Se conoce muy poco del proceso que dio vida a la Ley 28 de 1932 que finalmente otorgó a las mujeres colombianas el derecho a administrar económicamente sus patrimonios o aquellos adquiridos en sociedades conyugales. ¿Cuál es la historia que hay detrás de esta conquista?
Alejandra Malagón
@Malejaa___
Hace 89 años se profirió la Ley 28 de 1932, con ella finalmente las mujeres casadas tenían la posibilidad de administrar sus propios bienes o aquellos que adquirieran dentro del matrimonio. Antes de esto, la mujer era considerada como incapaz, y aunque hoy suene como algo impensable, la sociedad de ese entonces creía que era algo normal.
Por esta razón, la ley fue considerada en su época como un gran avance en pro de los derechos de las mujeres. Más allá de exaltar al Congreso de la República por hacer esto posible, es importante visibilizar a las mujeres que, por medio de la lucha feminista, ejercieron presión para que este proyecto de ley saliera avante.
Una voz insurgente
Todo comenzó en 1930, cuando se celebró el Cuarto Congreso Internacional Femenino, del 17 al 26 de diciembre de ese mismo año. Dentro del evento, mujeres de diversas partes del mundo, con diversas profesiones y posiciones sociales, se reunieron con el fin de dialogar sobre temas de relevancia para todas, identificando y buscando formas de erradicar las situaciones desfavorables que vivían las mujeres. Se trataron temas como el papel de la mujer en el ámbito familiar, laboral y social, entre otros.
El primer Congreso Internacional Femenino se realizó en Buenos Aires en 1910, el Segundo Congreso Internacional Femenino tuvo su sede en Chile, en 1925, el tercero ocurrió nuevamente en Buenos Aires, en 1928, y el cuarto en Bogotá, en 1930. Fue gracias a Georgina Fletcher, quien se movilizó “de embajada en embajada y de ministerio en ministerio”, para que esta importante reunión pudiera darse en Colombia, según relata Ofelia Uribe de Acosta en su libro ‘Una voz insurgente’. De la autora también se hablará posteriormente.
Para ese entonces, en el Congreso de la República se debatía un proyecto de ley por medio del cual se buscaba reformar el Código Civil, que pretendía dar a las mujeres casadas la posibilidad de administrar sus propios bienes y los bienes que adquiriesen durante el matrimonio, sin la necesidad de actuar por medio de la representación legal de su esposo.
No obstante, dentro del parlamento había poco interés por estudiar este proyecto, la mayoría conservadora que conformaba el congreso creía que esto era una locura, que, si se permitía a las mujeres administrar sus bienes, estos terminarían en manos de personas inescrupulosas, creían que ser mujer era sinónimo de tener una especie de discapacidad mental.
La custodia patriarcal
Frente a la actitud desinteresada de los congresistas por hacer posible este cambio, se hizo imperioso conversar dentro del Cuarto Congreso Internacional Femenino sobre este tema. Fue así como Ofelia Uribe de Acosta presentó su ponencia denominada “Aporte al Estudio de la reforma Olaya-Restrepo referente a la ley sobre capitulaciones patrimoniales”, contando con la presencia de algunos miembros del Congreso de la República, donde expuso las razones por las cuales era importante que se avanzara con el estudio de este proyecto de ley.
Ofelia, con bastante ímpetu, da un fuerte discurso hacia los congresistas, quienes, por medio de excusas y argumentos débiles, como que esta ley era una copia de un artículo del Código Civil Alemán, legislación donde el divorcio estaba permitido, le daban largas innecesarias al asunto.
Más allá de simples excusas rebuscadas, lo que sucedía es que esto a ellos no les convenía, pues muchos hombres tomaban provecho de su capacidad de administrar los bienes de sus esposas para favorecerse económicamente, cometiendo arbitrariedades, como por ejemplo, pagar deudas propias con los bienes de ellas. Frente a esto, ellas no tenían más opción que guardar silencio y hacer como si no hubiese pasado nada, todo bajo la premisa de que las mujeres necesitaban ser custodiadas por un hombre, quien debía ser el jefe del hogar.
