Amor no, explotación

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Renata Cabrales
@RENATARELATA 

Mujeres vendiendo rosas y chocolates en las calles del país, cada 8 de marzo, hace parte del hostil panorama de siempre.  Porque es el “día de la mujer”, por eso hay que aprovechar para vender todas esas cosas que, según el imaginario, deslumbran a las mujeres y las hacen sentir importantes para quienes las rodean. Incluso, hay empresas que cubren de rojo los cubículos de sus empleadas, para verlas sonreír por un día al rodearlas de cosas inútiles como globos y rosas muertas, pero el resto del año no paran de acosarlas laboral y también sexualmente (en el peor de los casos).

¿Cómo hace una mujer de las tantas que en Colombia debe trabajar en la informalidad para salir a marchar y reclamar sus derechos laborales un 8 de marzo, sin correr el riesgo de dejar a su familia sin comida por un día? Como ya sabemos, el mercado laboral se ha visto siempre afectado por la baja inclusión de las mujeres a los puestos de trabajo, y en caso de conseguir empleo, estas aún deben enfrentar la brecha salarial de género y espacios laborales hostiles. Según el DANE, entre marzo y mayo de 2018 el porcentaje de mujeres con trabajos informales en Colombia fue del 50 %. Y nada cambia.

Sin embargo, hay mujeres que deciden romper con algunos esquemas machistas y buscan logros profesionales o laborales de otra forma, mediante la práctica de un deporte, por ejemplo. Pero, el patriarcado no se los perdona y de una u otra forma las hostiga por el atrevimiento de meterse en un “mundo de hombres”, pues a las mujeres deportistas no se les toma en serio, incluso, directores técnicos, entrenadores y hasta locutores las llaman “niñas”.

Es lo que tal vez está ocurriendo con la selección femenina de fútbol en Colombia, que ha venido denunciando ciertos casos de acoso sexual y laboral. Mujeres deportistas acosadas sexualmente, y explotadas laboralmente, por no ceder a los caprichos de los mismos personajes que de una u otra manera les cobran su osadía de meterse en su mundo.

O se dejan manosear o son más explotadas o catalogadas de lesbianas (porque ser lesbiana y no sentir atracción por los hombres también es una insolencia); y porque, además, una cabeza machista no procesa la idea de que una mujer no desee estar en la casa realizando labores domésticas y de cuidado, como debe ser el orden natural de las cosas. Porque lo que el patriarcado antes vendía como amor, ahora las mujeres lo reconocen como trabajo no remunerado. Y ante el abuso y la explotación, nunca más hay que callar.