Hay una consigna muy bonita que corean los comunistas en sus actos, con bastante orgullo por cierto, que dice: “¡Somos el partido de la vida y de la esperanza; somos el Partido Comunista Colombiano!”. Es un auténtico mensaje de esperanza, de optimismo en la lucha revolucionaria, a pesar de las adversidades en un régimen despótico y violento como el colombiano que agenció el genocidio contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica.
Los militantes comunistas son gente del común, con las mismas angustias y satisfacciones. Tienen aspiraciones e inclusive debilidades como cualquier persona. Pero cualitativamente comprometidos en una causa suprema en beneficio de toda la sociedad. Eso lo hace, quizás, especial, en el sentido político y social. El comunista es un militante de una causa humanista para favorecer los intereses de los trabajadores y del pueblo. Está comprometido a trabajar sin descanso por el logro de la lucha revolucionaria. Sin ninguna prepotencia, con mucha ética y sin creerse superior a los demás. El comunista sufre como cualquier hombre o mujer del pueblo, tiene sus mismas necesidades y ambiciones. Pero tiene un instinto muy especial de solidaridad y de coraje para la acción revolucionaria.
El Partido Comunista Colombiano es de clase, pero aglutina a hombres y mujeres de todas las clases y sectores sociales, haciendo énfDemocraciasis en los proletarios del campo y la ciudad, de la intelectualidad, los trabajadores de la cultura, los profesionales, los jóvenes, las mujeres, que se unen en la lucha por la defensa de los derechos particulares y comunes y por el socialismo. La lucha por el poder es el objetivo principal y estratégico del Partido Comunista y en su logro es importante unir a todas las fuerzas de la izquierda y sectores sociales para los cambios políticos y económicos que abran paso al proceso revolucionario.
El partido, en la búsqueda del objetivo supremo, lucha por las conquistas democráticas, por reformas políticas y sociales y la unidad popular que haga converger a la izquierda con sectores democráticos y sociales. Es la estrecha relación entre los objetivos inmediatos que se derivan del “momento político” o de la coyuntura, con los mediatos, a largo alcance, cuyo logro es posible con una correlación de fuerzas favorable y contundente que permita derrotar a la burguesía dominante.
El Acuerdo Final de La Habana, suscrito por el gobierno de Santos y la entonces guerrilla de las FARC-EP, logró establecer reformas políticas y sociales para ponerle fin al conflicto armado de más de medio siglo y permitir el tránsito de la organización armada a un partido político sin armas y que participe en el escenario nacional a través de métodos democráticos y pacíficos. También abrió la posibilidad para avanzar en nuevas conquistas democráticas, así como reformas políticas y sociales avanzadas.