
La cita electoral concita el interés de la opinión pública progresista en América Latina y promete fortalecer el proceso de cambios sociales
Ricardo Arenales
El 11 de abril marca tres importantes actividades en el calendario electoral de América Latina, que podrían variar el rumbo de la democracia en la región. Se trata de la segunda vuelta electoral en Ecuador, de las elecciones generales en Perú y la consulta plebiscitaria para elegir un órgano constituyente en Chile, con miras a superar le legado pinochetista en la Carta Magna de ese país austral.
Con relación a la cita en las urnas en Chile, a última hora el gobierno de Sebastián Piñera presentó un proyecto de ley, que fue aprobado por el parlamento, mediante el cual, dado el empeoramiento de la pandemia, se posterga un mes, para los días 15 y 16 de mayo, el evento eleccionario.
En el caso de Ecuador, la comparecencia del pueblo en las urnas define el rumbo del país latinoamericano, entre una propuesta de carácter progresista, representada en la candidatura de Andrés Arauz y la del modelo neoliberal de desarrollo, personificada en la propuesta del empresario ultraconservador Guillermo Lasso. La cita electoral, por consiguiente, concita el interés de la opinión pública progresista en América Latina y promete fortalecer el proceso de cambios sociales, si se impone el candidato de centro izquierda, como indican las encuestas de opinión.
Dilema
Lasso aspira a entronizar un gobierno pro norteamericano. El propio candidato ha estado involucrado en una serie de escándalos de corrupción como fraude bancario, lavado de activos, acaparamiento ilegal de obligaciones de deuda pública, que le permitieron a las empresas de Lasso aumentar su capital 30 veces. Y aunque estos hechos son conocidos, el poder del dinero, que ha fluido a raudales en esta campaña, ha incidido en sectores de opinión en favor de la fórmula derechista neoliberal.
A este ambiente se agrega un ingrediente adicional. La abierta intromisión de la embajada de los Estados Unidos en favor del candidato neoliberal, y fomentando -según denuncian sectores de izquierda- una guerra sucia, y una campaña de desinformación contra el candidato de los sectores populares.
De la otra orilla, Arauz plantea que la disyuntiva para Ecuador es la soberanía nacional o la dependencia económica de Estados Unidos. Si el pueblo no quiere verse sometido al dictado de Washington, el camino es votar por la fórmula que propone la Unión por la Esperanza, Unes.
Otro reto similar
La victoria de Arauz avizora cambios de signo progresista para la población de su país en general y para la comunidad indígena en particular. Ecuador requiere una política de protección de su soberanía, de sus recursos naturales, que no ofrece la fórmula de la ultraderecha. Un triunfo de Lasso es sinónimo de inestabilidad y empobrecimiento de la población.
Una coyuntura similar se presenta en Perú, donde los sondeos de opinión muestran un empate técnico entre la candidata de izquierda, Verónika Mendoza y el empresario Rafael López Aliaga, un multimillonario, que emergió en la campaña con un discurso ultraderechista similar al de Bolsonaro en Brasil.
La del Perú es una campaña en medio de una grave crisis sanitaria, económica y social, y un alto desprestigio de la élite política. Eso explica que el ganador en los sondeos de opinión, el excongresista Yonhy Lescano, tenga apenas el 11.4 por ciento de favorabilidad. El segundo lugar lo ocupa López Aliaga, con el 9.7 por ciento, seguido de Verónika Mendoza, con el 9.6 por ciento de las expectativas de voto. En estas condiciones, todo indica que habrá una segunda vuelta para definir al futuro mandatario de los peruanos.
Superar la herencia neoliberal
En el caso chileno, la nueva ola de contagios del coronavirus y la emergencia sanitaria que esto conlleva, hizo que el congreso de la república, por petición del presidente, modificara el calendario electoral y se pospusiera para los días 15 y 16 de mayo la elección de 155 ciudadanos, que integrarán la Convención Constituyente, que durante nueve meses discutirá el texto de una nueva carta política para Chile.
En este caso, no se trata de cambiar una constitución por otra, sino de la construcción de una constitución con implicaciones materiales. Que establezca la posibilidad de modificar la orientación neoliberal del modelo actual, aprobado en 1980 bajo la dictadura del general Augusto Pinochet. Vale decir, la posibilidad de superar un orden político, social y económico nefasto para la patria de Neruda.
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