Colombia soporta una situación desastrosa de excepcional capacidad destructora y de gran incertidumbre. A primera vista parece que la causa fuera la pandemia mundial. Pero cuando, en medio de la incertidumbre, reflexionamos con relativa serenidad, caemos en la cuenta que el problema de la enfermedad, el coronavirus no ha hecho sino poner en evidencia las carencias, los males que afectan la sociedad. Además, se han develado las causas que los producen, los agravan y los han convertido en difíciles de afrontar y resolver.
Algunas de esas causas son endémicas. Existen casi desde el momento mismo en que ganamos la Independencia y se inició la formación del Estado Nacional. Tal sucede, por ejemplo, con la exclusión de los indígenas y la destrucción de su entorno, de su cultura y sus formas de habitar el espacio, con la finalidad de apoderarse de sus tierras, con lo cual afectan su modus vivendi y su forma de relacionarse con la naturaleza. Convierten así los nativos en desterrados, en ciudadanos en extrema exclusión.
Otro componente de la crisis, de naturaleza bicentenaria tiene que ver con la índole clasista de la sociedad colombiana, con la ideología y los intereses económicos de la clase gobernante y su talante dinástico.
No podemos excluir del análisis la cuestión de los intereses económicos de las clases gobernantes en el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, donde la tierra jugó un papel fundamental, donde fue causante central de la violencia. Se destaca que durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX la tierra fue el elemento que dinamizó el conflicto por la lucha de los campesinos para contrarrestar los ataques de los terratenientes, apoyados por el Estado, para desplazarlos y despojarlos y acrecentar los latifundios. Esa violencia caracterizó las dictaduras de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez a fines de los años cuarenta e inicio de los cincuenta.
En el siglo XX apareció el mayor causante de nuestros problemas, factor de las estrategias que han marcado el decurso lesivo del pueblo colombiano y su enemigo principal: el imperialismo norteamericano. El cual puso su impronta de terror y destrucción desde los inicios con el robo de Panamá. En los años cincuenta le impuso a Laureano Gómez el envío de soldados nacionales para que fueran sacrificados en la agresión imperial contra la república de Corea.
Los Estados Unidos vulneraron la soberanía de Colombia a partir de la culminación de la Segunda Guerra Mundial, impusieron las bases militares y sometieron el ejército a las orientaciones de los distintos gobiernos estadounidenses. El actual ciclo de violencia fue desatado por el Plan Laso norteamericano como consecuencia de su terror al comunismo.
En ejecución de ese plan, las Fuerzas Armadas de Colombia bombardearon a los campesinos de Marquetalia y estos para defenderse crearon las FARC. En consecuencia, los Estados Unidos son responsables del actual ciclo de violencia con la complicidad de la burguesía urbana y rural nacional, principal beneficiaria económica del conflicto social armado que lesiona gravemente al pueblo colombiano en su condición material, médica, psicosocial y en sus posibilidades de desarrollo educativo-cultural.
El Plan Colombia impuesto por los Estados Unidos al país como la estrategia política en la lucha antidrogas, fue un fracaso, ya reconocido por la Comisión de Políticas de Drogas del Hemisferio Occidental de EE.UU. (WHDPC), es evidente que el objetivo principal de dicha estrategia se centraba en el componente militar, para acabar con la insurgencia en el país e intentar desestabilizar la región, nuevamente socavando la soberanía y la autonomía de Colombia.
El trabajo de masas y la construcción de una alternativa para el país, implica tener en cuenta la importancia de la soberanía y la capacidad que tienen los pueblos para definir su rumbo, los gobiernos legítimos deben plantear la solución a sus problemas y afrontar los retos que implican la construcción de un futuro en democracia y con un pueblo viviendo en condiciones óptimas y usufructuando plenamente todos sus derechos políticos y económicos.
Ante esta debacle nacional. ¿Qué hacer? Se trata entonces, de acumular una fuerza determinante para cambiar el rumbo de la nación, son tiempos de luchas populares y hay que pasar de la resistencia y la defensiva a una ofensiva por el cambio, por una propuesta alternativa mediante la más amplia unidad y convergencia de las fuerzas políticas y sociales hastiadas de un modelo de acumulación que tiene en la miseria a la mayoría del pueblo.
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