¿Amazonas depende de Colombia?

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Pablo Arciniegas

La semana pasada se hizo viral un video donde el presunto gobernador del Amazonas le reclamaba al Gobierno a qué país definitivamente pertenece su departamento. Si era parte de Perú o de Brasil, porque en Colombia ellos no figuraban como destino para las 50.000 vacunas que llegaron al país, a pesar de la pobre infraestructura hospitalaria de Leticia que ha costado tantas vidas, y de que hoy una cepa más agresiva del Covid (que viene de Tabatinga) amenaza con desbordarse, si no se encuentra con una barrera biológica.

Escribo presunto porque no se trataba del gobernador sino de Octavio Benjumea, un exrepresentante del partido Liberal, que al parecer trabaja como director de operaciones del hotel On Vacation de Leticia. Y que, además, es primo de Yenica Acosta, representante por el Centro Democrático en Amazonas, tal como expuso Semana en una nota que claramente fue escrita con la intención de restarle importancia a las denuncias del video.

No me interesa defender a Benjumea del cargo de polítiquero que le acusa la revista de Vicky Dávila ―eso que se quede en su fuero interno―, pero debo reconocer que si sus palabras fueron viralizadas con el pretexto de haber sido dichas por el gobernador, es porque gran parte de la opinión pública así lo esperaba. Es decir, sería lógico que hoy el gobernador del Amazonas saliera hacerle ese reclamo a Duque, de cara a que la única decisión que ha tomado para ayudarlo a enfrentar la pandemia fue cerrar el aeropuerto Vásquez Cobo de Leticia, y de cara a que se priorizaron dosis en ciudades que tienen mejores instalaciones y recursos para enfrentar la crisis sanitaria.

La cosa es que hoy la situación del Amazonas es tan grave como obvia, por lo que al presidente le tocó recular, y emitir una comunicación diciendo que por un error había olvidado el departamento en su plan de vacunación. Excusa boba, que solo creerán los que le escriben sus discursos y la hinchada uribista de las redes sociales. Pero volviendo al tema del video de Benjumea, aunque no es posible establecer que este haya servido para presionar a Duque, sí alimentó en mi cabeza una especie de oscura fantasía política, justo en el momento en que puso en duda la soberanía de Colombia en el Amazonas.

Me imaginé, por un momento, a todos los pueblos indígenas dándole la espalda a nuestras democracias, democracias que los han explotado con el pretexto del desarrollo y que curiosamente dependen de comerciar o usar todo lo que hay en su territorio: fármacos, hidrocarburos, alimento, agua limpia, aire puro y una población que ha servido injustamente como mano de obra barata por siglos.

Muy iluso, lo confieso, pero también me imaginé por un momento a las multinacionales que extraen materias primas de la selva ―quizás evadiendo una crisis de imagen―, negociando directamente con ellos, un pueblo que se autodetermina, sin ningún margen de ganancia para Colombia y sus instituciones. ¿Qué sería de nosotros, los que vivimos en el centro del país, en las ciudades donde se concentra el poder, si pasara esto?

Que sirva como respuesta lo que pasó en Buenaventura: un pueblo afro que ya no soporta más abandono y violencia, y que logró paralizar uno de los puertos más importantes del país. Aunque en vez de dialogar, nuestro Gobierno prefirió soltarles a los perros rabiosos de los antimotines, sus días de resistencia son prueba de que los regímenes neoliberales y autoritarios como Colombia tienen sus puntos débiles.

El caso es que lo de Buenaventura pone a pensar si es verdad que las regiones depende tanto de Colombia, o viceversa, opción ante la que yo me inclino más. Y si Duque fuera tan perspicaz, como inútilmente trata de mostrarse en sus parafernalias, tendría esto en cuenta al ejecutar su plan de vacunación. Pero no va a hacerlo, y mi oscura fantasía política es solo eso.

Epílogo

Es una falta de respeto con los 6.402 falsos positivos que contó la JEP el hecho de que Álvaro Uribe no haya sido juzgado y esté preso.