan extensa como profunda y adelantada en el tiempo. Libros: Escritos selectos, Una autobiografía, La bolchevique enamorada, El comunismo y la familia, el amor de las abejas obreras. No hay duda en señalar a Alexandra Kollontai pionera del feminismo en el mundo, tema en el cual deja sus más claros conceptos en La emancipación de la mujer, Sociedad y maternidad y la clase obrera y la nueva moral,

Sobre su novela La bolchevique enamorada, diría Alexandra Kollontai: “mi intención es que sirva para combatir la vieja hipocresía burguesa de los valores morales y para demostrar una vez más que empezamos a respetar a la mujer no por su “moral buena”, sino por su sinceridad con respecto a los deberes de su clase, de su país y de la humanidad en general”.

Murió Alexandra Kollontai en Moscú el 9 de marzo de 1952, reconocida como una escritora, maestra y revolucionaria de la epopeya del siglo XX que el mundo conocería como la Revolución Rusa de Octubre de 1917 con estas palabras finales: “La solidaridad y el compañerismo son la base del comunismo”. Su muerte fue apacible.

@libardopress