El triunfo electoral del chavismo en Venezuela representa no solo un golpe para la oposición fascista, que le apostó muchas veces a la aventura del golpe de estado y la desestabilización, sino un duro revés para la política intervencionista imperial de los Estados Unidos
Alberto Acevedo – Enviado especial
El pasado 30 de noviembre, diez días antes de las elecciones municipales en Venezuela, el vicepresidente de esa nación, Tarek El Aissami, en declaraciones a diversos medios de comunicación, dijo que los comicios del 10 de diciembre marcarían el rumbo para la gran victoria del chavismo este año, cuando se realizarán elecciones presidenciales, y esta fuerza se juega su futuro con la postulación, ya con firmada, del nombre de Nicolás Maduro, para un nuevo período presidencial.
Y esta percepción no es exagerada. Si bien es cierto, las elecciones municipales no consiguen tensar todo el potencial político de una nación, ni en Venezuela ni en otro país latinoamericano, las del pasado mes de diciembre en la nación bolivariana sí consiguieron un valor estratégico especial. Al fin y al cabo, el poder municipal representa la más estrecha vinculación de la población con las esferas del poder público.
Fueron unas elecciones definitorias, además, porque se realizaron en medio de la mayor ofensiva imperial de los Estados Unidos contra Venezuela y contra la democracia y la autodeterminación de los pueblos. El reconocimiento que la Casa Blanca hizo de Jerusalén como capital de Israel, ciertamente es un acto provocador que puso en riesgo la paz en Oriente Medio y en el mundo entero y muestra el grado de belicosidad a que ha llegado la administración del señor Trump.
Acción ‘humanitaria’ de occidente
En los días preliminares a la jornada electoral del 10 de diciembre, Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron la adopción de nuevas sanciones contra el gobierno venezolano, en el afán de las potencias occidentales por asfixiar al régimen bolivariano. El presidente Maduro denunció que más de 3.000 millones de dólares, que su gobierno había girado a instituciones financieras en Europa para la compra de alimentos y medicinas, fueron incautados.
Maduro también anunció que había puesto en marcha una campaña sin precedentes contra criminales brotes de corrupción en la estatal Pdvsa, produciéndose la captura de al menos 60 funcionarios de la petrolera, incursos en malversación de dineros y sabotaje contra la producción del crudo.
Los días 1 y 2 de diciembre, en Santo Domingo, había comenzado una nueva ronda de negociaciones políticas con sectores de la oposición, agrupados en la Mesa de Unidad Democrática, que incidieron en que una parte de estas fuerzas participaran con candidatos propios en las elecciones municipales. De hecho, la oposición alcanzó 25 de las 335 alcaldías que se disputaron en diciembre.
Signos contradictorios
La toma de posición del sector opositor dispuesto al diálogo, implicó un fraccionamiento mayor de las fuerzas antichavistas. Una parte de ellos anunciaron la abstención y llamaron a sabotear las elecciones. Otra parte, lanzó a última hora candidatos, incluso a nombre de otras fuerzas, y ganaron varias alcaldías.
Por esos días, medios de prensa norteamericanos reprodujeron una información de la Oficina de Operaciones de Conflicto y Estabilización, del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en el sentido de que esa agencia habría pagado más de un millón de dólares a “expertos” para aniquilar el proyecto socialista bolivariano e implantar un gobierno de derecha en Venezuela.
Ese fue, en términos generales, el ambiente en que se realizaron las elecciones municipales del pasado mes de diciembre en Venezuela, en las que el gobernante PSUV se alzó con 305 de las 335 alcaldías en disputa; la oposición alcanzó las 25 ya señaladas, y otras formaciones políticas cinco gobiernos locales. El chavismo recuperó además la gobernación del Zulia, un estado estratégico, no solo por ser uno de los más densamente poblados, sino por ser un emporio en la explotación de petróleo y gas.
Golpe a la derecha fascista
No exageran quienes afirman que en estas circunstancias, el triunfo electoral del chavismo en Venezuela representa no solo un golpe para la oposición fascista, que le apostó muchas veces a la aventura del golpe de estado y la desestabilización, sino un duro revés para la política intervencionista imperial de los Estados Unidos, que financió generosamente numerosos planes, como el ‘Venezuela Freedom II’, que durante tres meses del año pasado se desarrolló en un esfuerzo por desestabilizar al gobierno de Maduro, con un saldo de 200 muertos y numerosos heridos.
El 10 de diciembre el pueblo venezolano ratificó el camino de la paz, del entendimiento, de la soberanía nacional y de la autodeterminación. Mostró con el resultado de las urnas su disposición de asumir nuevos retos y nuevas victorias, especialmente la tarea de enfrentar la contrarrevolución en todas sus manifestaciones y continuar con el proyecto socialista en el plano económico, desarrollando un nuevo modelo de producción y de distribución, y de aceleración de un modelo de revolución cultural. En esos propósitos coincidieron no solo el presidente de la nación, sino los programas de los nuevos alcaldes.
En la entraña popular
En un lapso de 140 días del año pasado, el pueblo venezolano fue convocado en tres oportunidades a las urnas. El 30 de julio, para elegir Asamblea nacional Constituyente; el 15 de octubre, para escoger gobernadores, y el 10 de diciembre para la renovación de alcaldes. ¡Semejante dictadura!, la que convoca al pueblo a las urnas una y otra vez, remoza la democracia y el compromiso de las instancias gubernamentales con las reivindicaciones populares.
El resultado de la elección de alcaldes pone al chavismo como fuerza política favorita para las elecciones presidenciales del primer semestre de este año. Sin embargo, el reto es enorme. El chavismo ha prometido renovarse, fortalecer sus lazos con la comunidad en los barrios, en las universidades, en las empresas, en las comunas. Debe cumplir este propósito cuanto antes.
La votación que ha conseguido en los tres ejercicios electorales anteriores, representa un 40 por ciento del electorado en promedio. Para los comicios presidenciales es posible que se habilite una masa de 20 millones de potenciales electores, de la que podría ir a las urnas un 80 por ciento. Si el PSUV no amplía su base social, su nexo directo con la población, es posible que la votación cautiva con la que cuenta, sea insuficiente. Sin contar con las estrategias de última hora de la oposición, que ya insinúa un candidato, el empresario Lorenzo Mendoza. Los retos son grandes, y las fuerzas de la revolución chavista deberán permanecer tensas al máximo.