En el centro de la llamada “crisis ambiental” y su repercusión en el mundo se encuentran las pretensiones que sobre los recursos amazónicos mantienen las transnacionales del agronegocio, la minería, las finanzas y, desde luego, los intereses geopolíticos de los Estados Unidos
Pietro Lora Alarcón
En Brasil, el fuego se propaga por la floresta amazónica. Desde enero hasta agosto fueron detectados más de 74.155 focos de incendio. 84% más que en el 2018 y la mayor cantidad desde el 2013, según el INPE – Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales-.
En el centro de la llamada “crisis ambiental” y su repercusión en el mundo se encuentran las pretensiones que por sobre los recursos amazónicos mantienen las transnacionales del agronegocio, la minería, las finanzas y, desde luego, los intereses de dominación geopolítica de los Estados Unidos y de otras potencias de la estructura de poder global.
Institucionalidad en la Amazonía
En efecto, la Amazonía se encuentra en una de las más antiguas periferias del capitalismo y por eso los conflictos en la región están ligados a las demandas internas y externas del sistema. Durante décadas la perspectiva y la acción de las potencias consideró que el desarrollo y la ocupación amazónica deberían ser infinitos porque sus recursos también lo eran. Esa visión cayó por tierra al comprobarse el agotamiento paulatino de la riqueza natural, pero esencialmente por la lucha popular y democrática que resiste a la depredación, a la apropiación indiscriminada de la tierra y del conocimiento acumulado a través de los siglos por las comunidades tradicionales.
En Brasil la región amazónica está fuertemente conectada al resto del país. La explotación minera y la expansión agrícola originaron urbanización de una buena parte, industrialización y redes de telecomunicaciones. En 1957 se creó la Zona Franca de Manaos, un puesto de avanzada comercial y geopolítica. Mas recientemente, en el 2002 se fortaleció la END, Estrategia Nacional de Defensa, con los proyectos Sivam, Sistema de Vigilancia, cuya finalidad es mapear la región a través del comando de la Aeronáutica, con sensores tridimensionales, y Sipam, Sistema Integrado de responsabilidad de la Casa Civil de la Presidencia y de la Secretaria de Asuntos Estratégicos, que realiza el control terrestre. En ambos hay participación decisiva de las fuerzas armadas con un sistema compartimentado de informaciones y control militar.
Capitalismo en la selva
Sin embargo, hacen presencia en la Amazonía empresas brasileñas y extranjeras cuya acción tiene consecuencias graves. La francesa Peugeot, por ejemplo, realiza hace décadas inversiones de secuestro de carbono. El Informe de la APIB, Articulación de los Pueblos Indígenas del Brasil, divulgado en abril, denuncia la invasión de tierras y la extracción ilegal de recursos por parte de empresas como la Brighton Collectibles, una tienda de accesorios en los Estados Unidos y la inglesa Nordisk Timber, distribuidora de madera. Además, aparecen como financiadoras directas e indirectas de acciones de deforestación: Credit Suisse de Suiza, Commerzbank de Alemania y JPMorgan Chase de los Estados Unidos.
La posición de Bolsonaro
Frente a eso, hay que decir con toda claridad: la política del actual gobierno Bolsonaro, además de retórica grosera e ideario fascistoide, y en el plano ambiental tiene un alineamiento vertical con la política externa de Trump y la extrema derecha europea.
Bolsonaro renuncia al concepto de interés nacional que hace parte de la génesis de la diplomacia tradicional del país y cuyo eje central es la defensa de las regiones estratégicas: la Amazonia, la Floresta Atlántica, la Sierra del Mar, el Pantanal del Mato Grosso – que es una extensión natural de la Amazonia – y la Zona Costera.
La Constitución del 88, que define los parámetros diplomáticos las destaca como patrimonio innegociable, cuya utilización necesita autorización del Congreso para garantizar la preservación de un medio ambiente equilibrado y el desarrollo nacional.
La respuesta de Europa
A pesar de los datos del INPE de que la tala de árboles superó los 170 km. en tres meses, en lugar de acciones de contención y responsabilización de la actividad ilegal, Bolsonaro destituyó a su director acusándolo de ser representante de las ONG y expresó que los datos son mentirosos. En consecuencia, Alemania y Noruega, países donantes del Fondo de Recursos para la Amazonia, creado en el 2008, cancelaron sus aportes. Queda aún una parte de ellos – en torno de 750 mil dólares – destinados al contrato que durante el gobierno de Dilma Rousseff fue firmado entre el Fondo y el Ministerio del Medio Ambiente y que se extiende al 2020.
Los dineros son usados para 103 proyectos de reducción de la deforestación, combate a la actividad ilegal e incentivo a programas de desarrollo para la población amazónica. Durante los tres últimos gobiernos, el 62% fueron aplicados en universidades y regiones y 38% fueron destinados a ONG y asociaciones.
Recordemos que Bolsonaro, cuando aún era candidato, afirmó en Manaos que Brasil no tenía condiciones de proteger la Amazonia y por eso debería hacer acuerdos con los Estados Unidos para explorar recursos, además de llamar las reservas indígenas de “zoológicos”. Cuando volvió de los EUA afirmó: “estuve ahora con Trump, conversé con él y quiero abrir la explotación de la región amazónica en parcería. Como está, nosotros vamos a perder la Amazonia, aquella área es vital para el mundo”.
Intereses imperiales
El gobierno niega la gravedad de los hechos, finge que actúa, culpa a las ONG y, mientras tanto, abre espacio a un proceso de afirmación de los intereses de Estados Unidos en la región. La Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados aprobó el 21 de agosto el Acuerdo de Salvaguardias Tecnológicas que permite el uso comercial de la Base de Alcántara en el Maranhao, una provincia cuya parte noroccidental es amazónica, por los Estados Unidos y determina que apenas personas autorizadas por ellos pueden tener acceso a equipos y áreas restringidas. Trump, que se había mantenido cautelosamente distante, salió de la madriguera el viernes 23, para decir: “nuestras perspectivas comerciales con Brasil son más fuertes que nunca y estamos listos para ayudar con los incendios en la Floresta Amazónica”.
Por su lado, la Unión Europea, excluida de los acuerdos y con intereses concretos, protesta presentándose como salvadora de la “crisis ambiental”. Macron convoca el G7 para, sin Brasil, discutir un tema pluridimensional y profundamente enraizado en las contradicciones inter-imperiales. Saben bien que el objetivo de Bolsonaro es claro: abrir espacio a la intervención extranjera vía ampliación de la Base de Alcántara y firmar acuerdos con el capital extractivista y del agronegocio de los EUA.
Lucha popular por la naturaleza
Internamente sectores de las fuerzas armadas y del capital nacional observan todo con desconfianza. Hay mucho en juego, incluyendo la presidencia de la República y un proceso electoral en octubre. Regionalmente los peligros se intensifican. Cualquier acción brasileña tiene un impacto directo geopolítico y ambiental.
Los sectores democráticos deben exigir el cumplimiento del Tratado de Cooperación Amazónica y de la Convención sobre la Biodiversidad de 1992, dimensionar los alcances de la situación y las consecuencias negativas de la política Trump-Bolsonaro de mayor militarización y amenazas a la paz regional y, especialmente, convocar la lucha popular contra la acción predatoria de las transnacionales y el respeto por la soberanía y las comunidades indígenas hoy victimizadas.