Betty la fea

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Simón Palacio
@Simonhablando

No tengo ningún inconveniente en repetir lo que he visto una y mil veces. A lo largo de toda mi vida he perdido la cuenta de las veces que he disfrutado las trilogías de El Padrino o Volver al futuro, solo para nombrar algunas. Cada vez que reincido en la extraña manía de ver lo que me sé de memoria, encuentro algo nuevo y analizó las piezas cinematográficas desde otra perspectiva.

Confieso entonces, que me estoy repitiendo la popular novela Betty la fea. Soy plenamente consciente que todo hace parte de una estrategia del impresentable canal RCN por competir en rating, pues son ampliamente conocidos sus recientes fracasos en muchas de sus producciones. Defiendo que en el libreto de Fernando Gaitán existe una historia que le gusta literalmente a todo el mundo.

Por eso quiero compartir tres opiniones que me han generado esta nueva oportunidad de ver Betty. Al ver al inepto de Andrés Pastrana, quien siendo presidente de la República robó cámara en la parte más farandulera de la novela, inmediatamente llega a mi memoria el país real en el momento que se rodó la telenovela. Pienso en la frustración del débil proceso de paz en el Caguán, de la crisis económica del 99, y en la entrevista de la Gurisatti a Carlos Castaño, que con su traje impoluto de blanco, le decía al país que querían la paz mientras ellos, los paramilitares, cometían las peores masacres en toda la historia de Colombia. Me transporto al país actual y pienso que nada ha cambiado.

En segundo lugar, es inevitable no leer en el guión una radiografía social. El empresariado de apellidos, clubes sociales y abolengos, tiene que convivir alrededor del modo de producción con su antagonista social, con una clase popular que les produce riqueza en medio de constantes humillaciones elitistas y clasistas. Como se trata de una producción de Ardila Lulle, el desenlace no es una situación revolucionaria, sino la adaptación, siendo simbólico la transformación de la “fea” Beatriz en la “bonita” Betty siguiendo el monstruoso estereotipo de la estética construida alrededor de la novela. Una moraleja que le lava la cara al capitalismo, con rostro humano, con rostro de “fea”.

Finalmente, pienso en el machismo y el sexismo con el que se estructura buena parte de la novela. El evidente acoso laboral y sexual, donde se destacan conversaciones donde se destruye la dignidad de las mujeres, me hacen pensar que son problemas vigentes, así las producciones tapen y tapen hoy en día.

Pasaran los años y Betty la fea seguirá siendo exitosa, me atrevo a pensar que así lo haga de forma cruda, es porque nos describe muy bien como sociedad.