Álvaro Uribe en el banquillo de los acusados

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El expresidente Uribe en indagatoria ante la Corte Suprema de Justicia. Foto comunicaciones CSJ.

La gran virtud del juicio de esta semana contra Uribe es que, se abre contra un personaje que parecía tener un efecto teflón frente a la justicia, y parecía intocable

Alberto Acevedo

A punto de cierre de la presente edición, en la mañana del pasado 8 de octubre, avanzaba en la Corte Suprema de Justicia la diligencia de indagatoria del expresidente y hoy senador por el Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez.

Después de un proceso que se prolongó por varios meses, en el que el expresidente Uribe, en un arrebato paranoico, acusó penalmente al senador Iván Cepeda por el delito de manipulación de testigos, la torpeza con que se manejó la acusación hizo que se le volteara la torta, y desde el pasado 17 de febrero, la Corte Suprema le abrió formalmente investigación a Uribe por los mismos delitos que le imputó a su acusado. Es decir, Iván Cepeda, en el proceso en mención, pasa de acusado a acusador.

Como señalan varios constitucionalistas, procesalmente, en desarrollo de la diligencia, no va a pasar nada excepcional. El expresidente deberá responder un extenso cuestionario de más de cien preguntas, diligencia que se puede prolongar por espacio de uno o varios días. Estas serán formuladas por el magistrado César Augusto Reyes Medina, quien se basa en al menos 43 testimonios y 37 mil horas de grabaciones. Al término de la diligencia, los magistrados encargados del caso tendrán diez días para resolver en derecho.

Un expresidente en el estrado

Sobre la naturaleza de la indagación no trascendieron muchos datos. Pero se sabe que las pruebas e indicios son abundantes. La fase siguiente de la investigación puede adelantarse con el imputado en libertad, o privado de ella. O finalmente condenarlo, con posibilidad de excarcelación. Hasta aquí, se trata de un proceso normal, que se repite cotidianamente, sin que, por sí mismo, sea motivo de asombro.

Iván Cepeda pasó de acusado a acusador en el proceso a Uribe.

El problema radica en que no se adelanta contra cualquier Perico de los Palotes. Se trata, ni más ni menos, que un proceso judicial contra un expresidente de la república, que ha tenido un liderazgo polémico, y que, a diferencia de otros exmandatarios, no se retira de la política, sigue dirigiendo a su partido y ostenta el cargo de senador de la república. Es, por cierto, la primera vez en la historia, que un expresidente comparece ante un alto tribunal en calidad de sindicado.

Y es aquí donde radica la singularidad del caso Uribe. No tanto porque comparezca ante la Corte Suprema en calidad de acusado, que es en sí un acontecimiento político con visos de terremoto. Sino por las consecuencias que tiene para el futuro inmediato en la política nacional. En las filas de su partido, el Centro Democrático, la diligencia judicial, a dos semanas de las elecciones parlamentarias, implica que la indagatoria y las elecciones regionales serán los mayores desafíos del uribismo en este momento.

Confrontación en las calles

A tal punto, que algunos insinúan el principio del fin de este fenómeno político. Al fin y al cabo, el uribismo, como ya se ha demostrado, no es endosable ni heredable, y malograda la figura del líder, el futuro se presenta opaco para esta corriente de ultraderecha.

Otra consecuencia es la ya evidente polarización de la sociedad en torno al proceso judicial contra Uribe. En la semana anterior, sectores de ultraderecha promovieron expresiones de solidaridad con el exmandatario al menos en cuatro ciudades, y el día mismo de la diligencia un mitin de apoyo en inmediaciones del Parque Nacional. Pero sobre las ocho de la mañana de este martes, críticos de Uribe se trasladaron a los alrededores de la Corte Suprema para pedir justicia y que sus crímenes sean castigados.

Cuando parecía que, en la recta final del actual proceso electoral, muchos mensajes irían a girar en torno al futuro del proceso de paz firmado en La Habana, a la implementación de los acuerdos y a la posibilidad de frenar desbordamientos insurgentes, como los que aparecen en el horizonte, paradójicamente la atención de la sociedad se desvía hacia el tema de la responsabilidad penal o inocencia del expresidente Uribe. Hay en este sentido una baja sensible en la lucha por el afianzamiento de la paz estable y duradera, tan esquiva como hace décadas atrás.

La verdad verdadera

Otro fenómeno estudiado por el derecho penal, ha sido traído a colación en varios artículos de prensa por el director del portal Razón Pública, Hernando Gómez Buendía, en el sentido de que el proceso a Uribe, en el mejor de los casos busca encontrar la verdad procesal de sus actuaciones. Esa verdad procesal está sujeta a subjetividades jurídicas y juicos de valoración de sus juzgadores. Pero, y eso sostiene la filosofía del derecho, una cosa es la verdad procesal y otra la verdad histórica de los hechos.

Generalmente la verdad verdadera nunca se alcanza, y es lo que probablemente suceda en este caso, se lamenta Gómez Buendía. Pero no es del todo cierto. El pueblo, que es sabio en sus convicciones, comienza a dar el veredicto, y este cuenta poderosamente para el juicio final que de las actuaciones de Uribe hagan, ya no los tribunales de justicia, sino la historia misma.

Y ese veredicto ya se siente en las calles. En las últimas giras del senador Uribe, incluyendo antiguos fortines electorales suyos como Envigado, en Antioquia, la gente le sale al paso a gritarle: “Uribe, paraco, el pueblo está verraco” y el ya popular estribillo, “asesino, asesino”.

A la espera del veredicto de la historia

Y es que la gente del común piensa hoy, no tanto en si Uribe esa responsable o no por el delito de manipulación de testigos, que al fin y al cabo sería un delito menor en su extenso prontuario criminal. La gente piensa en la responsabilidad de Uribe frente a matanzas como la de El Aro, en Antioquia, como el crimen contra el defensor de derechos humanos en esa región, Jesús María Valle.

Las masacres en Ituango, durante su mandato como gobernador, los muertos y desaparecidos de la Operación Orión, en la Comuna 13 en Medellín, la responsabilidad del exmandatario en la creación de las llamadas Convivir, germen del paramilitarismo moderno, las intimidaciones a jueces, periodistas, investigadores, testigos, son episodios que están grabados en la memoria de miles de compatriotas que reclaman justicia.

La gran virtud del juicio de esta semana contra Uribe es que, de una parte, se abre contra un personaje que parecía tener un efecto teflón frente a la justicia, y ser intocable, y de otra que, por analogía, frente a la sospecha de manejos sinuosos y retorcidos en los demás procesos pendientes, se abra el camino del juzgamiento ejemplar por la larga cadena de crímenes que al exmandatario se le imputan.

Manifestación contra Uribe Vélez al frente Palacio de Justicia.