Homenaje a la docente, ensayista, poetisa y periodista argentina, reconocida por ser una connotada dirigente de la izquierda peronista. Fue detenida, torturada y desaparecida por la dictadura de Videla
Diana Carolina Alfonso
@DianaCaro_AP
La biografía de Alicia Eguren es transversal a la historia del peronismo, el catolicismo y el nacionalismo. En el ámbito global, su vida se emplaza en la resistencia tercermundista, el proceso de organización más potente de las guerras anticoloniales del mundo, en el que participó como articuladora de las vanguardias guerrilleras por la liberación nacional tras su contribución a la Revolución Cubana.
Poco se sabe de su biografía en los años previos a la militancia peronista. Nació en Buenos Aires en 1925 y provenía de una familia federal y católica; estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y fue profesora de literatura y filosofía en su ciudad y en la provincia de Santa Fe. Publicó cinco libros de poesía cuyo acceso está restringido al Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional.
Católica y nacionalista
Alicia tempranamente se doctoró en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Fue docente en las universidades nacionales de Rosario y La Plata. Se casó bajo la mirada de Dios con el entonces cónsul Pedro Catella y fue madre de un único hijo. Lo que pudiera parecer un natural devenir en su condición de mujer ilustrada, terminó por romperse como todos los roles prefigurados que en adelante se cruzaron en su camino.
Alicia se divorció y emprendió una ardua carrera intelectual. Como estudiante universitaria ya había realizado una investigación histórica profunda sobre el político Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853, siendo éste el proyecto fundante de su compromiso nacional.
Tras retornar al país escribió el primero de cinco poemarios, titulado Dios y el mundo, y formó parte de la mesa editorial de la revista Sexto Continente, donde conoció a distintas personalidades del nacionalismo continental. Una figura de sumo interés en los círculos intelectuales del nacionalismo argentino que ella frecuentaba fue John William Cooke, el hombre que años después le seguiría en las alamedas más radicales de su vida.
Ambos se conocieron cuando John dictaba una conferencia en el Centro de Estudios Argentinos, CEA. El encuentro se repitió fugazmente en la casa del historiador nacionalista Ernesto Palacio. Hasta ese momento nadie podía imaginar que su siguiente cita se fraguaría, años después, en una trama epistolar de cárcel a cárcel, implementando un formato que le sería útil en las avalanchas venideras.
De la Revolución Fusiladora a la Revolución Continental
La masacre de Plaza de Mayo de 1955 cuyo objetivo era la deposición del Presidente Perón, abrió paso a una sucesión de golpes militares y luchas por el retorno del general. Para la militancia la Libertadora fue, en realidad, la Fusiladora. El ataque dejó 308 personas asesinadas. La impunidad del golpe terrorista encabezado por el militar Lonardi fue tan extrema que los cadáveres solo se identificaron públicamente en 2010 luego de una extensa investigación a cargo de la Secretaría de Derechos Humanos.
Como a miles, durante la proscripción del peronismo, Alicia fue apresada de manera irregular en distintas ocasiones. A pesar de las torturas y represalias, nunca dejó de planificar el levantamiento popular pregonado, y motorizado por quienes a la postre conformaron el peronismo revolucionario a la cabeza de Cooke. Las cartas que envió durante este periodo anunciaban claros conflictos con el ala más “aplomada”. Incluso fue perseverante la divergencia con la presidenta del Partido Peronista Femenino de ese momento, Delia Parodi.
Después de la espectacular huida de la cárcel de Río Gallegos donde se encontraba recluida, Cooke y Eguren se encontraron al sur de Chile y empezaron un interminable camino internacionalista.
Cuba y la mecha ardiente del internacionalismo
El ostracismo y las divisiones internas con quienes se mostraban plegados a la derecha del general Perón, exiliado en Madrid, sirvió a la pareja para recalibrar la estrategia revolucionaria. Fue entonces cuando decidieron viajar a Cuba, acudiendo a la invitación que Ernesto “El Che” Guevara le hiciera personalmente a Alicia. En la tierra de Martí participaron activamente de la resistencia de Bahía de Cochinos. Fueron asignados para participar en la Conferencia Tricontinental, de la cual surgió la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS.
Allí conocieron al periodista Jorge Ricardo Masetti y al militar Manuel “Barba Roja” Piñeiro, quien les implicaría en la estrategia tercermundista de la revolución. En ese contexto fue apremiante volver al país para organizar la insurrección armada y lograr la liberación nacional.
La realidad impostergable de la revolución
Tras volver a Argentina fundaron la Acción Revolucionaria Peronista, ARP, desde la cual se vincularon sectores estratégicos con la lucha armada. Tras la muerte de Cooke en el 68, la conducción de Eguren en la ARP fue puesta en duda con limitados criterios patriarcales. A pesar de las consecuencias políticas de su viudez, sostuvo la convicción de que el peronismo era el mejor camino hacia el socialismo.
Mediante cartas que nunca fueron respondidas, Alicia apremiaba al general a reconocer a figuras del sindicalismo revolucionario como Agustín Tosco, mientras denostaba de las intrigas burguesas y entreguistas de las cúpulas sindicales, por entonces al mando de José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT. Después de la visita de Isabelita donde se formalizó la alianza con Rucci, Eguren publicó la famosa “Carta abierta a Perón”. La carta no sólo es famosa por la contundencia en el contexto histórico, sino por inmortalizar la dialéctica entre la crítica y la autocrítica insoslayable para la profundización de lo que discurría como la Hora del Pueblo.
La masacre de Ezeiza en 1973 organizada por la derecha peronista, más conocida como Tripe A, Alianza Anticomunista Argentina, fue la confirmación de esa tragedia anunciada. Sobre ese manto de sangre, el general Perón retornó después de 18 años en el exilio.
Escapando siempre de las tumbas
Entre 1973 y 1974 Alicia Eguren hizo parte del consejo editorial del diario El Mundo y también de la revista Nuevo Hombre, donde trabajó arduamente por dar a conocer las voces de los militantes presos de la izquierda peronista a través de una sección titulada «de cárcel a cárcel». La última estación de su vida la llevaría a las mazmorras de la dictadura cívico-militar.
Insurrecta, así la recuerdan quienes compartieron sus últimos días de vida en los cuartos de tortura de la Escuela Mecánica de la Armada antes de ser lanzada al Río de La Plata por los vuelos de la muerte. Alicia murió a sus cincuenta y tantos, después de ser desaparecida por la dictadura que derrocó a la derecha peronista, encumbrada en el trono póstumo del general. La desaparición del cuerpo de Evita ya había vaticinado el destino que correrían casi 30 mil personas -incluyendo a Alicia-.
Fue ese el preciso y brutal ejercicio de la desmemoria planificada por los militares y las oligarquías más rancias del país. Sobre las tibias huellas que dejó toda una generación aniquilada. En el 2015 la revista Crisis puso a la luz el fraude financiero que comprometió la indemnización que el Estado debía pagar a Pedro Catella Eguren, por la desaparición de su madre.