Renata Cabrales
@RENATARELATA
Tras la invasión de Holanda, una familia de comerciantes judíos alemanes, los Frank, se ocultaron de la Gestapo en una buhardilla localizada en el edificio donde el padre de Ana trabajaba. Huían de la persecución de los nazis, desde 1942 hasta 1944, cuando fueron detenidos y enviados a los campos de concentración. Ana, una niña de solo trece años, escribió la estremecedora historia en su diario, haciendo que su trágica vida y la de su familia salieran a la luz.
El temor por la persecución de Ana y su familia no dista mucho del terror que están padeciendo en este momento los líderes y las lideresas sociales de diversas regiones del país, quienes están siendo víctimas de una serie de asesinatos sistemáticos por manos criminales de supuestos grupos paramilitares y sin contar con la protección del Estado, que hasta el momento ha hecho la vista gorda sobre asunto.
Pero, ¿por qué la relación de las historias? En una conversación con VOZ, Ramiro Sandoval, productor/coordinador de la residencia artística de la obra “El diario de una joven llamada Ana Frank”, del grupo de teatro de Corea del Sur, Bae Kwan Gong y co-director del proyecto conjunto Theatre for Peace Project, entre la compañía Bae Kwan Gong y Tabula RaSa NYC Theater, nos habló de la presentación del grupo coreano con la obra en mención, en la Corporación Colombiana de Teatro en el marco del Festival de Mujeres en Escena por la Paz:
“El grupo de teatro Bae Kwan Gong de Corea del Sur está muy orgulloso de haber sido invitado al Festival de Mujeres en Escena por la Paz, dirigido por Patricia Ariza. El grupo pertenece al proyecto Teatro para la Paz, en conjunto con Tabula RaSa NYC Theater, compañía de teatro de Nueva York, con la cual hemos hecho varias residencias artísticas en Nueva York, Corea del Sur y por segunda vez en Colombia. Esta vez trae un trabajo que se llama “El diario de una joven llamada Ana Frank”, y se trata de una visión muy particular de la directora, Ju Hye Ja sobre la obra clásica, El diario de Ana Frank, un personaje muy emblemático en circunstancias muy extremas como lo son el asedio, la guerra, la persecución y la muerte dentro de los parámetros de lo que fue la Alemania nazi y cómo este personaje nunca renuncia a perder sus sueño, sus esperanzas hasta el último momento”.
–¿Por qué Teatro para la paz?
–En esta ocasión después de presentarnos en el Festival de Mujeres en Escena por la Paz, quisimos hacer un par de funciones más para invitar al público a hacer una donación voluntaria para un fondo de solidaridad con los líderes y lideresas sociales. Creemos que es de suma importancia estar a la vanguardia y al cuidado de nuestros líderes y lideresas sociales, ambientales y defensores de derechos humanos, cuyas vidas se encuentran en peligro, tanto ellos como individuos y las comunidades a las que pertenecen y por las que trabajan. Entonces, pensamos que es importante tener esta acción desde los artistas para apoyarles y demostrarles nuestra solidaridad y a la vez esperar que se sumen otras personas a esta iniciativa. Esto lo estamos haciendo a través de un fondo internacional de solidaridad con las y los líderes sociales ambientales y de derechos humanos, gracias al apoyo de la Fundación Manos Limpias.
–En cuanto a técnica teatral, ¿qué se destaca de la obra?
–La obra es una obra silente, que trabaja desde el silencio en su concepto artístico, en un espacio donde no se puede hablar para no ser descubiertos, donde las voces son acalladas, también es una gran metáfora de esa lucha contra el fascismo donde las voces alternativas son calladas.
–¿Quiénes más hacen parte de esta importante labor?
–La compañía Bae Kwan Gong de Corea trabaja en esta ocasión con dos grupos distintos de Seúl, la capital, en Corea del Sur, sumamos a ellos alumnos de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, de la Facultad de Artes Escénicas, para complementar este ensamble pedagógico de intercambio y de construcción de puentes culturales del arte. Esto es parte de la misión también del proyecto Teatro para la paz que hemos estado llevando a cabo en distintos países y en distintas zonas de Colombia, con las comunidades de paz, las zonas veredales y en los espacios territoriales, trabajando con excombatientes y también con la gente de las comunidades, haciendo ese tejido social necesario en nuestra sociedad para construir paz.