Por último, con el fin de impulsar el estudio de este proyecto, Ofelia solicitó a la presidenta del Cuarto Congreso Internacional Femenino que se nombrara una comisión que fuera en representación de ellas e hiciera veeduría en el congreso cuando se estuviera debatiendo este proyecto de ley. Georgina Fletcher accedió a la petición de Ofelia, y la nombró a ella, junto a Clotilde García de Ucrós y Elvira Lleras Restrepo, para que asistieran a las sesiones del Congreso de la República.
La derrota parcial
Los hombres veían a las mujeres que insistentemente luchaban por sus derechos como una piedra en el zapato, “¡animales!, ¡marimachas!, ¡feministas!, ¡solteronas!”, eran los términos con los cuales, según Ofelia Uribe, se referían a todas las mujeres que salían a manifestarse y a ejercer presión.
Muchos señalaban que solo buscaban transgredir el orden natural de la sociedad, y que con estas acciones no harían más que perjudicarse a sí mismas. También los medios de comunicación participaron con este tipo de burlas y críticas; no obstante, pese a la falta de apoyo, ellas no se rindieron y siguieron alzando su voz.
El 8 de enero de 1931, Clotilde García de Ucrós, junto a otras mujeres, instaron al Congreso para que no dejaran pasar por alto el debate de este proyecto de ley, presentando una solicitud para que al día siguiente se priorizara su estudio. En consecuencia, el representante a la Cámara José María Saavedra Galindo propuso alterar el orden de la sala y darle prioridad a este debate; no obstante, la mayoría votó que no. Lastimosamente, el anhelado proyecto no logró ser ley.
La victoria de las “horrendas feministas”
Era muy temprano para que la oposición conservadora cantara victoria. Posterior a este hecho, el presidente liberal Enrique Olaya Herrera (1930-1934), por medio del abogado de la Presidencia de la República, Luis Felipe Latorre, presentó un nuevo proyecto de ley, el cual sí salió avante y de ahí nació la Ley 28 de 1932.
“Tremenda fue la lucha y enconada la controversia. Los varones, a quienes tanta gracia les había hecho en un principio los retozos políticos de un puñado de ‘traviesas muñecas de salón’, empezaron a ponerse muy serios y terminaron por encolerizarse con ‘las horrendas viejas feministas’”, relató Ofelia Uribe en su ya citada obra.
Efectivamente, la lucha feminista cobraba fuerza. Esas mujeres de las que tanto les gustaba mofarse no se cansarían hasta que no se reivindicaran sus derechos. Fue así como el movimiento feminista, pese al poco apoyo que tenía, inclusive por parte de otras mujeres, fue cobrando fuerza.
Mujeres históricas
Posterior a esta ley, gracias a la incansable lucha de Ofelia Uribe y de todas las mujeres que apoyaban la lucha feminista, se profirieron otras importantes disposiciones, hasta que, finalmente, en 1954, el voto femenino se hizo realidad y fue ejercido por primera vez en 1957.
Actualmente la agenda feminista tiene bastante acogida y esto es gracias a estas mujeres que, pese a que son poco recordadas y poco mencionadas en las clases de historia, lucharon por tener voz en este país. Gracias a ellas y a su perseverancia hoy son cada vez más las mujeres que se interesan por participar activamente del movimiento feminista.
Mientras tanto la sociedad actual identifica con más facilidad todas esas situaciones que histórica y sistemáticamente han oprimido a la mujer, y no solo eso, también se sabe que aspectos como la raza, la cultura, el aspecto físico o la clase social influyen en la forma como se vive la opresión, y que por eso es importante que el feminismo siga creciendo, pues la voz de cada mujer tiene peso y valor en esta lucha que aún no termina.