
Le Nouvel Observateur, dice que “este movimiento no se parece en nada de lo conocido hasta ahora, y marca un giro en la vida política social francesa”
El pasado fin de semana, al término de varias jornadas de protesta que comenzaron el 17 de noviembre, como reacción al anuncio del presidente Macron de aumentar los precios de los combustibles para vehículos automotores, la capital francesa parecía un campo de batalla y los enfrentamientos entre manifestantes y fuerza pública se replicaban en las principales ciudades y centros industriales y comerciales de Francia.
Los más duros enfrentamientos se produjeron en París el pasado sábado primero de diciembre, arrojando un saldo de 400 heridos, entre ellos varios periodistas, y 755 detenidos. El ministerio del Interior francés dijo que en la jornada participaron 75.000 personas, pero fuentes de prensa hablaron de unas 282.000 en todo el país.
Muy cerca del emblemático Arco del Triunfo, símbolo de la nacionalidad francesa, los manifestantes armaron barricadas, varias estaciones de metro en los alrededores permanecían cerradas y decenas de automóviles y centros comerciales habían sido incendiados. Un grafiti, en un local adyacente a los Campos Elíseos, decía: “Los chalecos amarillos triunfarán”.
Desconcierto político
Y es que los ‘chalecos amarillos’ es el nombre de un vigoroso movimiento que se creó a fínales de octubre, como una reacción al aumento de precios de los combustibles, y en escasas seis semanas ha conseguido mantener una protesta que ya casi completa el mes de movilizaciones permanentes y ha obligado al presidente Emmanuel Macron y a varios de sus ministros a declarar su disposición a dialogar con los líderes de la protesta, aunque no echa para atrás la antipopular medida impositiva.
El nombre del movimiento se deriva del color de los chalecos que los conductores de vehículos de trabajo en las carreteras y centros de servicios deben utilizar para caracterizar su trabajo profesional.
Las condiciones en que el movimiento se ha extendido y cobrado fuerza, poniendo en jaque al gobierno de Macron, ha desconcertado a los analistas de todas las fuerzas políticas que actúan en el escenario francés, que sin embargo no se atreven a definirlo como de izquierda o de derecha. Aunque algunos lo asocian, por sus consignas, con grupos ultranacionalistas.
Contra la Francia opulenta
Esta franja social la integran pequeños comerciantes y productores, especialmente de áreas rurales, agricultores, choferes de camión y artesanos, que el rotativo Le Monde calificó como movimiento “social nebuloso”. Otro influyente medio de comunicación, Le Nouvel Observateur, dice que “este movimiento no se parece en nada de lo conocido hasta ahora, y marca un giro en la vida política social francesa”.
Para otros, el movimiento es la expresión de la Francia antisistema, anti elites y euroescéptica. Las nuevas tarifas en los combustibles es posible que no afecten tanto a importantes sectores urbanos, con un nivel de vida más alto, pero sí a los sectores de trabajadores del campo, de pequeños comerciantes, de profesionales vinculados a redes de servicios que sobreviven con lo que les produce un pequeño camión o de habitantes de ciudades intermedias y pensionados, para quienes su carrito es el único medio de transporte, y aún de sobrevivencia. La protesta de los ‘chalecos amarillos’ es, en fin, la protesta de la Francia rural, contra la Francia moderna y opulenta.