José Ramón Llanos
Álvaro Mosquera Muñoz, quien había nacido el 5 de enero de 1928, pertenece a la estirpe de los comunistas que como Gilberto Vieira, Álvaro Vásquez del Real y Filiberto Barrero, rescataron el Partido Comunista Colombiano, del camino escabroso del browderismo. A partir del séptimo Congreso del PCC, hizo aportes para encaminar el Partido por el sendero del leninismo y participó en los debates del noveno y décimo Congresos, que concluyeron elaborando un Programa revolucionario que sirviera de guía para elevar el nivel de conciencia y combate del pueblo colombiano.
En los años de persecución de las dictaduras de Laureano Gómez y Rojas Pinilla, aportó su inteligencia, entereza y vigor juvenil a la defensa y crecimiento partidario. En su natal Popayán con su labor proselitista, reclutó militantes tan valiosos como Manuel Cepeda Vargas, quien con su esposa Yira Castro, devinieron forjadores de una combativa Juventud Comunista.
Cálamo esclarecedor y valiente
Los textos escritos por el camarada Álvaro Mosquera tienen una elegancia estilística y una claridad conceptual que permite a los lectores, apropiase, con facilidad, de los argumentos que expone en sus artículos publicados en el semanario VOZ y en las diferentes revistas partidarias. De su producción ideológica se destacan los textos sobre la polémica con los maoístas; sobre el anticomunismo, sobre los diálogos como vía para la solución del conflicto armado, por la apertura democrática y tantos otros. Algunos de esos textos fueron reproducidos en las revistas comunistas de Europa y América Latina.
Viaja a los países socialistas en 1961. En 1964 dirige el periódico VOZ Proletaria. Posteriormente representa al Partido Comunista en la Revista Internacional con sede en Praga entre 1974 y 1979. Dirige la Revista Documentos Políticos entre 1980 y 1984
Murió el camarada Álvaro el 18 de mayo del presente, dejándonos sus lecciones de ética y su lucha en pro de los explotados y su mirada puesta en el horizonte socialista.
Las intervenciones en el sepelio
Durante la velación y en el cementerio intervinieron el camarada Álvaro Mosquera, hijo y la nuera Mery Ramírez Aponte. Fue muy comentada la participación de la ahijada Beatriz Euscástegui con varias canciones acompañadas con el piano. En representación del PCC y el semanario VOZ hablaron los camaradas Carlos Tuta y José R. Llanos, respectivamente.
De la intervención del camarada Álvaro Mosquera, destacamos algunos de los muchos párrafos de excelente factura y transida emoción filial.
“Nos concita el doloroso y real suceso de la ausencia física de Álvaro Mosquera Muñoz, quien, como Luis Tejada, fuera un convencido de la fuerza transformadora de su pueblo, aquel por el que desde muy joven abandonó todo interés patrimonial que podría ofrecerle su próspera carrera de abogado, decisión que no declinó y de la que jamás se arrepintió en el curso de seis décadas, pues su suerte la ató a sus irrenunciables sueños y a los de los trabajadores. Es en Gotas de Tinta, a propósito de la firmeza de las creencias, que Luis Tejada, precursor de la libertad, en su visión de Lenin subrayó que: “…Por él he podido llegar a sentir la entrañable y emocionante poesía del pueblo bajo, desharrapado y mugriento, oscuro légamo espiritual en el que se han refugiado todos los gérmenes fecundos de belleza y fuerza, todas las posibilidades de engrandecimiento y purificación de la humanidad; yo sé ya que en el proletariado ínfimo, en el último ser caído y envilecido por la opresión y la ignorancia, hay sin embargo, un principio divino de rebelión, capaz de acrecentarse y de ennoblecerse, capaz de elevarse a una calidad humana superior de convertir la vida dura y vil, en una actividad de libre y de consciente ejercicio, llena de dignidad humana en el trabajo y en el descanso…”
Así vivió aferrado a unos ideales que consideró nobles y justos, es por ello que hoy lo despedimos, convencidos de lo que significó para él la muerte:
“…una satisfacción cuando hemos sido leales a la vida, indicción y no mueca lúgubre; realidad natural y no fantasía metafísica…”, frase que ahora nos hizo recordar su entrañable hermano, Ulises Modesto, con quien departió largas tertulias de música y poesía; de literatura y política, pasiones que compartieron con alegría.
Su ausencia física la llenaremos recordándolo como educador de su partido y riguroso académico; periodista y escritor que supo indicar y enseñar y señalar los males que agobian al pueblo pero también recetó la cura; militante marxista para quien la filosofía debe cumplir el papel transformador de una realidad dada. Hoy rememoramos que siendo sobresaliente estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca, de donde egresó abogado, no solamente hizo significativos aportes a la teoría e ideología de la izquierda colombiana…
Registró con absoluta precisión el dolor que últimamente le produciría saber del peligro, que constituyen la avalancha de asechanzas y variopintas agresiones que agencian los enemigos de los acuerdos de La Habana, pactados entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC, movimiento que no pudo ser derrotado por los sucesivos gobiernos del Frente Nacional y tampoco lo pudo hacer la sostenida y creciente ofensiva militar de ocho años de las dos administraciones de Álvaro Uribe Vélez, circunstancia que también cuenta con elementos que permiten creer que paralelamente a los adversarios del proceso que arranca con lo pactado en Cuba, también diversos adherentes y amigos que ven los cambios favorables para el país, si avanzan las implementaciones que requiere el proceso, que por fortuna no se limita a los acuerdos entre las partes.
Al morir deja este ser bello, armonioso, coherente e insobornable luchador una estela de ejemplos como forma excelsa de enseñanza, y en política sí que nos hacen falta estos ingredientes, por cuya ausencia la política es en el fondo una relación mercantil en la que se venden y compran decisiones y posiciones. Álvaro Mosquera Muñoz solamente fue impulsado en su accionar revolucionario por la reivindicación de los intereses populares, la defensa de altos sueños de la Patria Herida que no es la misma de todos aquellos que ven en las instituciones de Estado negocios y mercado.
Así, desde su nuevo lecho, se levantará en repetidas oportunidades y sin vacilaciones, nuestro adorable padre, quien dirá según enseñó José Martí que “Urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse de ser honrado (…) La política virtuosa es la única útil y durable…” Principios y valores que trasladó a sus fraternos espacios de amistad y de familia para quienes su legado ético quedará en la memoria como impronta de que sí se tiene para elegir un camino que es correcto.
Queridos familiares, camaradas y amigos, en nombre de mis hermanos y del entorno familiar más cercano, les agradecemos su compañía y solidaridad en estos momentos tan complejos y tristes. Con ella simplemente confirmamos que nuestro padre escogió el camino correcto: defendió sus ideas y con su profundo saber las puso al servicio de su prójimo.
¡Gracias!
Padre bello. Que tu ser y tu ejemplo nos acompañen siempre.